Pau Gasol dijo el domingo en el programa Fora de sèrie de TV3 que está muy a favor que los catalanes puedan votar el próximo 1 de octubre. El mismo día el director de El Periódico Enric Hernàndez trataba de asustar a la parroquia soberanista insistiendo en el patrimonio personal que, en teoría, se juegan los consellers del Govern si se mantienen fieles al referéndum.

Gasol se ha manifestado siempre a favor de la unidad de España, pero opina libremente porque no depende del dinero del Ibex como El Periódico y como la mayoría de opinadores de los grandes diarios. El referéndum tiene tanta fuerza que los periodistas y los políticos unionistas no se pueden oponer frontalmente, y sus argumentos cada día suenan más grotescos.

Hace reír que los actores que ponen en duda las garantías del referéndum sean los mismos que hacen todo lo posible para reventarlo, con amenazas, rumores y excusas patéticas. Por otra parte, no sé cómo se lo hará Madrid para controlar a Catalunya contra su voluntad, si ha sido suficiente con un poco de presión en el Twitter para que Ada Colau no fuera capaz de mantener ni siquiera 48 horas su rechazo al 1 de octubre.

La Vanguardia se levantó ayer con un titular de portada que pretendía incidir en la herida que se ha abierto entre el independentismo y los comunes, a causa del referéndum. Al cabo de unas horas Colau anunciaba en rueda de prensa que el Ayuntamiento de Barcelona no pondrá impedimentos al derecho a la autodeterminación, y que incluso ella misma tiene previsto ir a votar si el presidente Puigdemont pone las urnas.

Las amenazas de los diarios unionistas recuerdan una anécdota de la Guerra Civil que se contaba sobre la confiscación de Mirador por parte de la FAI. Se ve que los anarquistas pidieron a Justo Cabot que siguiera dirigiendo la revista porque ellos no sabían cómo hacerla funcionar y el periodista les mandó a paseo diciéndoles: "Sí hombre, ustedes me roban el reloj y encima me piden que se lo ponga a la hora". La revista no tardó en cerrar.

Sin la colaboración de una parte de la clase política soberanista es difícil que Madrid pueda ejercer ninguna represión sobre Catalunya de manera sostenida. Contra lo que sugieren algunos articulistas de La Vanguardia y el ABC, el independentismo no necesita salir a la calle a defender nada. Basta que Puigdemont y Junqueras no cedan a las presiones de la prensa y la justicia española y pongan las urnas.

El Estado necesita evitar el referéndum pero todavía necesita más que Catalunya siga funcionando con normalidad para no colapsarse. A diferencia de lo que pasó en el 9-N, algunos opinadores extranjeros empiezan a sufrir por el impacto que una mala reacción de Madrid podría tener en la inmensa deuda española. Además, la democracia española no aguantaría convertir Catalunya en un solar político.

El referéndum tiene tanta fuerza mediática que de momento ya ha hecho más para destruir el prestigio de Podemos que todos los eslóganes sobre Venezuela. La autodeterminación es como un nudo marinero para España y cuanto más esfuerzo hagan sus dirigentes para combatirla más se les va a dividir la opinión pública. En Catalunya, si descuentas a los periodistas a sueldo, la Guardia Civil, el Ejército y los jueces españoles, es decir, a la población a sueldo de Madrid, la unanimidad es solidísima.