La infanta Elena nunca ha dejado solo a su padre. Es, sin duda, la más leal de todos los miembros de la familia Borbón. Siempre firme. Siempre del lado de Juan Carlos I, en una postura que aprueba las humillaciones y vejaciones que le ha dedicado a su madre, la reina emérita Sofía, durante décadas. Es curioso que, sin embargo, Elena  esté de acuerdo con los engaños y corruptelas de su padre, pero no con algunas de las decisiones de su hermano, el rey Felipe VI.

Especialmente, con las que afectan al rey emérito. Para Elena, su padre no merece el trato que ha recibido. Cree que su exilio fue una humillación innecesaria. Y por eso ha decidido estar a su lado ahora más que nunca.

Juan Carlos I y Elena / Europa Press
Juan Carlos I y Elena / Europa Press

Juan Carlos I se instala a tiro de piedra de Madrid

En los últimos meses, la infanta Elena ha viajado varias veces a Portugal, primero buscando casa para su padre y posteriormente acompañándolo. Ahora Juan Carlos I lleva allí varias semanas, instalado en la zona de Cascais, cerca de Lisboa. Una ciudad tranquila. Discreta. Y, lo más importante, a solo una hora de Madrid.

El emérito no pisa Abu Dabi desde hace más de dos meses. Participó en unas regatas en Galicia, pero no regresó a los Emirátos. Desde entonces, ha permanecido en suelo europeo. Una decisión calculada. Quería estar más cerca. Por si surge algo o su salud se complica.

Porque su estado físico ya no es el de antes. Juan Carlos tiene dolencias acumuladas. Se cansa. Y necesita ayuda constante. Elena ha sido su mayor apoyo. Le ayudó a buscar casa. Le ofreció la suya. Incluso la reformó, pensando en su movilidad.

Juan Carlos y la infanta Elena / Gtres
Juan Carlos y la infanta Elena / Gtres

Pero Felipe VI no lo permite. No quiere que su padre regrese a España, y mucho menos a Madrid. Hay heridas que aún no han cicatrizado. La monarquía sigue arrastrando el peso del pasado. Y el rey necesita mantener las distancias. De hecho, le prometió que le dejaría volver solo bajo dos premisas: una enfermedad terminal o la necesidad de una intervención urgente. Y ninguna de las dos se ha dado.

La infanta Elena, fiel a su padre por encima de todo, incluso del rey

Sin embargo, Juan Carlos ha empezado a mover ficha. Quiere ser visible. Quiere estar presente. Demandó a Miguel Ángel Revilla, no tanto por el daño, sino para volver al foco. Para enviar un mensaje: sigue aquí. Y no se rinde. No obstante, este movimiento no le ha salido bien a Juan Carlos, pues no ha hecho más que mosquear a Felipe.

En cualquier caso, en ese plan ha jugado un papel clave la infanta Elena. Ella ha sido la conexión, la compañía, la estratega. Su presencia en Portugal no es solo familiar. Es también política. Es un mensaje silencioso. Si Madrid no le abre las puertas, al menos estará cerca de la frontera.

En Cascais, el emérito ha encontrado cierta calma. Discreción. Y una conexión rápida con España en caso de urgencia. También es más fácil que sus hijas lo visiten. Elena ya lo ha hecho. Cristina, de momento, no.