La historia de Irene Urdangarin es mucho más compleja de lo que parece desde fuera. Oficialmente, su padre es Iñaki Urdangarin, el hombre que durante años fue parte de la Casa Real española y marido de la infanta Cristina. Pero en la vida de Irene hay otra figura masculina que, sin llevar ese título biológico, ha ejercido como un verdadero padre en la sombra.
Pablo, Miguel y, sobre todo, Juan, sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de que sus padres estuvieran involucrados en el caso Nóos. Insultos por la calle, bullying en el colegio… Por aquel entonces Irene era más pequeña y fue bastante ajena a todo. De lo que no pudo huir, sin embargo, fue de lo vivido con la ruptura matrimonial entre Cristina e Iñaki.
Irene Urdangarin, muy afectada con la ruptura de sus padres
Aquel episodio fue un auténtico terremoto en el entorno familiar. Irene, que pasó buena parte de su adolescencia en Suiza junto a su madre, vivió en primera persona el derrumbe de ese hogar. El escándalo de la relación de Urdangarin con Ainhoa Armentia no solo acabó con el matrimonio, sino también con la confianza de Irene hacia su padre. Desde entonces, el vínculo con él quedó herido.

En medio de ese dolor, Juan emergió como referente. Se convirtió en el apoyo más sólido de la benjamina de la familia. Con su experiencia en conflictos familiares, Juan supo ofrecer a su hermana la estabilidad que necesitaba. Más que un hermano, se transformó en ese guía protector que estuvo a su lado en los momentos más duros. Irene encontró en él lo que había perdido con Iñaki: alguien que la escuchara, la comprendiera y, sobre todo, que le mostrara un camino cuando ella no lo veía claro. Un segundo padre.
Las consecuencias del divorcio no tardaron en reflejarse en la vida académica de Irene. Su paso por el bachillerato fue complicado y las dudas la acompañaron cuando quiso entrar en la EHL Hospitality Business School de Lausanne. Finalmente, optó por tomarse un año sabático y marcharse de voluntariado a Camboya. Esa experiencia fue un punto de inflexión. Y no fue casualidad: la idea había nacido de una recomendación directa de Juan, que la animó a mirar más allá del ruido mediático y a centrarse en ella misma.

Irene Urdangarin no termina de encontrar el rumbo
El regreso a Europa tampoco resultó sencillo. Irene se trasladó a Oxford en septiembre de 2024, con la intención de retomar sus estudios. Pero la motivación no acompañó. No logró superar el curso como esperaba, y en más de una ocasión planteó dejarlo. De nuevo, Juan fue su refugio. Él representaba la voz serena, el consejo firme y el hombro cercano. En definitiva, ese otro “padre” que llenaba un vacío emocional.
Mientras tanto, Iñaki intentaba recomponer los puentes. Pero las condiciones de Irene eran claras: podía verlo, sí, pero nunca en compañía de Ainhoa Armentia. La herida sigue abierta y aceptar a la pareja de su padre resulta imposible. Ni los esfuerzos de Cristina ni las palabras de Iñaki han logrado suavizar ese rechazo. Irene necesitaba (y necesita) marcar límites para protegerse y para proteger a su madre.