Acaba 2021, el año que en que el cine ha intentado sacar la cabeza|cabo|jefe del precipicio a lo que la pandemia lo vertió. Con las salas de cine heridas por las restricciones, por el miedo, y por el cambio de paradigma que las plataformas y los nuevos hábitos de consumo han provocado, sólo un puñado de películas han podido respirar el mismo oxígeno pre-covid. Pero a pesar de una coyuntura nada esperanzadora, 2021 ha sido un magnífico año de cine. Que, además, ha significado un punto de inflexión para las mujeres cineastas: ellas han sido las grandes triunfadoras en los festivales de todas partes. Cannes (con Titane, de Julia Ducournau), Venecia (con L'evènement, de Audrey Dewan) o San Sebastián (con Blue Moon, de Alina Grigore) encabezaron el palmarés con películas dirigidas por mujeres. Incluso los Oscar, escogiendo Nomadland y Chloé Zhao a los premios gordos; ¿los Premios de Cine Europeo (EFA) con Quo Vadis, Aida? y Jasmila Zbanic, o los Goya, con Las niñas, de Pilar Palomero encabezando los galardones, siguieron esta línea femenina.
Es la hora de hacer el listado con lo mejor que el cine nos ha ofrecido este año que finaliza. Para animar al debate (no, no encontraréis ni Annette ni Dune), para recordar buenos momentos, para recomendaros títulos que se han escapado... Estas son las 10 mejores películas de 2021, sin orden de preferencia y con la sensación que quedan fuera de un manojo|puñado de títulos que perfectamente podrían estar en esta selección.
No, en el cine no está todo inventado, ni lo hemos visto todo. Titane es una explosión de creatividad y transgresión, y de potencia visual. Con una asesina en serie y un bombero adicto en los esteroides como protagonistas, la cineasta parisina Julia Ducournau, que ya nos había dejado boquiabiertos con su ópera prima Crudo, propone ahora otra historia de amor al límite, violenta, perturbadora y muy atrevida, que juega con insólita libertad con elementos del gore y de la ciencia ficción. Una pesadilla que dinamita los conceptos de género, no sólo cinematográficos. Ganadora de la Palma de Oro en Cannes, en este 2021 ninguna otra película nos ha volado la cabeza como Titane.
Bajo su aparente ligereza, esta es probablemente la peli mejor escrita de 2021. Heredera del cine de Éric Rohmer y de Woody Allen, esta juguetona dramedy romántica disfruta del gusto por la palabra y el diálogo, y reflexiona sobre los sentimientos amorosos y sus larguísimos tentáculos, con cierta capacidad de desmitificación del romanticismo. Una delicia escrita y dirigida por Emmanuel Mouret que merece ser entre las mejores del año.
Steven Spielberg se ha atrevido a reversionar una peli intocable, y ha salido del reto sin despeinarse. Manteniendo un respeto casi reverencial hacia el original, su adaptación de la obra maestra de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim revitaliza el clásico para crear uno nuevo, añade una insospechada energía a los números musicales (el sueño húmedo del cineasta, ya apuntado en aquel brutal inicio de Indiana Jones y el Templo Maldito), y potencia la lectura social del relato. Y le hace un precioso homenaje al enorme Rita Moreno, la Anita de los años 60. Una maravilla que, por si a alguien le hacía falta, mantiene Spielberg como el grandioso creador que ha marcado el cine norteamericano de los últimos 50 años.
La salvaje y traumática Guerra de los Balcanes dejó centenares de miles de víctimas y la vergüenza perpetua por una Europa que miró a otro lado. Uno de sus episodios más sangrantes fue la matanza de Srebrenica, con más de 8000 de sus habitantes, de etnia bosnia musulmana, asesinados en manos del ejército serbio. La cineasta croata Jasmila Zbanic propone una conmocionadora mirada a aquellos hechos, homenajeando a los muertos y denunciando la pasividad de la ONU, incapaz de evitar la masacre. Durísima, visualmente impactante, es, quizás, la película más dolorosa del año. ,
Aquel extraordinario baile, y aquella borrachera, final del imperial Mads Mikkelsen redondea uno de los filmes del año. El director Thomas Virtenberg nos presenta a cuatro profesores de instituto que deciden hacer de conejitos de indias de su propio estudio sobre los posibles efectos beneficiosos del alcohol. Beber para combatir la rutina y las miserias del día a día. Una tragicomedia que reflexiona sobre las crisis de la mediana edad y sobre las masculinidades frágiles, capaz de arrancar sonrisas y de encoger el corazón, y que apuesta firmemente para convertirse en una celebración de la vida.
