El periodista Albert Om (Taradell, 1966) es uno de los rostros más populares del panorama audiovisual, con programas como Malalts de tele, El club El convidat. Además, ha sido director de "El 9 Nou", fundador del diario "Ara" y desde 2016 dirige el programa Islàndia, en  Rac1. Ahora, veinte años después de su último libro, Els veïns de dalt, presenta El dia que vaig marxar​, el relato de una fuga a Aix-en-Provence para aprender francés que acaba siendo, al mismo tiempo, un homenaje a sus padres.

Albert Om Periodista radio Resido|Radico|Rao 1 - Sergi Alcazar

El periodista Albert Om/Sergi Alcàzar

Quería empezar por la misma pregunta que te hicieron el primer día de clase: ¿Por qué fuiste a Aix-en-Provence a aprender francés?

Fui de las primeras generaciones que aprendió inglés, que veía como la modernidad absoluta enfrente del francés, que representaba el pasado del cual queríamos huir. La manera de huir era aprender inglés. Con 25 años, cuando trabajaba a "El 9 Nou", cogí un año de excedencia para ir a Londres. Así como las generaciones anteriores habían salido de Catalunya vía Francia, nosotros ya lo hacíamos vía Inglaterra. A mí me gustan mucho las lenguas y aprender palabras nuevas y decidí aprender francés. Ahora tengo la fe de los conversos con el francés, porque se me ha abierto todo un mundo que tenía cerrado.

El libro se puede leer como un canto a la cultura francesa que había sido muy importante por las generaciones anteriores.

Hay una frase que me impresiona que me la dijo Joan Manuel Serrat: "Nosotros no queríamos ser ni catalanes ni españoles. Nosotros queríamos ser franceses". Para las generaciones que nos han precedido, durante el franquismo, la patria y la cultura que escogías voluntaria y libremente era la francesa. A otro nivel, para mis padres había unas escapadas que hacían con otro matrimonio a París, de las cuales no sabía nada. Cuando volvían chapurreaban cuatro cosas en francés y se hablaba de París, la nuit... De alguna manera, la libertad que yo buscaba en este paréntesis en Francia se me conectaba con la libertad de toda una generación.

El libro también es un gran homenaje a tus padres.

El escenario del libro es la escuela de idiomas de Aix-en-Provence el tiempo está acotado en primavera del 2015, pero hay muchos viajes hacia el pasado. No sólo por la decadencia de los padres, que empiezan a estar enfermos y les ves un final, sino buscando también en sus años de esplendor. Mis padres se casan el año 1954, con la madre de negro porque es hija de viuda, y los tienen que dejar una maleta para ir a Barcelona. ¡No tenían una maleta para ir de viaje de novios! Es un homenaje en donde ellos se encontraron la vida y donde nos los lo han dejado. No tiene nada que ver.

Impresiona ver mucho el salto que da esta generación, que vive las consecuencias de la Guerra Civil y la posguerra, pero que acaba dando videollamadas.

La historia de mi familia, como tanto Catalunya, está marcada por la guerra. Un abuelo, el padre de mi madre, muerte en el frente del Segre, y el otro, que era teniente de alcalde republicano de Vic, represaliado y muerto joven después de pasar por la prisión. Sus hijos intentaron fundirse en el anonimato, en una clase media que, a base de silencio, pudiera construir un futuro mejor para ellos y para los que vinimos detrás.

Aunque el primer viaje no tienen maleta, tus padres pudieron viajar.

Aunque no hicieron grandes viajes por todo el mundo, estaban las escapadas a Francia, por ejemplo. O las escapadas a Barcelona, que me fascinaba mucho. Íbamos al Paralelo, en el Molino, y podían estar en Barcelona o en Francia, otras personas que las que estaban en Osona.

Fui de las primeras generaciones que aprendió inglés y el francés representaba el pasado del cual queríamos huir

Albert Om Periodista radio Resido|Radico|Rao 1 - Sergi Alcazar

Foto: Sergi Alcàzar

¿Es tu caso, también, el de alguien que en Catalunya es muy popular, pero cuando va a Francia es completamente anónimo?

