El Parc d'Atraccions del Tibidabo es un espacio singular por varios motivos, como el hecho de estar situado en la cima de la sierra de Collserola, en el punto más alto del término municipal de Barcelona y a 512 metros sobre el nivel del mar, y por eso ofrece unas vistas sobre la ciudad inigualables; porque acumula ya ciento veinticuatro años de historia desde su inauguración en 1901 y es el segundo más antiguo de Europa en funcionamiento, solo por detrás del Tivoli de Copenhague, o porque desde 2002 que es de titularidad municipal, un hecho poco frecuente con respecto a los parques de atracciones, a menudo en manos privadas.
También es singular por las atracciones históricas que contiene, entre las cuales la Talaia, el mirador que desde 1921 supera la cota de la sierra de Collserola y ofrece vistas a 551 metros sobre el nivel del mar, o el Avió, una réplica del modelo que hizo el primer viaje desde Barcelona hasta Madrid y que desde 1928 ha supuesto un bautizo aéreo para generaciones de barceloneses. Ahora bien, si hay una joya histórica realmente especial en el Parc d'Atraccions del Tibidabo, esta es el Museu dels Autòmats, una colección de una cuarentena de piezas, entre autómatas y maquetas, que invitan el visitante a un viaje a un mundo de mecánica lúdica anclado en el tiempo.
El Museu dels Autòmats es, de hecho, un museo municipal, pero no ha sido hasta el pasado mes de mayo que se ha sumado a la iniciativa del resto de museos de titularidad pública de ofrecer visitas gratuitas el primer domingo de cada mes, como este mismo 1 de junio. Se trata de visitas sin reserva previa ni necesidad de pasar por las taquillas del parque, y abiertas, como el resto de museos municipales, a toda la ciudadanía y visitantes. La apertura gratis en domingos es, pues, la excusa perfecta para explicar el pasado y presente de esta joya histórica del parque de atracciones del Tibidabo.
Piezas antiguas en un museo moderno
A pesar de tratarse de una colección histórica, con las piezas más antiguas de 1880, el Museu dels Autòmats es, de hecho, una atracción moderna, ya que fue creado como tal el año 1982, cuando se reunieron en un mismo espacio todo de autómatas y maquetas que anteriormente "estaban repartidos por todo el parque", según explica Lluís Ribas, conservador del Museu dels Autòmats y conocedor a fondo de los secretos de esta colección única que, además, está instalada en un espacio también histórico, lo que había sido el teatro del parque de atracciones, construido el año 1909. Para añadir más singularidad, Ribas apunta que el museo es "una atracción más", pero que, a diferencia de otros museos de autómatas de Europa, se encuentra en un parque de atracciones: "En muchos parques puedes encontrar una montaña rusa, pero solo aquí puedes encontrar un museo de autómatas".





De hecho, hasta el año 1982, tanto los autómatas como las maquetas se encontraban en diferentes puntos del parque de atracciones y se accionaban insertando monedas y se explica que en 1954, Walt Disney intentó comprar todas las piezas con un cheque en blanco, pero la dirección del momento rechazó la oferta, de manera que ahora hace unos cuarenta años se pudieron reunir todas las piezas existentes -de las cuales se exponen la mayoría-, en un solo espacio, incluido en la entrada al parque -y ahora también gratis el primer domingo de cada mes-, y con la ventaja de que ya no hay que insertar monedas, sino que se accionan simplemente pulsando un botón.
¿Qué es un autómata?
Un autómata es, según explica Ribas, "un mecanismo que funciona con los elementos mecánicos de siempre, como engranajes, poleas, palancas y levas". Dicho de otra manera, la diferencia entre un mecanismo industrial, como una máquina de hilar de la revolución industrial, y un autómata es que este último no tiene un propósito productivo, sino "lúdico", y eso es lo que marca la diferencia, ya que se trata de reproducciones de situaciones y actividades humanas, a menudo relacionadas con el mundo del circo, donde los diversos personajes evolucionan con acciones como bailar, hacer malabarismos o equilibrismos. Al fin y al cabo, un autómata es "un automatismo que está pensado para divertir a la gente, para entretenerlos".
En el caso de los autómatas del Tibidabo, hay dos procedencias principales, la primera son piezas provenientes de empresas especializadas, de fabricación francesa, son los llamados "autómatas de Vichy" por|para el nombre de una de las empresas principales, la Vichy-Triboulet. Estas empresas fabricaban tiradas cortas, de como máximo 200 ejemplares por modelo, y en algunos casos, la que queda en Barcelona es la única copia, cuando menos, conocida, ya que puede pasar de que las haya en colecciones particulares, puesto que los autómatas también eran adquiridos por familias acomodadas como elemento de ocio y ostentación. La segunda procedencia es la creación propia en los talleres del Tibidabo, y en este caso, precisamente por este origen, se trata de piezas únicas, así como las maquetas, a menudo inspiradas en las mismas atracciones del Tibidabo, como la Atalaya y la Montaña Rusa: "Nadie puede encontrar ninguna pieza exactamente igual a las maquetas que nosotros tenemos aquí" añade Ribas, que precisamente es el autor de la última adquisición del museo, el autómata Els Germans Gaüs o l'Equilibri del Món, de 2005.
Las joyas de la corona: El Pallasso i la Granota y Els Equilibristes
Con respecto a las piezas más significativas de la colección, Ribas destaca El Pallasso i la Granota, "un autómata que se pone en marcha en ocasiones muy especiales, porque es un autómata muy complejo y muy sensible a las variaciones de temperatura". Es de principios de siglo y solo se conocen dos ejemplares en todo el mundo. Otra que hay que destacar es la de Els Equilibristes, que presenta a cinco personajes haciendo ejercicios de equilibrio de forma sincronizada, que data de 1913 y que, como El Pallasso i la Granota, fue fabricado por Vichy-Triboulet. Con todo, la imagen más icónica del museo es La Monyos, un autómata que recuerda al popular personaje barcelonés del mismo nombre.
"Mi trabajo consiste en conservar estas piezas, tanto las maquetas como los autómatas, en perfecto estado, es decir, que siempre funcionen, pero además hacerlo de manera que se conserve su técnica constructiva y sus materiales", señala Ribas, que apunta que "la mayor parte de las piezas que hay aquí tienen entre un 80 y un 90% de originalidad". De hecho, más allá de tener temporizadores electrónicos, los mecanismos se mantienen en su originalidad, más allá de las sustituciones de piezas que ha habido que hacer en dispositivos que, la mayoría, acumulan ya más de cien años de historia.




Con respecto al público, el Museu dels Autòmats es una atracción más del parque de atracciones, aunque no tiene la adrenalina de una montaña rusa o una caída libre. Con todo, el público "es muy transversal", pero con reacciones diferentes: "Los niños pequeños lo ven como muñecos en marcha, mientras que hay un público más escéptico, que son los adolescentes". Con respecto al público más sénior, normalmente hay mucho público local que recuerda "con nostalgia" sus visitas de cuando eran niños, y finalmente "un público muy entrañable, que son las personas mayores, que muchas veces vienen los veranos acompañados de los nietos". En todo caso, Ribas apunta que el museo "no tiene una bajada de público como se podría imaginar en una instalación de piezas antiguas, sino que realmente lo que hace es mantener esta ilusión de una atracción que siempre ha estado funcionando y que hoy día, en la época de la inteligencia artificial, fijaos en como sigue cautivando a la gente". Un hechizo que, además, se puede disfrutar gratis cada primer domingo de mes.