El primer acto oficial de los reyes de España de esta semana no podía ser más ilustrativo. Después de muchas polémicas entre PSOE y PP, finalmente se inauguró un nuevo hospital en Toledo que recibirá a su primer paciente el próximo 30 de noviembre. El acto venía precedido de malestar entre el socialista García-Page y el popular Paco Núñez por ver quién salía en la foto y por reproches mutuos. Y sólo empezar, otro gesto feo. El de los monarcas, llegando con bastante retraso a la cita y haciendo esperar al personal.

reyes en toledo placa

Felipe VI y Letizia en Toledo (@CasaReal)

Finalmente, la foto revelando la placa conmemorativa se produjo. Pero durante el saludo a las autoridades se vio otro detalle que a pesar de pasar más desapercibido, es lo bastante significativo. Se ha fijado el Huffington Post, y demuestra una vez más como Letizia se caracteriza por la tirantez y la sequedad emocional. Una reina que muchos le critican que a menudo pone cara agria, que parece como si se hubiera tragado un palo de escoba y que muchas veces va tanto al grano que queda en evidencia. Pasó en una visita de la familia real a Somao, Pueblo Ejemplar de Asturias 2020, con ella poniendo la directa con las niñas dejando solo a un Felipe que le decía que fuera con calma.

felip pide calma

Familia Real en Somao (@CasaReal)

Pasó en otra visita, al monasterio de San Juán de la Peña, donde pasó olímpicamente de saludar a las autoridades dejando a su marido con el marrón.

leticia no saluda autoridades

Letizia y Felipe VI (@CasaReal)

Y ha vuelto a pasar en Toledo. Cuando Felipe y Letizia saludan a los asistentes, entre ellos, uno de los hombres de los últimos meses en el país, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, tiene lugar un detalle que dice mucho. Fíjense en cómo les saluda el rey: por razones obvias de pandemia y medidas de seguridad, darse la mano ha quedado aparcado. Afortunadamente, también aquella cosa extraña de chocar los codos. ¿Y qué hace Felipe? Se pone la mano en el corazón en señal de proximidad y deferencia y haciendo el saludo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Pero la empatía de Letizia es tan cálida como una estalactita, y la reina, al ver a Illa y al resto, a duras penas hace un levísimo movimiento de cabeza, casi imperceptible.

Y después se queja de que le digan arisca.