Es la sitcom de más éxito de todos los tiempos de la televisión pública catalana. Una comedia sobre dos amigos de caracteres opuestos que comparten piso. Todo eran risas hasta que todo fueron recelos y peleas entre los protagonistas. Distanciados personal y físicamente, uno se marcha trabajar a Madrid, donde se ha convertido en una estrella televisiva en el ámbito español. El otro se queda en Barcelona, donde ha seguido su carrera de actor en catalán. Un día, sin embargo, el de Madrid lo echa todo a perder y vuelve. Esta bien podría ser la sinopsis con la que resumir la historia de Plats bruts, el gran clásico de nuestro humor televisivo que desde su estreno el 19 de abril de 1999 ha educado catódicamente a varias generaciones de catalanes y catalanas. Podría ser, pero en realidad es el punto de partida de Pont aeri, la primera novela de Víctor Recot.
Nueva voz a seguir de la escena literaria catalana, bajo el nombre Víctor Parkas firmó el libro de relatos Game Boy y participó en las antologías Una risa nueva y Ya no recuerdo qué quería ser de mayor. Con referentes obvios de la cultura popular catalana de los últimos 20 años, Pont aeri es una novela hilarante, que juega con nuestro imaginario colectivo con atrevimiento, inteligencia y humor.
Recort nos descubre las cinco sitcoms que, más allá de Plats bruts, le han inspirado a volar con su Pont aeri.
Una parada de taxis y carcajadas enlatadas. La serie que vio nacer estrellas -Danny DeVito y Cristopher Lloyd sacaban ninguno— casi decapita otra. Andy Kaufman, que en Taxi interpretaba a un mecánico tonto y, con acento indescifrable, rezaba un día tras otro para que le echaran del curro. Esta náusea interpretativa es uno de los detonantes de Pont aeri.
Antes de que la salud mental entrara en el estado de mediatización actual, esta serie ya nos presentó a un psicólogo reciclado en estrella radiofónica. Spin-off de otra maravilla catódica, Cheers, Frasier alterna la comedia sofisticada y los chistes chapuceros; tiene genio y tiene estilo. La segunda temporada es lo más cerca que la comedia ha estado nunca de Dios. Brillante.
La línea de bajo más famosa de la comedia americana. Una serie sobre la nada con hallazgos que son puro arte y ensayo: el episodio del restaurante chino, donde Jerry, Elaine y George se pasan todo el capítulo esperando que les den mesa, es una versión portátil de El angel exterminador de Luis Buñuel. Y con todo, Seinfeld nunca cae en la indolencia o en el gesto vacío.
El pavo real por la cabeza y el petardo dentro del tarro de pintura; qué puta risa, tío. Qué poco conscientes éramos, los chiquillos de los noventa, de estar asistiendo al crepúsculo de la comedia física al estilo Buster Keaton. El no doblaje de Joan Pera, además, hizo que aculturáramos al personaje: para mí, y para muchísima otra gente, Mr. Bean es tan catalán como las habaneras.
Y hablando de Joan Pera -una de las obsesiones que brotan en Pont aeri-, uno de sus primeros papeles secundarios fue al lado de este Doctor Caparrós. Si alguna vez hemos tenido algo parecido a un Larry David en nuestro país, todavía estaría dos peldaños de excelencia por debajo de Joan Capri. Más allá de su sitcom, su colección de monólogos en vinilo son textos sagrados.