La reina emérita de España Sofía es conocida por su vida discreta y reservada, manteniendo pocos amigos fuera de la familia real. Nada que ver con su marido, el rey emérito Juan Carlos I. Sin embargo, algunos parientes cercanos se han convertido en sus amistades más queridas. La reina emérita Sofía tiene un especial cariño por su cuñada Ana María de Grecia y también mantenía una estrecha relación con su hermano Constantino de Grecia hasta su fallecimiento. Además, está muy unida a su prima Tatiana Radziwill y su esposo Jean Henri Fruchaud.

No obstante, es Irene de Grecia, su hermana menor, la que se lleva la palma. Son prácticamente inseparables desde que eran niñas. Uña y carne. De hecho, se dice que la madre del rey Felipe VI le pedía incluso espacio para su intimidad, pues Irene no se separaba de ella. Y juntas pasaron los peores momentos de su vida, como los años en los que tuvieron que exiliarse.

Sofía e Irene, vida en común en Zarzuela

Ahora Irene convive con Sofía en la Zarzuela. Es con quien pasa la mayor parte del tiempo. La princesa tiene una habitación desde hace más de 10 años. Y comparten su día a día, confidencias e incluso aprovechan para hablar en griego y no perderlo.

irene de grecia GTRES
Sofía e Irene de grecia GTRES

Son pocas las personas que las han visto en sus aposentos de la Zarzuela. Pero las hay. Y una de ellas habla de una escena digna de una película de terror. Lo contó Pilar Eyre en uno de sus artículos para la revista Lecturas.

Escena de terror en Zarzuela

Resulta que una persona que visitó la Zazuela se perdió por los pasillos hasta dar con una habitación en la que se encontró a las dos hermanas. “Estaban cenando en una mesa camilla, vestidas de negro, en silencio y sin mostrar las sonrisas profesionales que siempre exhiben en público. Parecían dos ancianas griegas. La escena me impresionó”, le habría explicado la fuente a Eyre.

Una estampa que se dio en un escenario tenebroso: una habitación iluminada tan solo por una lámpara de pie que construía una “atmósfera misteriosa”. El invitado se dio cuenta rápidamente que estaba contemplando una imagen de la que nunca tendría que haber sido testigo.