La libertad es un término polémico. A todo el mundo le gusta, aseguran defenderla y se les llena la boca al pronunciarla. Ahora bien, hay quien la utiliza como excusa y palabra mágica que les permite perpetrar toda lleva de atropellos. Y no, no hablamos del ámbito político, donde la interpretación de la palabra merece un capítulo especial. En este caso sólo nos referimos a la vida cotidiana. A cosas que pasan cada día en nuestro entorno y pueden pasar desapercibidas, excepto, evidentemente, para aquellos que sufren las consecuencias de su mal uso. Habría que recordar un dicho muy acertado, aquel de "tu libertad acaba donde empieza la de los demás". Una fórmula sencilla que entienden incluso en los jardines de infancia. Desgraciadamente, se cumple cada vez menos. Y el fin del estado de alarma ha potenciado las conductas irrespetuosas y la laminación total de su significado. Un buen ejemplo: la proliferación de fiestas en casas particulares a horas intempestivas, reventando los nervios y los tímpanos de los vecinos.

Turismo Barcelona, policía pidiendo calma a un turista en apartamento - Pau de la Calle

Guardia Urbana pidiendo calma a un turista en un apartamento / Pau de la Calle

Es un fenómeno que seguramente se produce en todas las ciudades de Catalunya, pero en el caso de Barcelona, mucho más poblada, es una epidemia y una lacra. Sí, de acuerdo: el confinamiento, la pandemia, las restricciones... todo ha sido muy duro, pesado, largo. Había ganas de celebrar, de liberarse, de desatar la fiesta. Pero "ni calvo, ni dos pelucas". Es un festival permanente y un suplicio. Y lo que es todavía más aberrante: no es cosa de los fines de semana; los días laborables pasa lo mismo, y ante la indiferencia policial. Hay más desenfreno un lunes o martes en un patio de isla del Eixample que durante la verbena de Sant Joan. Y por cierto: muchos de los que fastidian cada noche, también lo hacían durante los peores meses de la pandemia, con las medidas restrictivas en funcionamiento. Les importa todo un rábano, van a la suya. Miles de ciudadanos están hasta las narices, como Toni Clapés. El de RAC1, vecino del Eixample Izquierdo, lo denuncia con una mezcla de indignación y tristeza: "0:55H. Fiesta tras fiesta. BAR-FEST-ONA. Triste añorar el estado de alarma". Una situación que se produce en todos los barrios y distritos de la ciudad, sin descanso.

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Toni Clapés está harto / TV3

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Señoras y señores del Ayuntamiento: basta. O se actúa, o montan un 'fiestódromo' bien alejado de los ciudadanos que, oh sorpresa, sólo aspiran a poder dormir por las noches e ir a trabajar al día siguiente. A que sus criaturas no se despierten por los gritos y el volumen ensordecedor de la música (pésima el 95% de las veces). A que las persones enfermas puedan descansar y reponerse. Vaya, a que sus impuestos sirvan para vivir en paz y tranquilidad.