Muchas chicas jóvenes en los años 70 escogieron la carrera de magisterio como una opción para seguir estudiando y tener una profesión. Emma Zafón, periodista y escritora de Llucena (Castellón), nos relata en Casada i callada (Empúries) la historia de una mujer que se marcha del pueblo a la ciudad de Castellón para ser maestra. Al mismo tiempo, empieza a salir con Ximo, un chico de Alcora. Con la cabeza "llena de pájaros", la protagonista nos explica pasajes de su juventud y nos deja entrever un tono insatisfecho. Quizás no es tan evidente el tono, pero sí la selección de momentos para hacernos entender las expectativas hundidas por una boda común, sin fuegos artificiales ni mariposas en la barriga, o una luna de miel no escogida: "en su cabeza no había una cosa mejor que España y ya hacía tiempo que le había entrado curiosidad de conocer el norte pero no iremos al País Vasco porque está ETA". Con frases como esta, o apreciaciones evidentes de la autora, vamos descubriendo un Ximo controlador, un maltratador.

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Uno de los temas tratados en la novela es el despertar sexual de la estudiante. Sabemos que durante aquella época no había educación sexual, ahora tampoco, pero entonces todavía menos. Comprar preservativos, hablar de sexo o masturbarse eran pecados capitales, una vergüenza nacional. Zafón nos relata episodios sexuales de manera breve, irrumpiendo en la narrativa, y observamos cómo de desinformados estaban en aquella época y la poca autonomía de las jóvenes a la hora de decidir. La mayoría de capítulos nos van dejando pinceladas de la relación de violencia de género en la cual está inmersa la protagonista y también nos apuntan ligeramente como se va dando cuenta de la crudeza de su relación. Nos falta hundirnos en sus desazones y deseos, porque sus experiencias avanzan fulgurantes hacia una prisión denominada matrimonio, entre los brazos de un hombre que la asfixia y la golpea. Toda la narración responde a un patrón de pensamiento machista de la sociedad de la época donde las mujeres estaban inmersas en ecosistemas opresivos muy sutiles y apoyados sin fisuras por toda la comunidad que las rodeaba. Detrás de esta violencia sibilina había violencia física, acoso y mucho sufrimiento. Con el paso del tiempo, con Ana Orantes, el #Metoo o el actual #Seacabó, muchas mujeres han reconocido en sus experiencias situaciones de violencia y han querido subir la voz y explicarse, por una vez, a ellas mismas.

Toda la narración responde a un patrón de pensamiento machista de la sociedad de la época donde las mujeres estaban inmersas en ecosistemas opresivos muy sutiles y apoyados sin fisuras por toda la comunidad que las rodeaba

La historia de Casada i callada podría ser la de muchísimas mujeres de provincias o rurales y no solo maestras, también secretarias, peluqueras, obreras. A momentos nos recuerda a Algún amor que no mate de la Trilogía de la huida de Dulce Chacón, o proyectamos imágenes de la película Te doy mis ojos de Icíar Bollaín. La virtud de esta apuesta literaria es demostrar una vez más que las pequeñas historias son universales; la autora de este libro es una gran conocedora de su provincia y es capaz de dibujarnos un mapa castellonense de localidades, topónimos o palabras "del terreno". La lectura se hace ligera y rápidamente, a vista de pájaro, como si estuviéramos en el pico del Peñagolosa, observamos a un Ximo triste, patético, y  a una Aurora, la protagonista, más fuerte y libre para enamorarse como ella y de quien ella quiera.