El sector turístico sigue enfrentando crisis, guerras, terremotos, inflación y múltiples obstáculos de todo tipo. La pandemia de covid-19 ha puesto de relieve la interconexión entre los mercados receptores o anfitriones y los mercados de origen, y ha demostrado cómo un factor externo puede influir, o incluso interrumpir, la industria hotelera y turística. El cambio es inevitable para avanzar hacia el futuro.

La recuperación del sector es un hecho y el turismo internacional podría alcanzar este año entre el 80%- 95% de las cifras previas a la pandemia. Es el momento de centrar más atención a la innovación, la sostenibilidad, la digitalización, el trato con los nómadas digitales o el impacto de las redes sociales, para resolver los obstáculos estructurales y medioambientales y generar cambios positivos.

El crecimiento de la industria turística en los últimos 70 años es impresionante, y su impacto en decenas de sectores económicos lo posiciona como un multiplicador efectivo de las estrategias globales de desarrollo. Es la cuarta actividad por ingresos generados dentro del comercio internacional. Pocos sectores pueden generar tantas oportunidades y crear tanto empleo.

Hoy, el turismo representa el 10% del PIB mundial, el 7% de las exportaciones mundiales, el 10% del empleo registrado, y movió más de 1.500 millones de viajeros en 2019. Para el futuro, el sector debe gestionar este crecimiento asegurando que beneficie a toda la población de los países receptores, creando empleos especialmente entre jóvenes y mujeres, que atraiga inversiones en infraestructuras y tecnología, creando pymes y medios de vida y que esté en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La principal zona turística del mundo es el Mediterráneo. Las cifras son impresionantes, cerca de 400 millones de turistas, el 32% de las llegadas internacionales y el 30% de ingresos a nivel mundial. Representa el 13% de las exportaciones, el 23% del sector servicios y emplea a más de 20 millones de personas. Cuenta con 10.000 destinos, 100.000 hoteles, un millón de restaurantes. Pero, no hay un equilibrio entre ambas orillas.

Convertir el Mediterráneo en un destino turístico sostenible es uno de los grandes retos. Esto implica una responsabilidad compartida basada en los tres pilares de la sostenibilidad: económico, ambiental y social. No es un tópico trivial. La sostenibilidad es necesaria para evitar la amenaza del cambio climático, y potenciar la diversidad cultural e histórica, y la biodiversidad es imprescindible en términos de gestión de turismo.

El turismo favorece la circulación de personas, capitales, bienes y conocimientos con gran impacto en la integración económica y cultural. Para avanzar será imprescindible una profunda cooperación entre los países mediterráneos que deben abordar de manera conjunta los principales problemas socioeconómicos, como pobreza y desempleo, y así mejorar su desarrollo global.

El Mediterráneo puede obtener una ventaja competitiva y, por lo tanto, mejorar la sostenibilidad si puede empaquetar y comercializar sus variadas atracciones de manera más coherente para atraer a los visitantes potenciales. La industria del turismo es altamente competitiva y exige estrategias de marketing sostenibles e innovadoras para garantizar el éxito a largo plazo.

La creación de una marca única para todo el Mediterráneo es clave. Generaría ingresos, puestos de trabajo, ayudaría a innovar y reduciría la brecha al potenciar las herramientas de promoción y comercialización conjuntas que compitan en el mercado global y amplíen la cuota. Una agencia de turismo regional, participada por todos los actores, desde la cooperación público-privada, es una necesidad.

El término hospitalidad está relacionado con el término hospital, es decir, el negocio de cuidar a los demás. El turismo, cuando está bien administrado, proporciona un impulso increíble a ciudades o países anfitriones. Hay que trabajar con la industria del turismo, no en su contra. La mala gestión es el enemigo, no el turismo. A veces se olvida que los beneficios del turismo no solo son económicos, sino también es una herramienta poderosa para involucrarse e interactuar con otra gente, una experiencia de aprendizaje que abre nuevas perspectivas a otras culturas y derriba muchos estereotipos y contribuye a una mayor tolerancia.