La película más personal de Paolo Sorrentino, que abre la caja de recuerdos para fabular sobre su propia adolescencia, marcada por la muerte repentina de sus padres. En un contexto marcado por la llegada de Maradona a Nápoles, presencia que levantó la moral de toda una ciudad y que, según explica el filme y el propio Sorrentino en todo aquel que quiere escucharlo, salvó la vida del director. Manteniendo su inconfundible huella en la puesta en escena pero rebajando su habitual barroquismo visual, Sorrentino se zambulle más que nunca en las emociones, y propone un coming-of-age íntimo y delicado que guiña el ojo al cine de Fellini. Fabulosa.
Rodrigo Cortés consigue una de las experiencias más sorprendentes, emocionantes, conmovedoras y virtuosas del año. Con El amor en su lugar juega con herramientas aparentemente incompatibles, haciéndonos viajar hasta el gueto de Varsovia, para asistir a la representación de una obra de teatro, una comedia musical que contrasta con la muerte y la crueldad nazi más allá de las cuatro paredes del local. El director hace ir la cámara del escenario a lo qué pasa entre bastidores, del vodevil al genocidio, de las carcajadas y las canciones al instinto de seguir respirando cinco minutos más. Todo un ejercicio de estilo, narrado en tiempo real, y basado en hechos históricos, que apuesta por el poder del arte como bálsamo contra el horror.
El cierre del arco narrativo del James Bond de Daniel Craig es, también, un punto y aparte crepuscular y catártico, que va más allá del qué promete toda película sobre el agente con licencia para matar. Craig le ha regalado al personaje una vulnerabilidad insólita y una inesperada aura trágica, dejando una poderosa huella en una figura icónica. Sin tiempo para morir, además, dialoga directamente con uno de los títulos menos vistos y más reivindicables de la saga: los guiños en 007 en el servicio secreto de Su Majestad (el único Bond interpretado por George Lazenby) son constantes, y la influencia espiritual de aquel filme es evidente, con el añadido de la presencia en la banda sonora de la que es, probablemente, la mejor canción Bond de la historia: el 'We have all the time in the world', con la voz de Louis Armstrong. El círculo se cierra y Bond se reinventa. Un clásico instantáneo.
Injustamente eclipsado por Woodstock, el mismo 1969 se celebró el Festival Cultural de Harlem, que reunió a más de 50.000 personas en el Mount Morris Park de Nueva York. Un evento musical y poderosamente reivindicativo, en un momento clave de la historia de los Estados Unidos (en plena lucha por|para los derechos sociales, con el peso de las Panteras Negras y cuando sólo hacía un año de los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy; y que reunía algunas de las mejores voces del momento. Por el escenario pasaron Stevie Wonder, Gladys Knight, B.B. King, Mahalia Jackson o Nina Simone. Las imágenes, inexplicablemente inéditas hasta ahora, ganan hoy en relevancia histórica. El mejor documental musical de los últimos años (con permiso del Get Back de Peter Jackson).
Para acabar, ración doble de nostalgia bien entendida. El cine es arte, sí, pero sobre todo es emoción. Y cuando apela a los sentimientos y a la memoria, puede ser imbatible. Tanto Cazafantasmas: Más allá como Spider-Man: No Way Home han conseguido reacciones insólitas a los últimos tiempos, con el público aplaudiendo en medio de determinadas escenas que aquí no suscitaremos (por eso ya tenéis twitter y olas|oleadas de mala hostia de usuarios que se encargan de destripar las sorpresas que ofrecen ambas películas). Los cazadores de fantasmas y vuestro vecino y amigo arácnido no han fallado. La alegría de la experiencia compartida con el reencuentro de viejos conocidos, tampoco.