La reina Letizia no le tiene que escribir la carta a los Reyes Magos. Le basta con pedirse a ella misma o a su marido lo que quiera, que alguno o algún otro de Palacio se lo traerá. Pero si la monarca siente la tentación de hacer una lista de regalos, que no se pida el nuevo libro de Jaime Peñafiel, Anécdotas de oro, porque sale generosamente escaldada. La recopilación de anécdotas vividas por el escritor incluye una amplia parte dedicada a su figura. Una delicia de recuerdos donde el autor rememora situaciones vividas por las celebrities y por los miembros más destacados de la Familia Real, en especial, la reina.

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Artículos donde se muestra a una reina Letizia en carne viva. Dónde se explican jugosas situaciones como el día que bailó con todo un republicano como Joaquín Sabina, mientras Felipe miraba, y dónde le explicó al oído un chiste de cariz sexual sobre las diferencias entre ella y Estefania de Mónaco, entonces, pareja de un artista de circo, Adans Peres: "Las dos nos parecemos porque Estefanía folla con un funambulista y yo soy una fulana muy lista". Hay otros capítulos que valen mucho la pena, como el que lleva el explícito título de La cólera de Letizia.

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Este momento de furia máxima (y ya es mucho decir, tratándose de quién se trata), ocurrió el 8 de abril del 2004. Explica el cronista azul que la entonces princesa y Felipe volvían de viaje de bodas anticipado a las Bahamas. Hicieron escala en el aeropuerto de Miami antes de volar hacia Madrid. Y allí, después del 11-S (que provocó que Felipe lo dejara estar con Eva Sannum, según Peñafiel), las medidas de seguridad eran extremas. Los agentes americanos exigieron a los futuros reyes españoles inspeccionar el contenido de sus maletas. "Incluso las registraron su equipaje de mano". En una sala VIP, sí, pero bajo un control exhaustivo. Y Letizia, irada: "Felipe, ¿cómo dejas que nos registren?".

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Escribe Peñafiel que "según testigos, aunque todavía no se había casado, sufrió un ataque de indignación, gritando que aquello era humillante, un insulto". Y todavía quedaba la guinda del pastel, cuando quiso ir al baño: "Uno de los policías llegó a advertir a Letizia que registraría su bolso otra vez cuando regresara. Y así lo hizo". Fue tal el escándalo que incluso el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, tuvo que pedir disculpas. Letizia on fire... Y eso que todavía no era la reina de España.