Unas recientes declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, sobre las celdas que ocupan los miembros del Govern y la que va a ocupar el president Carles Puigdemont si es extraditado a España por las autoridades belgas, no han ocupado el relieve que se merecen pese a que demuestran lo mezquina que puede ser, en ocasiones, la condición humana. Decía Dastis que la celda "reune todas las comodidades que, no solo ya los presos, sino que muchas personas quisieran disfrutar". El hecho que las declaraciones las hiciera junto a su homólogo saudí, donde las cárceles deben dejar bastante que desear, no justifica ni mucho menos la ligereza con la que habla. La pérdida de libertad es lo peor que le puede suceder a un ser humano y solo en ocasiones muy excepcionales puede ser privado de ella. El caso que nos ocupa es un atropello jurídico por la prisión preventiva, ya que no se dan ninguno de los supuestos. Ni la Audiencia Nacional es competente, ni las medidas de prisión preventiva sin fianza son ajustadas a derecho.

Que Dastis hable así, no obstante, no es casual. Obedece a toda una estrategia del Estado para tratar de disminuir en la comunidad internacional el enorme daño que se está produciendo a las instituciones catalanas y a las personas que las ocupaban, que han sido desalojadas en una interpretación claramente arbitraria de la Constitución. Otro cualificadísimo dirigente del PP, el coordinador general Fernando Martínez-Maíllo, de visita a Catalunya también ha recurrido al desprecio y al sarcasmo al referirse al president Puigdemont después de que algunos diarios hayan situado en la portada de sus medios una fotografía de los miembros del Govern exiliados en Bruselas cenando con un político flamenco que les había invitado. Según Maíllo, Puigdemont "se va de comilonas por Bruselas cuando tiene sus compañeros en prisión".

Es probable que Maíllo sea de los que desee no solo verlos en prisión o en el exilio sino además en la indigencia económica más absoluta. De hecho, su partido se comporta así cuando el gobierno del Partido Popular pide fianzas estrafalarias por gastos que no se han realizado. Lo de obtener la victoria en buena lid parece formar parte de tiempos pasados y ahora solo se busca arrasar y aniquilar al adversario. Hacerlo desaparecer del mapa y reírse de él porque no tiene dinero para pagar las millonarias fianzas. Que la realidad desaparezca de una manera súbita. Y, luego, las cosas son diferentes y nada sucede como han soñado. Ya sé que a Maíllo no le interesa lo más mínimo como viven Puigdemont y los cuatro consellers que residen en Bruselas. Si lo supiera, guardaría por decencia sus comentarios y miraría de hacer política. Una profesión que es muy noble aunque él lo desconozca.