El usuario espera, el inversor manda: la carrera por lanzar antes de entender
- Mookie Tenembaum
- Phuket (Tailandia). Viernes, 14 de noviembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Las compañías lanzan productos de inteligencia artificial (IA) antes de que la gente entienda cómo usarlos porque el destinatario real no es el usuario, es el inversor. El navegador Comet de Perplexity y el navegador de OpenAI ilustran el fenómeno.
El objetivo central consiste en sostener una narrativa de liderazgo, consolidar la percepción de “primero en la categoría” y mantener la atención de los mercados durante cada ventana mediática relevante. Un anuncio temprano funciona como señal al capital: existe un camino tecnológico, ejecución y un equipo capaz de mover la frontera con material para la siguiente ronda o para el próximo reporte trimestral.
La innovación se comunica como secuencia de hitos públicos y no como adopción gradual del usuario. El anuncio crea “prueba” de avance sin requerir adopción real. Listas de espera, demostraciones controladas y métricas blandas cumplen el rol de indicadores sustitutos.
Cuando un director financiero necesita mostrar tracción, un registro de interés sirve como proxy de demanda. El ciclo se retroalimenta, con la prensa especializada y su cobertura del anuncio, la amplificación en redes, la respuesta de la competencia con su propio anticipo y el público general percibiendo una carrera imparable.
Las compañías lanzan productos de IA antes de que la gente entienda cómo usarlos porque el destinatario real no es el usuario, es el inversor
El resultado buscado no es uso cotidiano, es temperatura narrativa. Este calor atrae liquidez, retiene talento y encarece a la competencia. La ingeniería del anuncio se alinea con calendarios de inversiones, ferias tecnológicas y presentaciones a analistas. El contenido técnico se dosifica para maximizar el impacto comunicacional. La promesa se define en términos amplios y resonantes, y las características concretas quedan abiertas para futuras iteraciones.
El producto actúa como marcador de posición en la mente del mercado y bloquea espacio a rivales. Para quien no es especialista conviene mirar indicios simples; por ejemplo, si el anuncio subraya potencial más que uso concreto, si el material muestra escenarios ideales más que flujos de trabajo específicos, si la prueba pública es breve y la si la letra chica remite a “acceso limitado”, el destinatario es el inversor.
En los casos que la comunicación prioriza el tamaño del mercado total y las ventajas estratégicas, sin explicar con detalle qué hace el usuario en los primeros cinco minutos, el destinatario es el inversor. Si la fecha del anuncio coincide con una ronda, una conferencia de desarrolladores o un reporte, el destinatario también es el capitalista. El costo oculto aparece luego.
El usuario recibe damascos verdes. La primera impresión queda atada a una promesa que todavía no se cumple. La adopción real se ralentiza porque falta claridad de uso. Y la marca queda pegada a un discurso de vanguardia permanente que exige más combustible.
El resultado buscado no es uso cotidiano, es temperatura narrativa. Este calor atrae liquidez, retiene talento y encarece a la competencia
La ingeniería y el producto deben correr detrás del mensaje para alcanzarlo. El fenómeno no niega que los navegadores con inteligencia artificial vayan a aportar valor. La secuencia de lanzamientos se organiza como coreografía para inversores. Entre tanto, la utilidad llegará cuando el ciclo del capital deje de exigir novedad semanal y empiece a premiar casos de uso sostenidos. Hasta entonces, la góndola mostrará frutas atractivas, pero el paladar del público seguirá esperando maduración.
Las cosas como son.