La historia de Juanjo Mateo sigue fascinando. Es un viaje singular. Un cambio brusco. Un círculo que se cierra donde empezó: en Elche, dentro de un taxi. En 2004, su vida dio un giro inesperado. Era un joven de 25 años. Humilde. Cercano. Y se convirtió en el ganador de Gran Hermano, en una edición presentada por Mercedes Milá que todavía muchos recuerdan.

Su perfil gustó desde el principio. La audiencia lo vio auténtico. Un chico normal. Un trabajador más. En su vídeo de presentación lanzó una frase que quedó grabada: “Los taxistas somos los psicólogos de la gente”. Con esa frase, conectó con miles de espectadores que buscaban naturalidad. Pasó 109 días en la casa. Días intensos. Días imprevisibles. Y al final, se llevó los 300.000 euros del premio.

 

Juanjo Mateo fue uno de los ganadores del popular Gran Hermano

Además, dentro de la casa vivió una historia de amor. Se enamoró de Diana Bartolomé. Una relación intensa. Llena de altibajos. Según ella misma explicó tiempo después en televisión, lo suyo era un vaivén constante. Terminó cansada. Buscaba estabilidad. Y decidió rehacer su vida lejos de él. Juanjo, mientras tanto, trataba de volver a la normalidad.

Pero la fama no le sentó bien. Según contó años después en declaraciones recogidas por Periodista Digital, terminó agotado. Se sintió poco valorado. Poco acompañado. Aseguró que su intimidad se pagó “a 90 euros diarios”. Un precio, decía, muy bajo para todo lo que sacrificó. Incluso pensó en demandar a la productora. Se vio desbordado. La presión era mucha. El ritmo, asfixiante.

Juan José Mateo Rocamora
Juan José Mateo Rocamora

Para Juanjo, los 300.000 euros fueron poco premio por todo lo que sacrificó

Y lo hizo. Después del huracán mediático, regresó a su puesto de siempre. Volvió al taxi. A la rutina. A lo que conocía. Hoy es un taxista querido en Elche. Lo saludan y a veces lo reconocen. No es extraño que le pidan una foto o un autógrafo. Él lo lleva con humor. Con esa esencia que nunca perdió. “No he sido un juguete roto”, afirmaba en aquellas declaraciones. Y lo cierto es que lo demuestra día a día.

Su perfil de Instagram es casi un símbolo de su forma de ser. Solo 11 publicaciones, todas de 2020. En ellas aparece entrenando. Cuidando sus gallinas. Mirando la vida sin prisa.
En una de esas publicaciones dejó claro cómo se sentía: “Poco queda de aquel Juanjo que salió de Guadalix”. Una frase contundente. Directa. Donde reconocía haber vivido con ingenuidad aquella etapa de fama desbordada.

Ahora, dos décadas después, Juanjo es un padre de familia satisfecho. Un trabajador constante. Un hombre que eligió la serenidad por encima de los focos.