El éxito de Juan del Val con Vera, obra ganadora del Premio Planeta 2025, llega en un momento contradictorio. En España, la lectura cae. La televisión retrocede. El cine pierde público. Y el escritor triunfa justo cuando, culturalmente, casi nada parece acompañar. Él lo sabe y lo asume.
El Anuario SGAE 2025 dibuja una fotografía precisa del consumo cultural. Y el retrato es duro para casi todo. España lee menos. España ve menos cine. España consume menos televisión tradicional. Pero España escucha más música que nunca. La comparación entre sectores es brutal. Lo dicen los expertos: “Vivimos en un país donde la música está creciendo de forma bestial”.

La música, la forma cultural que más crece en España
Los números lo confirman. La música en vivo vive un crecimiento arrollador. Un 32,3% más de conciertos respecto a 2019. Un 20,6% más de público. Un 77,1% más de ingresos. Cifras que no solo superan la pandemia, sino que dejan en evidencia la antigua “época dorada” de 2008.
Las cifras de la Asociación de Promotores Musicales lo rematan. España cerró 2024 con 725,6 millones de euros en venta de entradas. Un récord. Un salto del 25,32%. El tercer año consecutivo batiendo marcas históricas. Los festivales, por su parte, generaron 398 millones. La espiral es meteórica: de 459 millones en 2022, a 579 en 2023, hasta alcanzar la cifra actual. Un escenario impensable hace solo unos años. Pero real.
Mientras tanto, el cine español vive su peor etapa reciente. Las salas registraron entre 71 y 73 millones de espectadores en 2024. Un descenso constante. Muy lejos de los 105 millones de 2019. La taquilla se estanca. Y se estanca mal. La huelga de Hollywood, los cambios de consumo y la inercia negativa han creado un cóctel del que la industria no logra salir.

Aunque sea más caro, los españoles prefieren un concierto antes que ir al cine
La televisión tradicional tampoco remonta. El consumo cae a 163-171 minutos diarios, el mínimo histórico. En diez años, el desplome es del 30%. Las plataformas dominan. El ocio inmediato reina. Y la lectura y la televisión se ven arrinconadas por un público que exige experiencias diferentes y rápidas.
¿La explicación? Muy sencilla: la música en directo se ha convertido en una experiencia premium. Algo irrepetible. Algo que no puede replicarse en casa. España es hoy parada obligatoria para giras internacionales. Los incentivos fiscales han atraído inversión. Y el público joven prefiere pagar 80 euros por un festival antes que 8 euros por una entrada de cine.