Cuando naces en un pueblo estás entrenado a la mirada de los otros. Siempre me he rebelado contra el "qué dirá la gente" y he pensado que la gente diga lo que quiera, pero eso queda. Descansar, de vez en cuando, de la mirada de los otros es necesario y para mí Francia lo fue. Y después hay otra cosa. Siempre me ha gustado conocer gente de todo el mundo. Cuando era pequeño veraneaba en Sant Antoni de Calonge y cuando conocía gente de otros países, con quienes te podías entender, me parecía que era una cosa importante e interesante. Eso también lo encontré en aquella clase, la primavera de 2015.

¡Allí había incluso asesores antiterroristas de los Estados Unidos!

¡Este era un personaje...! El primer día nos presentábamos todos, y cuando dijo que era asesor antiterrorista, que el árabe ya lo conocía y venía a aprender francés, la profesora me dijo que el periodista quizás tenía que hacerle preguntas. Y durante todos aquellos días hubo un juego de ver qué explicaba. Nadie estaba seguro de nada, ni sabía nada de los otros.

¿No tuviste la tentación de inventarte una vida que no fuera la tuya?

Hacíamos muchos juegos a clase. Por ejemplo, a un compañero y a mí nos dijeron que teníamos que hacer ver que éramos los ladrones que habían cometido un atraco a Aix-en-Provence, y que el resto nos interrogarán. Un juego fantástico habría sido inventarse una vida y ver si los otros la descubrían.

Una clase así permite recluir durante un tiempo a gente de todo el mundo, que tienen un interés común...

Y que durante un tiempo se convierte en tu gente allí. Tienes una relación de amistad auténtica y muy intensa, que con el tiempo cuando se acaba se evapora. El hecho de volver a clase allí es un placer. ¡Pero pensamientos, si me hicieran volver aquí a una clase o me hicieran jugar en petanca las tardes de los jueves!

¡Tu integración provenzal llega hasta el hecho de aprender a jugar a la petanca!

No sé si es una integración a la vida de jubilado o a la vida provenzal, pero es el placer de suspender durante un tiempo tu vida. Apretar el botón de pausa, no por una crisis existencial, no para que quieras hacer ningún cambio a tu vida, sino para poder reanudarlo en un punto muy parecido donde estabas en cabeza de un tiempo. El monologuista Godoy tiene una frase que dice "la vida es cojonuda, lástima que sea cada día". Si fuera dos o tres fines de semana en el mes sería fantástica. Este es un deseo universal, borrarse de la vida del día a día, y ya volveremos.

Y si podemos borrarnos en la Provenza, mejor.

Aix-en-Provence es una ciudad preciosa, muy cómoda, sin coches en el centro. A mí me recuerda, según cómo, con Girona. Y después hay un motivo práctico: aparte que fuera una ciudad pequeña, quería estar relativamente cerca de los padres. Estaba a cinco horas en coche, por lo que pudiera pasar.

A pesar de la voluntad de borrarte y suspender la vida de periodista, la actualidad te entra en clase. Es lo que pasa con el accidente de Germanwings.

Haces pausa de muchas cosas, pero el periodista está. Está con los compañeros de clase de quienes quieres saber todo de sus vidas, pero también cuando lees que hay un mitin de Marine Le Pen y te vas. Y absolutamente inesperado, el 24 de marzo de 2015 recibo una llamada de mi madre...

En tu casa cuando sonaba el teléfono es que había pasado alguna cosa.

El teléfono nunca traía buenas noticias para mi padre. Aquel día no lo cogí, pero una compañera de Dusseldorf, que está donde iba el vuelo, recibió un mensaje que se acababa de estrellar un avión a dos horas de donde éramos. Le dije a Carles Capdevila, entonces director del "Ara", que me iba allí. Fui el primer periodista catalán a llegar.

Si la vida fuera sólo dos o tres fines de semana en el mes sería fantástica

Albert Om Periodista radio Resido|Radico|Rao 1 - Sergi Alcazar

Foto: Sergi Alcàzar

Cambiando de registro, en el libro también está la Francia que tiene el tono de sensualidad adecuada que conecta con la imagen que tenían tus padres.

