Irene Urdangarin intenta pasar desapercibida, hubo una oportunidad de convertirse en influencer como Victoria Federica, pero decidió que no quería encaminar su vida por ahí. Sin embargo, detrás de esa calma aparente hay una historia más compleja. Desde hace tres años, la hija menor de la infanta Cristina acude una vez por semana a la consulta de uno de los médicos más reputados de Ginebra. No es por capricho ni por lujo: lo hace por necesidad. Irene lleva tiempo en terapia para superar los años más difíciles de su vida.

Todo empezó cuando la familia se rompió. Hace casi un lustro, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin decidieron separarse. Él ya había tomado la decisión durante su paso por prisión, pero la forma en que se supo fue devastadora. Su relación con Ainhoa Armentia se filtró a los medios antes de que Cristina pudiera asimilarlo. Una humillación pública para la hermana de Felipe VI, que soportó el escándalo con la serenidad que siempre la ha caracterizado.
La que peor lo llevó fue Irene. Vio a su madre rota y a su padre ausente. Lo consideró un cobarde. En casa se respiraba silencio y tristeza, y ella, con apenas dieciséis años, cargó con un peso emocional demasiado grande. Su rendimiento académico cayó en picado, y por primera vez sintió que nada tenía sentido.
Irene Urdangarin necesitó ayuda profesional para asimilar la ruptura de sus padres
La infanta Cristina, consciente de la situación, buscó ayuda profesional para su hija. Desde entonces, Irene mantiene esa cita semanal con su médico de confianza, un especialista en salud mental y emocional que también ha tratado a otros miembros de familias reales europeas. La joven encontró en esas sesiones un refugio, una manera de ordenar lo que el divorcio de sus padres descolocó.
Tras cumplir la mayoría de edad, Irene quiso seguir en Ginebra, donde vivía con su madre, y estudiar en la universidad de Lausana. No logró superar las pruebas de acceso y tuvo que improvisar. Pasó un año sabático en Madrid, donde conoció a Juan Urquijo, con quien mantuvo una relación que ya es historia. Ahora vive en Reino Unido, donde estudia organización de eventos, intentando construir su propio camino lejos de la sombra de su padre.
Pocas veces se habla de ella, pero Irene no lo ha tenido fácil. Lo que hoy se ve como discreción, en realidad, es el resultado de un proceso de reconstrucción. Una cita semanal con el médico que le ha devuelto la calma y, sobre todo, la confianza en sí misma.
