Sijena y Sevilla, dos ciudades unidas por un hilo invisible: el procés. Rajoy aprovechó el 155 para llevarse el arte sacro sin esperar el último recurso judicial y la Cadena Ser entregó sus premios de radio y TV fuera de Barcelona, que es donde llevan 63 años decidiéndose y entregándose. La Gala pasó de puntillas al respecto. Ni uno solo de los galardonados hizo referencia, y había unos cuantos catalanes. Daba la sensación de consigna. Aquello no serían los Goya del "No a la guerra".

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Y todo discurrió en un amable "Viva Andalucía y viva los Ondas", como exclamó la Niña Pastori. Susana Díaz sonreía por haberse quedado el arte sacro de los premios españoles e incluso Paquirrín se puso smoking.

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Josep Maria Pou, el actor premiado para Nit i dia, una serie que en la platea les sonaba tanto como un culebrón norcoreano, se felicitó porque este año el premio viene con "una propina: Sevilla". El presentador de la Gala, Toni Garrido, demostró por qué ha sustituido a la defenestrada Gemma Nierga: se refirió textualmente al "dichoso procés". Josep Cuní fue de los que más se atrevió. Sus primeras palabras "Soc català" fueron un bálsamo para recordar que el idioma no es el problema. Con su Ondas por el antiguo 8 al dia en la mano (el programa de ahora ya no es suyo) hizo un guiño al Ondas que recibió en Barcelona por Els matins hace 12 años. Volvió a dedicárselo a su esposa Montse "por su infinito paciencia". Y a todos los que han trabajado con él. Otro problema de entregarlo en Sevilla es que, como reveló Susanna Griso, confundieron a Cuní con un figurante.

Griso estuvo contenida al recoger el suyo. Vuelven a premiarla por el mismo programa por el que recibió el anterior Ondas. Lo dedicó a su madre recientemente desaparecida y a la directora de Espejo público, que es finalmente la responsable de todo lo que se vierte en el programa más anti-independentista de la parrilla. Recordó a sus maestros, Gabilondo, Del Olmo y Cuní. Tres monstruos de la radio que se añoran en los tiempos actuales de Carlos Herrera o del mismo Toni Garrido.

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Cuní, sin programa incomprensiblemente, no hizo como Isabel Gemio, que pidió trabajo al recoger su premio la misma semana que la echan de Onda Cero para cambiarla por Jaime Cantizano. De los otros premiados de la radio no todos pudieron agradecer su premio: por la cobertura de los atentados en Cataluña de agosto RAC1 no pudo defender el trabajo del Mayor Trapero como tenían previsto. Todo en orden. Una foto de familia al sol de Susana Díaz con Cebrián y Carlos Godó a ambos lados.

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Uno de los premiados, el responsable del programa nostálgico Ochentéame sobre los JJ.OO. de Barcelona, se dirigió a Puigdemont refiriéndose a él como el "periodista Puigdemont" y todos dieron un respingo en la platea. Ay, que se liará. Era para lanzarle al president que por su antigua profesión tdebería mirarse su documental sobre Barcelona'92, cuando supuestamente todos éramos felices. Seguro que el "registrador de la propiedad Rajoy" también recibirá una copia.

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Y la Gala seguía aburrida excepto cuando la espléndida Blanca Suárez lloró diciendo "estoy muy sensible". Uno de los pocos momentos auténticos de una fiesta de premios de TV que ninguna cadena de TV emitió. Según cómo vaya el 21-D, nos tememos que la 65 edición y las siguientes harán como la Vuelta ciclista a España: serán itinerantes. Y en Barcelona ya volverán cuando gobierne Iceta.