Plaza de toros de Valladolid. Domingo 12 de mayo. Faenas de Morante de la Puebla, de azul pavo y dorado, José María Manzanares, de azul marino y dorado, y de Pablo Aguado, de verde botella y dorado. Corrida por San Pedro Regalado. Pero la que se ha regalado a base de bien ha sido la infanta Elena, que al lado de su padre Juan Carlos I provocaron un retraso en el inicio de la corrida, pero que al monárquico público castellano no le provocó ningún sentimiento beligerante, todo lo contrario.

Si los tres toreros iban bien coloridos, la hermana de Felipe VI no les fue atrás. Apasionada de las carreras de toros, cuando toca tarde de corrida no le da ascos a nada y saca a pasear sus modelitos más extravagantes. Sabe que los toreros se desviven por brindarle la tarea a los Borbones y aprovecha la mínima ocasión para presentarse en las plazas con un outfit que parecen los excedentes de una tienda de Todo a 100, pero en caro. Caro, pero de un hortera que echa para atrás. Los accesorios que se puso encima la infanta no tenían desperdicio. Hasta 8 piezas sólo de cintura para arriba. Incluso dejaba el penúltimo look de la infanta en una broma.

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Elena dejó el floripondio gigante para dar paso a un blazer de tweed de color marrón con sutil escote. Pañuelo de seda estampado de Loewe, con tonalidades naranjas sobre fondo blanco. También llevó otra flor en la solapa, uno de los trucos primaverales predilectos de la hija de Juan Carlos. Añadan a la ecuación unos pendientes largos de carey, con dos aros de diferentes tamaños de color caramelo y marfil. Y para rematar la faena, un sombrero de paja como el espantapájaros del Mago de Oz, de dibujos geométricos en blanco y negro o un gran anillo, aparte de las habituales pulseras de colores y joyas, como la cadena de oro de muchos colgantes.

 

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Un cuadro. Si hubiera toreado en una corrida en honor al mal gusto, se hubiera llevado las dos orejas, el rabo y hubiera salido en volandas.