"Dime con quién andas, y te diré quién eres", Felipe. El rey de España sigue la tradición familiar de establecer relaciones bien estrechas con jeques, sultanes y todo tipo de mandatarios de los países árabes. Amistades bien prolíficas, como demostró Juan Carlos a lo largo de su reinado, y que nunca le han hecho ruborizarse a pesar de ser consciente de las condiciones de vida en los países de donde provienen estas aristocracias de petrodólares. Exactamente lo mismo que está haciendo su hijo, eestrechando la mano y ofreciendo la mejor de sus sonrisas a personajes como el sultán Bin Muhammad Al Qasimi, emir de Sharjah y miembro del Consejo Supremo de los Emiratos Árabes, una nación que no puede presumir de ser el paraíso de las libertades, la tolerancia o el respeto. Más bien, todo lo contrario.
Borbón ha agasajado a Al Qasimi (padre del príncipe Sheikh Khalid, muerto en Londres después de una orgía de sexo y drogas) durante la visita al Palacio de la Zarzuela, con motivo de la visita del emir a la Feria Internacional del Libro de Madrid, donde su país es el invitado oficial. Un país machista, homófobo, que explota a niños extranjeros para utilizarlos en carreras de camellos como jinetes, donde los empresarios retienen los pasaportes de los trabajadores forasteros para evitar que cambien de trabajo y donde no hay libertad de expresión ni de prensa. Vaya, lo que muchos conocemos como una dictadura, o peor todavía: un estado maltratador, medieval y corrupto. 'Minucias' para el jefe del estado español, que parece muy cómodo con estos invitados, mientras que rechaza recibir a representantes democráticos escogidos por el pueblo, como hizo con Carme Forcadell (encarcelada injustamente por los seguidores de El Preparao) en el 2016. Este, y no otro, es el verdadero talante de la Corona española.
La dignidad en España sigue en venta: valen más el millones del gas y el petróleo que la democracia.