Cuando Meghan Markle anunció con gran entusiasmo el lanzamiento de su nueva marca As Ever, pocos esperaban que una línea de productos tan inofensiva como mermeladas y miel causaría un vendaval mediático. Pero el precio desorbitado —entre 11 y 22 libras por frasco— no tardó en levantar sospechas. Para muchos, este gesto no fue más que una nueva muestra del desconcierto social que define a los duques de Sussex, tan alejados de la realidad del ciudadano común como cercanos a su burbuja de privilegios.
Los críticos no tardaron en reaccionar. Fue en el programa Royal Exclusive de ‘The Sun’ donde la analista Esther Krakue soltó la bomba que ahora resuena en todos los tabloides británicos:“Netflix tendrá que tragarse el hecho de que han invertido en la pareja más aburrida e improductiva del mundo”. Una frase contundente que, más allá del sarcasmo, encierra un diagnóstico inquietante: Harry y Meghan se han convertido en sinónimo de proyectos anodinos, carentes de chispa, y con una audiencia cada vez más indiferente.
Harry y Meghan decepcionan a Netflix: fracaso financiero y escaso impacto cultural
El descontento no se limita solo a los medios. Según el periodista Phil Dampier, experto en la realeza, el acuerdo de 100 millones de dólares entre Netflix y los Sussex ha sido un rotundo fracaso. “Creo que después de haber invertido 100 millones de dólares en los programas que hicieron, y lo de Polo, que fue criticado universalmente, pero quiero decir, obviamente han tomado una decisión”, afirmó. Además, añadió: “Van a ir a por ello, y lo harán por un centavo, por una libra. Y, ya sabes, si pueden recuperar algo de dinero con el merchandising, genial”.
La crítica más aguda, sin embargo, gira en torno a la ausencia de riesgo real en los proyectos de Meghan Markle. Como subrayó Krakue, “la duquesa no tiene nada que perder si su negocio falla”, lo que deja entrever que su incursión empresarial estaría motivada más por una estrategia de autopromoción que por una verdadera pasión. La percepción de que todo está cuidadosamente orquestado para mantener su rostro en titulares —aunque vacíos de contenido— refuerza la etiqueta que ahora los persigue: “la pareja más aburrida del mundo”.
El ocaso de los Sussex: críticas por opacidad financiera y pérdida de relevancia mediática
Mientras la popularidad de los duques se tambalea, nuevos cuestionamientos surgen respecto a su transparencia económica. Krakue ha encendido las alarmas al exigir que, al igual que se pide transparencia fiscal al príncipe Guillermo, Harry debería rendir cuentas sobre los millones heredados de la Reina Madre, estimados en al menos 8 millones de libras. La falta de claridad sobre sus finanzas solo alimenta la sospecha de que su discurso de “independencia económica” no es más que una fachada.
Por si fuera poco, el progresivo alejamiento de Harry y Meghan de la Familia Real Británica ha hecho mella en su relevancia internacional. Su estrategia de “reinvención californiana”, que prometía frescura y compromiso social, ha derivado en una sucesión de productos insípidos, entrevistas recicladas y proyectos sin alma. Incluso su gigantesco eco mediático empieza a perder fuerza en un mundo que ya no parece encontrarles interesantes. Lejos quedaron los días en que Meghan Markle y el príncipe Harry eran sinónimo de revolución monárquica. Hoy, su aura disruptiva se ha diluido entre estrategias de marketing fallidas y productos gourmet que nadie pidió.