Tal día como hoy del año 1938, hace 79 años, en el contexto de la Guerra Civil española (1936-1939) el ejército republicano completaba la retirada de las tropas que habían combatido en el margen derecho del río Ebro, entre Mequinensa (Baix Cinca) y Amposta (Montsià), en el llamado frente del Ebro. El día anterior por la noche, el XV Cuerpo del Ejército Republicano Popular, el último en evacuar las posiciones, pasaba al margen derecho del río Ebro, y el día 16, dinamitaba el puente sobre el río en Flix (Ribera d'Ebre) que había utilizado en la operación de retirada. La derrota republicana en el Ebro resultaría definitiva y precipitaría la ocupación franquista de Catalunya y la terrible represión que la seguiría. Lleida ya había estado ocupada, y durante enero y febrero de 1939 ocuparían Reus, Tarragona, Barcelona y Girona.

La Batalla del Ebro pasaría a la historia como la más larga y la más mortífera de la Guerra Civil española. Después de 115 días de combates —entre el 25 de julio y el 16 de noviembre—, el ejército republicano —comandado por los jefes militares Modesto, Líster, Tagüeña y Vega— se retiraba con un balance aterrador de bajas. Según los historiadores hispanistas Thomas, Beevor, Preston y Jackson, el ejército republicano sufrió 70.000 bajas, distribuidas en 15.000 muertos, 15.000 desaparecidos, 20.000 heridos y 20.000 capturados. La retirada republicana se produjo en un escenario caótico. Algunos testigos declararían que, en ausencia de barcas, los soldados que no sabían nadar formaban cadenas humanas, que la corriente del agua rompía y arrastraba hacia el fondo del río.

La derrota republicana en el Ebro, al margen de la pérdida de vidas humanas, tuvo unas consecuencias devastadoras por la zona especialmente castigada por las acciones de guerra. Los pueblos y la economía situados en el frente de guerra se quedaron en una situación de absoluta destrucción. El caso, probablemente, más chocante sería el de Corbera d'Ebre (Terra Alta), un pueblo de 2.000 habitantes que restó tan estropeado que nunca se tomaría la iniciativa de reconstruirlo. La destrucción del aparato agrario e industrial del conjunto de territorios afectados por la acción de guerra, condenaría las Terres de l'Ebre, la región hídrica más rica de Catalunya y por lo tanto con más potencial de crecimiento industrial, a una situación de marginalidad que tardarían décadas en revertir.