¡Taxi!
- Xavier Alegret
- Barcelona. Lunes, 15 de diciembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 4 minutos
Vivimos tiempos extraños. Las bolsas en máximos históricos mientras planea la amenaza de los aranceles en todo el mundo y Europa está acorralada entre los EUA, China y su propia maquinaria. Encuestas pagadas con dinero público que anuncian la victoria del PSOE a pesar de que hace años que no supera al PP y los casos de corrupción acorralan a Pedro Sánchez. Y colectivos beneficiados por una ley y que, en lugar de celebrarlo, hacen una huelga y paralizan la movilidad en Barcelona.
El pasado martes, una parte de los taxistas de la capital catalana, y algunos de otros municipios, hicieron huelga y se concentraron en el centro de Barcelona, llamados al paro por Elite Taxi, la organización que lidera el carismático Tito Álvarez y que hace años que domina el sector. El resto de sindicatos no les dieron apoyo, pero con unos centenares de los más de 10.000 taxis que hay en Barcelona, fue suficiente para paralizar el centro de la ciudad e impedir que el resto trabajaran, por miedo a represalias.
Lo normal es que las huelgas las hagan colectivos, habitualmente trabajadores, afectados por medidas traumáticas. La plantilla de una empresa, en contra de despidos; los profesionales de un determinado ámbito para reclamar mejoras, como hicieron los sanitarios también el martes pasado, o colectivos afectados negativamente por leyes o normativas. Los taxistas movilizados por Élite Taxi, en cambio, lo hicieron mientras avanza una ley que pone negro sobre blanco lo que ellos reclaman: que se expulse a los VTC de Barcelona.
El Gobierno ha impulsado la llamada ley del taxi –el nombre no podía dejar más claro a quién beneficia–, que, a pesar de las advertencias de los juzgados europeos, que ya han censurado la anterior ley, establece nuevos límites a las VTC y las expulsa del área metropolitana de Barcelona. Esto pone en riesgo, según la patronal del sector, 6.000 puestos de trabajo, y dejará a los usuarios de la ciudad con 3.000 coches menos para desplazarse.
Los taxistas hicieron huelga mientras avanza una ley que pone negro sobre blanco lo que ellos reclaman: que se expulse a los VTC de Barcelona
La ley, por tanto, blinda el taxi, pero, a pesar de ello, el sector se manifiesta. ¿Por qué? Según Tito Álvarez, para evitar que la ley descarrile por las presiones de los VTC. Su patronal está hablando con partidos políticos para evitar el recorte, pero el taxi también presiona, y en el ámbito político, tiene la partida ganada. De hecho, en realidad no es tan extraño que hiciera una huelga aparentemente ilógica: fue una muestra más de que en esto de presionar, tiene la mano rota.
Esta guerra, si acaba como parece que acabará, tendrá un ganador, los taxistas con licencia, y muchos perdedores: los propietarios de licencias VTC, sus conductores y los ciudadanos y visitantes de Barcelona que son usuarios de coches con conductor, sea taxi o VTC. Y este último grupo, el de los barceloneses, es el que casi todos los implicados en la guerra están ignorando.
Los taxistas defienden lo que consideran suyo. Es normal, lo hacen todos los colectivos. Pero no lo defienden solo contra las VTC porque estas no han pagado los mismos precios por las licencias ni tienen la misma regulación. Se defienden también ante hipotéticas ampliaciones del número de taxis. Barcelona y su área metropolitana hace décadas que tienen unos 10.500 taxistas, cifra que no ha variado a pesar de que la población de la ciudad ha pasado de 1,5 a 1,7 millones y la del área metropolitana, de 3 a 3,5 millones aproximadamente. El número de visitantes se ha multiplicado por 4 en lo que llevamos de siglo.
Con estas cifras, ¿cómo es posible que no se haya incrementado el número de licencias de taxi? Es obvio que si hay trabajo para 3.000 VTC, hay trabajo para 3.000 coches más. Quizás es tan fácil como autorizar este incremento de taxis. Entonces, como no serían escarabajos –como llaman algunos taxistas a los coches VTC, que habitualmente son negros–, ¿el sector lo aceptaría? Lo dudo mucho. ¿Por qué tendrían menos trabajo? No. Porque el valor de las licencias, la gran pensión de jubilación de los autónomos con taxi, caería.
Es obvio que si hay trabajo para 3.000 VTC, hay trabajo para 3.000 coches más. Quizás es tan fácil como autorizar este incremento de taxis
Aquí yace la raíz del problema. El taxista autónomo suele ser alguien que se ha hipotecado y trabaja 10 o 12 horas al día para pagar la licencia, la cuota, el gasoil, el coche, su mantenimiento, etc. Su licencia es su patrimonio, y su venta, una vez jubilado, es su pensión. El incremento de competencia, ya sea en forma de VTC o de un incremento importante de taxis, devalúa su patrimonio. Y algunos, liderados por Élite Taxi, están dispuestos a defenderlo como sea. Como son un servicio público con una gran facilidad para generar problemas a los políticos, ya que se paran y paran la ciudad, o se plantan y ponen en un compromiso al alcalde de turno en pleno MWC, lo consiguen. Y hace tres décadas que consiguen tener el mercado controlado.
Los políticos, de todos los colores, se han preferido evitar este problema antes que afrontarlo y ceden a las presiones de Élite Taxi. Un ejemplo claro lo vivimos después de un debate que hicimos en ON ECONOMIA. Manel Nadal, secretario de Movilidad del Govern, dijo en mayo, en un FOCUS ON, que se mantendrían las VTC que había. Cuando alguien hizo llegar esta información a Tito Álvarez, este le dedicó un podcast y anunció movilizaciones en contra, lo que provocó que Nadal entrara en directo en el podcast para desmentirse a sí mismo, con la vieja excusa de decir que se le había malinterpretado –juzguen ustedes mismos, con la grabación del debate que enlazo, si se le había malinterpretado o no.
La solución, si no viene por la vía judicial, debe venir de un pacto entre las partes. Un pacto que establezca cuántos coches hacen falta en Barcelona, para qué necesidades –no es lo mismo un servicio de punto a punto cuando se detiene un taxi en la calle que el que necesita un grupo de congresistas durante una feria– y se fije el número y las modalidades, igualando obligaciones para que no haya discriminaciones. Pero un acuerdo necesita que todos cedan y, sobre todo, políticos valientes que no firmen lo que les pongan unos delante solo porque pueden poner la movilidad patas arriba.
Madrid y otras ciudades de todo el mundo ya lo han vivido y lo han superado, porque no es normal que un bando controle todo un sector. Ni los visitantes encuentran normal aterrizar en El Prat y que no les funcionen las apps de VTC o no encuentren el servicio que buscan. Esto tampoco da una buena imagen de Barcelona y Catalunya como ciudad y país modernos. Además, los mismos taxistas saben que el servicio de movilidad híbrido que ofrecen apps como Uber o FreeNow no es ya el futuro, sino el presente. Uber tiene ya más de 2.000 taxistas, y la cifra sube, ya que los que están, ven que trabajan más y de forma más eficiente, lo que demuestra que no se puede parar la evolución y que lo más inteligente es sumarse a ella.