Tal día como hoy de hace cien años, el 31 de mayo de 1925, nació en Casas Altas, en la comarca del Rincón de Ademuz, Francisco Candel Tortajada, más conocido como Paco Candel, un valenciano churro, es decir, de lengua castellana, que de bien pequeño se trasladó con su familia a Barcelona, ciudad donde se convirtió en novelista y periodista y donde murió el 23 de noviembre del 2007, a los 82 años. De su obra destacan novelas como Donde la ciudad cambia su nombre (1957) y Han matado en un hombre, han roto un paisaje (1959), pero su obra cumbre es el ensayo Els altres catalans (1964), un estudio entre periodístico y sociológico de la gran ola migratoria que, llegada principalmente del sur de España, provocó unos cambios en la sociedad catalana que, medio siglo más tarde y con la lengua catalana bajo mínimos, parecen irreversibles.
Els altres catalans fue un encargo de Max Cahner, que Candel escribió en castellano y que le tradujo al catalán Ramon Folch i Camarassa -la edición en catalana precedió a la castellana-, y que se ha convertido en una obra primordial para entender aquello que, a menudo con cierta distancia, se califica de fenómeno de la inmigración. El propósito del libro, bien loable en aquel contexto, era dar a conocer la identidad social de aquellos inmigrantes que habían llegado a Catalunya y la habían transformado, y Candel lo hizo desde un conocimiento de primera mano no exento de críticas al talante de aquellos inmigrantes, como aquel dudoso cartel aparecido en el barrio de la Torrassa de l'Hospitalet de Llobregat durante la Guerra Civil: Cataluña termina aquí. Aquí empieza Murcia.

Más allá, pero, del debate sobre la esencia de la xarneguidad, una palabra que Candel no utiliza, el escritor tuvo la habilidad de dotar de identidad a aquellos centenares de miles de personas, familias e incluso pueblos enteros que se movían siempre en una dirección clara, hacia Catalunya, y lo hizo desde la cotidianidad, desde la conversación y el contraste de puntos de vista. Para Candel, el libro debía responder a la pregunta de si los inmigrantes serían catalanizados o, al contrario, tendrían un papel de descatalanización y la respuesta, en todo caso, se puede constatar solo pisando las calles de cualquier municipio catalán, teniendo en cuenta, eso sí, que la actual oleada inmigratoria internacional ha desdibujado del todo el retrato social de Candel.
La otra Barcelona de los otros catalanes
Ahora bien, Candel, además de naturalizar a los inmigrantes españoles de los años cincuenta y sesenta fijándose en su interacción con los catalanes, también tuvo otra función que hay que destacar, la de descubrir la otra Barcelona, es decir, aquellos barrios que crecieron a golpe de llegadas del Sevillano, el tren que hacía el trayecto Sevilla-Barcelona, que se esparcían por los suburbios conformando barrios de chabolas o de autoconstrucción. No en balde, el mismo Candel se tuvo que instalar, apenas llegado de niño Barcelona, en las barracas de Montjuïc, para trasladarse después a las casas baratas de Can Tunis, al conjunto llamado Eduard Aunós, actualmente completamente desaparecido, ubicado en el actual barrio de Marina del Prat Vermell, en el distrito de Sants-Montjuïc.

El mismo Candel, de hecho, fue el protagonista de uno de los reportajes de la serie Guía informal de Barcelona que los periodistas Josep Maria Huertas Claveria y José Martí Gómez publicaron en varios medios de la ciudad a principios de la década de los setenta, y su misión fue la de explicar la Barcelona del entorno del cementerio de Montjuïc, un espacio donde la ciudad de los vivos y los muertos se confundían y donde las chabolas, hoy desaparecidas, rodeaban el recinto mortuorio. Tanto es así que el actual Fossar de la Pedrera, donde está enterrado el president Lluís Companys, estaba coronado por estas edificaciones precarias que alojaron miles de esos otros catalanes, que también eran otros barceloneses, y que Candel retrató tan bien.
Es por eso que el legado de Candel, a pesar de haber quedado superado en el tiempo, porque ni la inmigración ni la sociedad catalana actuales ya no tienen mucho que ver con las de los años sesenta del siglo pasado, tiene este plus de explicar la ciudad de fuera hacia dentro, de la periferia hacia el centro, de Can Tunis hacia la otra vertiente de Montjuïc, pero también desde el Verdum, en Nou Barris o incluso desde la Torrassa, ya en l'Hospitalet de Llobregat. Candel naturalizó a los otros catalanes pero, como también hizo el ya mencionado Huertas Claveria, dotó a Barcelona de una dimensión global, donde los barrios periféricos adquirió también carta de naturaleza para ser plenamente barceloneses.