El 8 de julio de 2023, Tamara Falcó e Íñigo Onieva sellaban su amor con una ceremonia fastuosa, pero cargada de sombras. Lo que debía ser el inicio de un cuento de hadas, fue en realidad el epílogo de una historia manchada por la desconfianza. La marquesa de Griñón, tras romper su compromiso por las evidentes infidelidades del empresario, decidió perdonar y seguir adelante. Hoy, dos años después, su aparente tranquilidad pública no logra ocultar el malestar interno que arrastra desde entonces.
La psicóloga y autora Lara Ferreiro, especializada en relaciones tóxicas, ha sido tajante en su análisis, afirmando que Tamara no es tan ingenua como muchos piensan. Para la experta, hay dos posibilidades dolorosas: o bien Falcó se aferra a una fe irracional en la redención del infiel, o bien ha pactado consigo misma tolerar lo intolerable para cumplir su sueño de ser madre. Cualquiera de las dos opciones revela una verdad inquietante: la herida sigue abierta, pero simplemente ha sido encubierta bajo una apariencia de normalidad.
Tamara Falcó entre la presión de ser madre y el fantasma de la infidelidad
En palabras de Ferreiro, el mayor peso emocional que arrastra la hija de Isabel Preysler es la presión del tiempo. A sus 43 años, Tamara no solo lucha contra los rumores, sino también contra el tic-tac de su propio cuerpo. El deseo de formar una familia tradicional —como la que idealiza de su infancia— parece haber sido el motor que la llevó a ignorar las señales de alerta que, desde el principio, acompañaban a Íñigo.
“Yo creo que ella pactó ser madre cuando Íñigo le puso los cuernos y dijo, esto es mejor que nada, por la presión del reloj biológico”, afirma Ferreiro. Esta interpretación refuerza la idea de que la marquesa habría tomado una decisión dolorosamente racional, sacrificando su paz emocional en favor de un objetivo vital. Una apuesta arriesgada que, según se dice, ni siquiera cuenta con el apoyo total de su madre, quien, según fuentes cercanas, “no puede ni ver a Íñigo”.
Una relación que se desvanece en silencio y un amor que nunca fue correspondido
A pesar de los escasos momentos públicos juntos y de algunas publicaciones forzadas en redes sociales, lo cierto es que el aura de complicidad que alguna vez intentaron proyectar ha desaparecido. Íñigo Onieva continúa siendo el eterno fiestero, ajeno a las expectativas tradicionales de su esposa. La psicóloga recalca que “yo creo que Íñigo, enamorado de ella no lo ha estado, porque una persona enamorada no te pone los cuernos, tiene la vasopresina, la hormona de la fidelidad muy alta”.
La alusión al escándalo en Burning Man, donde Onieva fue captado con otra mujer a pocos días de formalizar su compromiso, resurge como un fantasma constante en la relación. Y aunque Tamara intenta sostener la fachada, su lenguaje corporal y su silencio revelan lo que su boca calla: el miedo al fracaso, la tristeza por un matrimonio sin ilusión y la vergüenza de haber perdonado algo imperdonable. Lara Ferreiro remata con una reflexión devastadora: Tamara Falcó “podría estar comprometida con la pareja, pero con heridas no cerradas, porque al final tu cerebro no te deja descansar. Una persona te lo ha hecho, te lo va a hacer más veces, sumado al temor al fracaso de su matrimonio”.