Tengo una escena grabada, de cuándo tenía doce años, cuándo vi por primera vez a una mujer desnuda. Fue por accidente. Ella tenía diecinueve y quedamos durante quince, veinte segundos mirándonos hasta que cerré la puerta, como si el tiempo se hubiera suspendido. Ella se tronchó de risa de aquel niño que había entrado en el lavabo cuando ella descorría la cortina. Tengo la sensación de que ella era consciente de que aquella era una imagen que se me quedaría para siempre, y me la quiso regalar. En el libro también está la fascinación por Françoise Hardy, que había sido una de las mujeres más bonitas del mundo cuando yo nací y que veo un día por televisión que tiene setenta.

Cuando te marchaste estabas a punto de hacer cincuenta años. ¿Eso también fue decisivo?

Los cincuenta son aquella edad que miras tan adelante como hacia atrás. Ves el final de los padres y un final muy próximo a ti para ti y también miras los principios de la vida.

¿En los cincuenta puedes hacer este tipo de pausas y desapariciones?

A partir del 2014 tuve la sensación de que la cosa se acababa. La referencia de los padres hacía pensar que no quedaban demasiados años. Era el momento de marcharse, porque iría bien reordenarse personal y profesionalmente. Se hace difícil decir si lo volveré a hacer o no, pero vi claro que era el momento de hacerlo.

Venías de entrar en las casas de los espectadores con El convidat. De alguna manera, con Islandia, como periodista has cambiado de etapa.

Esta escapada fue justo después de las cinco temporadas de El convidat. El programa me permitía hacer viajes muy intensos a la vida de los otros, pero este libro es, sobre todo, un viaje hacia mí mismo. Hacia mi vida. Yo que siempre he sido muy pudoroso, de una Catalunya que no le gusta mucho mostrarse demasiado, pero que por trabajo enseñas la vida de los otros, aquí me desnudo. Hay esta paradoja: me he querido borrar el año 2015, pero cuando lo publico en el 2021 es cuando más me enseño.

Todos pensamos que te conocemos mucho, pero seguramente no sabemos nada de ti.

Soy una persona abierta y extrovertida, a quien gusta mucho conocer gente, pero me cuesta mucho enseñar mi vida. Incluso recuerdo a mi madre que me llamó un día: "Tengo setenta años y todavía no sé cuándo hablas seriamente y cuándo hablas de cachondeo". Aquí me he intentado expulsar esta parte. Hay cosas que quizás son ridículas, pero son mis cosas. Hay un momento en que explico que mi obsesión era ser grande. Tengo un hermano diez años más mayor que yo y cuando era pequeño había una separación muy grande entre el mundo de los grandes y el de los pequeños. Un verano de estos a Sant Antoni de Calonge me fui con una chica y cuando volvimos con el grupo, dije a los chicos que ya lo había hecho. Era mentira y se descubrió con el testimonio de la chica. Por mi santo me regalaron un muñeco que era un fantasma. ¿Eso es una situación ridícula, pero cuántos chicos no han hecho ver que habían entrado en el mundo de los grandes?

Soy una persona abierta y extrovertida, pero me cuesta mucho enseñar mi vida

Para acabar, quería hablar del hecho de escribir. Hacía veintiún años que no escribías un libro.

Había publicado recopilaciones de artículos y contras del "Ara", pero no había escrito ningún libro desde cero. Me dediqué al periodismo porque me gustaba escribir. Estuve los primeros trece años de mi vida profesional en la prensa, cuando di el salto a la radio y la televisión. Desde el 2014, coincidiendo con la decadencia de los padres, escribo mucho y regularmente, pero sin ninguna voluntad de publicar. En este caso fue la Ester Pujol que me animó a hacer un Joie de vivre sobre mi estancia en la Provenza. Le dije que lo haría, pero que no sería un libro de viajes, sino que quería también incluir una parte memorialística y de recuerdos. Este es un libro importante para mí. Por|Para los años que hace que no escribía y porque no querría esperar veinte años más a hacerlo.