Joan Didion y Thomas Bernhard. Dos escritores y ensayistas del siglo XX que Anna Pazos (Barcelona, 1991) cita durante la entrevista. Y que no resulta difícil intuir entre las páginas de Matar el nervio (La Segona Perifèria en catalán / Random House en castellano). El libro, que acaba de ver la luz, es una recopilación de ensayos en que Pazos repasa su propia juventud, sobre todo a través de los periodos en que esta periodista, y ahora autora, vivió en el extranjero. Desfilan por el texto las calles de Grecia, Nueva York y Jerusalén y un catálogo de vivencias que pasa por un bisturí afilado por el escepticismo, la autoconciencia y una voluntad férrea de pensar al margen de preceptos ideológicos prefabricados. Ya sea hablando de librerías israelíes o de una fiesta semiorgiástica en un club neoyorquino, Matar el nervio nos lleva a encontrarnos con una voz narrativa que ama los matices, los grises y la complejidad de la experiencia. Y que se empeña en tratar el lector como un adulto que quiere alguna cosa más que el confort de las conclusiones comunes y esperables. Es un espíritu que Pazos también traslada a Poder i desig, uno de los volúmenes de la serie Assaltar la Bíblia de la editorial Fragmenta, que también acaba de ser publicado. Hablamos con ella sobre llegar tarde, la nostalgia de las activistas y la idea de caer en el pozo.

'Matar el nervio' nos lleva a encontrarnos con una voz narrativa que ama los matices, los grises y la complejidad de la experiencia

"A los 26 años puedes tener la sensación de haber llegado tarde a la vida", dices en el libro. ¿De qué llegabas tarde tú?
Tenía sensación de estar de vuelta de todo, de haberlo vivido ya todo. Hay un ensayo de Joan Didion, que se llama Goodbye to all that, en el que habla de llegar a Nueva York a los 20 años. Ella siente que es la primera vez que sale de casa y está absolutamente fascinada y maravillada, con una sensación de posibilidades infinitas. Yo voy a los 26 y ya lo he perdido.

No dejas de ser muy joven, sin embargo. ¿Se ha acelerado la vivencia de la juventud?
Ahora hay muchísimas opciones y posibilidades y, en la medida que te lo puedes permitir, porque no deja de ser un privilegio, la presión de experimentar todo lo posible. La parte negativa de esta sobreestimulación de los sentidos es que todo se acaba atenuando un poco.

Cuando estalla el Me Too estás en Nueva York. Explicas que vives el movimiento desde cierta distancia.
Al principio me fascina como a todo el mundo, porque hay esta sensación que se tiene mucho en los inicios de cualquier movimiento de estar subvirtiendo alguna cosa. Pero realmente, cuando me paro a pensar, no encuentro nada en mi vida que me califique para participar. Los términos en los cuales el Me Too empieza a explicar el mundo no se corresponden a los que ha sido mi vida. No tiene sentido que pueda participar.

La parte negativa de esta sobreestimulación de los sentidos es que todo se acaba atenuando un poco

La descripción que haces del movimiento, hace pensar que tiene mucho que ver con los valores americanos.
Absolutamente. No solo con la americanidad, sino con un sector muy concreto de su sociedad. Es lo que ellos denominan la PMZ (profesional managerial class), es decir, profesiones de oficina de las grandes ciudades, como Nueva York y Los Ángeles, y con salarios de seis cifras. Así empieza, con este tipo de personas que son las que dictan la opinión pública desde los grandes medios liberales y que, por lo tanto, su experiencia de lo que pueda ser un abuso... Cuando ellos eliminan la diferencia entre una agresión y una interacción no deseada en la oficina, lo hacen desde esta perspectiva muy privilegiada.

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Anna Pazos acaba de publicar Matar el nervio / Foto: Carlos Baglietto

Hay un énfasis en el libro de diferenciar y buscar los matices y la zona gris en todos los temas, y en este también.
Yo creo que es importante marcar esta diferencia, porque, si no, nos podemos pegar un tiro. Si cualquier interacción es sospechosa, de entrada, eso es paralizante, te hunde en una especie de paranoia muy infértil.

Esta reflexión se conecta muy bien con el inicio de Poder i desig. La ambivalencia forma parte de las relaciones humanas y si no lo aceptamos, convertimos la vida en una pesadilla, dices.
En el primer capítulo, hablo de cómo es inevitable ir por la vida con cierto automatismo, porque no podemos estar constantemente distinguiendo por qué hacemos lo que hacemos. Pero hay unos ciertos momentos que nos permiten echar un vistazo a nuestro diálogo interior, que se produce siempre de forma soterrada. Y es interesante hacerlo de vez en cuando y no decantarse inmediatamente hacia lo que te dice el discurso dominante, que ahora mismo es que como mujer seguramente estás siendo agredida y no estás teniendo ninguna iniciativa en la situación.

Pero es difícil no caer.
Sí, claro, es difícil. Es más fácil delegar este tipo de escisión interna, que a veces es doloroso, a una fuerza exterior o un discurso exterior que te guía y te hace de cobijo. Y ahora mismo hay muchos alicientes para hacerlo. Es decir, alicientes políticos y sociales

En determinadas profesiones y estratos, seguir una corriente determinada te beneficiará siempre

¿En el sentido que sacas rédito si lo haces?
No quiero caer en el cinismo de decir que cualquier denuncia sea por eso. Evidentemente que no. Pero en determinadas profesiones y estratos, seguir una corriente determinada te beneficiará siempre y lo contrario te perjudicará.

