La candidata del PP a presidir la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se está revelando como una de las grandes aspirantes a ocupar la primera posición de las burradas durante la/las campañas electorales. Ya alborotó a la opinión pública con su ocurrencia de "los concebidos no nacidos", y aunque ha tardado unos días en volver a las primeras listas de los superventas, lo ha ha hecho con fuerza: Atacar el programa Madrid Central de pacificación del tráfico de la alcaldesa Manuela Carmena con una nostálgica alabanza de los (ahora menguantes) embotellamientos de tráfico en el centro de la capital de España: "Los atascos eran parte de la vida de Madrid, una seña de identidad"

"Una seña de identidad" molesta y poco sostenible en una ciudad con graves problemas de contaminación. Díaz Ayuso, ante la nueva oleada de mofas y críticas a partes iguales, ha querido explicar a través de un tuit el porqué de esta triste afirmación. En resumen: Prefiere un atasco del PP a uno de Carmena, claro está, quien ha trasladado los problemas de tráfico a la entrada de Madrid (es decir, allí donde supuestamente tendría que actuar su partido, que gobierna la Comunidad). No sólo eso, sino que ha mostrado su preferencia por "los atascos a las tres de la mañana de un sábado", cosa que hacía a los madrileños sentir "que su ciudad era especial".

Que cintura tan flexible la que demuestra la candidata del PP, ejecutando a la perfección la estrategia del ventilador y esparciendo la porquería que le corresponde como miembro del partido de gobierno. Lo que ya no tiene nombre son las formas de argumentación de la elegida por líder supremo, Pablo Casado, con quien por cierto compite en el duelo de excesos verbales junto con Adolfo Suárez Illana (el de los abortos post-nacimiento en Nueva York), o tantos otros. Los internautas, sin embargo, continúan con su capacidad por sorpresa intacta.

Qué atasco, Isabel, pero mental. La obcecación con Carmena (y en general, con cualquiera que demuestre un poco de juicio) está contaminando tu raciocinio. Y las tonterías, convirtiéndose en tu "seña de identidad".