Soraya Sáenz de Santamaría vive una vida que nada tiene que ver con la que tuvo. Sin ruedas de prensa. Sin despachos interminables ni urgencias a medianoche. Aquella mujer que fue uno de los rostros más poderosos del país ha optado por un camino opuesto: discreto, doméstico, creativo y casi secreto. Su regreso, después de años de silencio, no ha sido a través de un plató ni de una entrevista, sino de un libro sorprendentemente íntimo, “Miradas Paralelas”, escrito a cuatro manos con su amigo Álvaro Caballo.
La muerte de Marian, hermana de Álvaro y muy querida por Soraya, impulsó a ambos a convertir sus paseos por museos en un libro de fotografías y textos breves. Un trabajo benéfico, destinado íntegramente a la Asociación Española Contra el Cáncer, que revela su mirada más emocional. En él, Soraya escribe con pocas palabras. Las justas. Mensajes cortos que acompañan imágenes reinterpretadas de obras del Museo del Prado, donde pasaron meses profundizando en cuadros que ella siempre admiró en silencio.
Cambio radical en la vida de Soraya Sáenz de Santamaría
Lejos de Moncloa, su vida ha cambiado de ritmo. Ahora dedica tiempo a su familia, y su hijo Iván es su principal prioridad. Quienes la visitan coinciden: “Es una madraza”. Disfruta de su adolescencia, organiza planes, lo acompaña en todo lo que puede. Y lo hace desde una normalidad que nunca pudo permitirse cuando era vicepresidenta.
Su día a día también pasa por trabajos más tranquilos: forma parte del Consejo de Estado, colabora con Cuatrecasas y desempeña tareas en Moeve. Todo ello sin renunciar a su espacio personal, ese que durante años fue absorbido por la política. Ahora, Soraya escribe, lee compulsivamente, dos o tres libros por semana, e incluso ha descubierto una nueva pasión: la cocina. “Se ha apuntado a varios cursos”, cuentan, y disfruta experimentando, estudiando recetas y preparando platos como una alumna aplicada.
Ocupa su tiempo con el arte y la cultura
La ex vicepresidenta vuelve a los museos con la misma fascinación que tenía de niña. Se planta frente a una obra y se queda allí, sin prisas. Sin escoltas. Sin teléfonos sonando. Este contacto constante con el arte se refleja en su libro, donde aborda temas como la fragilidad del clima, los temores actuales ante la inteligencia artificial o la relación entre belleza y memoria.
Su presentación pública del libro reunió a amigos y antiguos compañeros, desde Mariano Rajoy hasta figuras del mundo jurídico y cultural. Allí se vio a una Soraya distinta: relajada, sonriente, dueña de su tiempo. Una mujer que se alejó voluntariamente de los focos y que solo los recupera cuando sirven para algo útil: apoyar la investigación contra el cáncer y compartir una sensibilidad que nunca había mostrado en público.