En el libro pones mucho énfasis en la responsabilidad individual de todo.
Al final es la única cosa sobre la cual tienes poder. Los cambios impulsados colectivamente son muy importantes, quiero decir, agradezco tener derecho de voto, digamos (ríe). Sé que si no pudiera tener una cuenta bancaria propia, ya podría tener mucha responsabilidad individual que... Pero en la etapa en la cual estamos ahora, en que el énfasis ya no está puesto en eso, sino en otra cosa y hablando, sobre todo, de relaciones sexoafectivas... qué término más horroroso. Me ha dado asco solo decirlo. Pero vaya, sí, la responsabilidad personal es lo que más me interesa.

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Anna Pazos repasa su propia juventud en Matar el nervio / Foto: Carlos Baglietto

En este sentido defiendes, como mujer, la idoneidad de abandonar la autocompasión y apropiarse de lo que señalas como capacidad masculina de vivir y disfrutar despreocupadamente.
No sé si autocompasión es la palabra. Pero sí que creo que hay una tendencia femenina a lo que Natalia Ginzburg dice 'caer en el pozo', que es una cosa debilitante. Y también hay como un tipo de ligereza en la manera en que los hombres pasan por el mundo y que proviene de siglos de encontrarse en casa y no tener dificultades, que yo creo que es positiva. No creo que se tenga que intentar pisotear esta sensación de privilegio, sino imitarla o cogerla prestada.

¿Te has acercado?
Yo soy bastante agonías (río). Pero eso es la magia de escribir. Tienes la capacidad de transformar la experiencia de tu paso por el mundo.

Cuando escribes no hay nada que sea no ficción

¿Quieres decir que tienes la sensación que has creado un relato en el libro que en realidad es ficción sobre ti misma?
En la portada del libro pone que es no ficción y todo lo que explico se basa en cosas que he vivido. Pero cuando escribes no hay nada que sea no ficción. La experiencia inmediata es una especie de embrollo incomprensible y entonces lo que intentas hacer después es arreglarlo para que tenga un sentido, con más o menos éxito.

En el capítulo en el que hablas de tu vida en Nueva York también describes una especie de idilio con la campaña de Bernie Sanders.
En mi segundo año en la ciudad, estaba el inicio de las primarias demócratas. Trump había ganado hacía un par de años y el Partido Demócrata, que había sido derrotado y humillado, se intenta recomponer. Las primarias eran una cosa dantesca. Tenía a una amiga jamaicana con la que queríamos hacer un podcast que se llamara 'Highly informed' donde comentaríamos las primarias fumando hierba, pero nunca lo hicimos. Nos interesaba mucho Bernie Sanders porque en un entorno en el cual no había ninguna relación entre las cosas que estaban pasando y las cosas que se vendían en los programas políticos, él parecía que quisiera volver a juntar las dos cosas: realidad material y discurso político. En sus mítines había un punto de emoción en la gente similar al que había en los mítines de Trump.

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Anna Pazos también es la autora de Poder i desig, uno de los volúmenes de la serie Assaltar la Bíblia de la editorial Fragmenta / Foto: Carlos Baglietto

Te recordaba a unos tiempos "menos confusos y más sólidos", dices.
Era como se debió sentir una persona en los años ochenta yendo a un mitin de Felipe González. Ahora hay la sensación de que la política ha perdido su poder, que está absolutamente subordinada a fuerzas económicas incontrolables, que también es un pensamiento que es desmovilizador y descorazonador y que lleva a un individualismo depresivo y cínico. La campaña de Sanders estaba como una especie de ilusión o de espejismo allí en medio. Como si fuera la misma persona que cuando tenía veinte años y estaba luchando en los actos de los movimientos de los derechos civiles.

Desde el absoluto bienestar de no tener ninguna lucha en la que te juegues la vida, nos podemos permitir idealizar tiempos más duros

Hablas del mundo del activismo político. Ves una cierta nostalgia de unos tiempos en que había luchas políticas épicas y salvajes y que ya no están.
Nunca lo siento explícitamente, porque hoy en día también hay luchas y cosas que mejorar. Pero es como si todo estuviera más difuso. Hay una especie de nostalgia de cuando podía haber una huelga de La Canadenca que parara el país y las cosas cambiaran; una nostalgia de luchas remotas o en el tiempo o en el espacio. Desde el absoluto bienestar de no tener ninguna lucha en que te juegues la vida, nos podemos permitir idealizar tiempos más duros.

La idea de Matar el nervi la conectas también con la sensación con que has crecido de tener que ser, como se suele decir, 'alguna cosa en la vida'.
He crecido en un entorno donde la literatura tenía una calidad casi mítica y siempre con la desazón de sí estaría a la altura de eso.

¿Sientes esta presión todavía?
Después de acabar el libro y enviarlo me vino la pregunta de '¿y si haces un libro y no pasa nada'?, '¿y si la vida sigue y ya está'?. Fue un momento de claridad posorgasmo. Cuando una cosa ha sido tu fuente de sentido durante mucho tiempo y la consigues, viene un poco de vértigo. Pero al mismo tiempo la vida sigue.