Kiko Rivera, hijo de la tonadillera Isabel Pantoja y del recordado torero Paquirri, ha vivido una carrera profesional marcada por altibajos tan pronunciados como su vida personal. Tras experimentar un ascenso meteórico a principios de la década de 2010 en el mundo del espectáculo, en parte gracias a su apellido y a su carisma mediático, el DJ y cantante ha tenido que reinventarse para adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy, lejos de las grandes discotecas de Ibiza o las giras multitudinarias, Rivera se enfrenta a una realidad muy distinta: pequeños pueblos, aforos limitados y entradas a 12 euros.

En su mejor momento, Kiko Rivera compartía carteles con artistas como David Bisbal en eventos de verano y fiestas patronales, y se permitía cobrar cifras cercanas a los 15.000 euros por actuación. Su popularidad como personaje de reality, su incursión como DJ en la música electrónica comercial y su tirón mediático le convirtieron en un reclamo frecuente para promotores de fiestas en toda España. La figura de “Paquirrín”, como lo bautizó la prensa rosa, llenaba locales casi por inercia.

Pero el paso del tiempo, una sucesión de escándalos personales y el desgaste de su imagen pública han hecho mella. La pandemia de COVID-19 supuso un duro golpe para la industria del ocio nocturno, y Rivera, como tantos otros, se vio obligado a detener su actividad durante meses. A eso se sumaron problemas de salud, conflictos familiares mediáticos —especialmente con su madre, Isabel Pantoja— y un distanciamiento con parte del público que lo seguía más por su papel en los platós de televisión que por su música.

Un cambio radical en su carrera 

En 2025, el panorama es muy distinto. Su última gira, titulada "Desde el corazón", refleja ese intento de acercarse a una audiencia más reducida y local. Recintos con menos de 600 butacas, entradas por 12 euros y una propuesta más íntima en la que Rivera mezcla su faceta como DJ con confesiones personales y canciones en formato acústico, han marcado su nueva etapa. “Ya no soy el mismo Kiko de antes”, ha declarado recientemente en una entrevista para una radio local de Albacete. “He aprendido a valorar cada persona que paga por venir a verme”.

Esta reinvención no es únicamente musical. Rivera ha empezado a generar contenido en redes sociales orientado al entretenimiento familiar, con vídeos de cocina, sesiones en directo desde su estudio casero, e incluso colaboraciones con marcas de ropa urbana. Aunque muchos lo consideran una figura del pasado, su base de seguidores en redes se mantiene estable, especialmente entre aquellos que lo han visto crecer ante las cámaras desde su adolescencia.

No se rinde con su carrera

Expertos en comunicación y branding señalan que Kiko Rivera está intentando seguir la senda de otros famosos que han aprendido a transitar del foco mediático masivo a una presencia más discreta, pero rentable. “Él está explotando su marca personal como puede: no puede llenar estadios, pero sí puede generar contenido, hacer bolos en pueblos, o incluso monetizar su vida diaria”, explica Carmen Ruiz, analista de medios y redes.

La pregunta es si este nuevo formato será sostenible en el tiempo. Rivera lo tiene claro: “Mientras tenga gente que me escuche, seguiré”. A pesar de los cambios, las caídas y las críticas, el hijo de Isabel Pantoja se niega a desaparecer del todo del mapa. Porque si algo ha demostrado en más de dos décadas de exposición pública, es su capacidad para adaptarse, aunque sea a golpe de necesidad. Y en tiempos difíciles, sobrevivir también es una forma de éxito.