Bertín Osborne lleva unas semanas de aúpa. A excepción del programa dedicado a Jorge Javier Vázquez y a la cantante María Jiménez (ingresada desde hace semanas en la UCI), ha ido recibiendo o visitando a personajes como Santiago Abascal, Pablo Casado, Albert Rivera, Marta Sánchez... y ahora, al torero Juan José Padilla, famoso por haber sufrido hasta 39 cornadas (una de las cuales le hizo perder el ojo) y también por haber paseado la bandera franquista por una plaza de toros. La línea argumental que une a todos estos invitados es tan evidente que no hay ni que mencionarla.

Padilla Telecinco

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En el caso del torero de Jerez de la Frontera la emoción del presentador y de su esposa (una especie de cuidadora de las mujeres del clan Padilla) era extrema. Las imágenes del dolor, la sangre, el padecimiento de la familia, y sobre todo, la obstinación del hombre para volver a los ruedos le convertían en un mito, un monumento en vida, un superhéroe.

Todo el programa consisitió en un simulacro de adoctrinamiento taurino donde no faltó ni el victimismo ni los argumentos repetidos hasta la extenuación por la afición de esta anacrónica "fiesta nacional". Un ejemplo. Escuchar a la madre del torero exclamar "son toreros pero también somos personas", instantes después de ver cómo las cámaras de televisión les entrevistaban en su casa mientras su hijo era embestido en Zaragoza, parecen un insulto a la inteligencia. ¿Quién no se estremece con el mal ajeno? ¿Quién no se compadece ante la horripilante escena? Pero eso, en vez de convertirle en leyenda, tendría que abrirles los ojos sobre lo que ellos denominan "arte" y muchos encuentran una acto salvaje e insensato. "Nos ven como maltratadores, pero somos amantes de los animales", acaba diciendo Padilla ante un público entregado.

Puedes ver la entrevista aquí:

Bertin Fabiola Illana Padilla Telecinco

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El programa también invitó a Adolfo Suárez Illana, hijo del expresidente español, excéntrico diputado del PP (el de los abortos después de nacer) y exmatador de toros, que ayudó a Padilla a volver a torear cuando todo parecía perdido. Con una toalla como capote y en la misma habitación del hospital, le dijo aquello bíblico de "Levántate y anda, Lázaro." Los dos dejaron maravillado a Bertín cuando rehusaron la idea de no matar a los animales, como hacen en Portugal, "ya que el espectáculo perdería". No fueron capaces de decir qué perdería. Le ofrecemos un poco de ayuda: Perdería la violencia, la sangre, la muerte de seres inocentes. También de los toreros. Y ganaría en decencia, que cada día escasea más. Eso sí que es de ser "personas".