El 16 de agosto pasado, publiqué en estas mismas páginas, el artículo titulado “La pertinaz sequía: hoy menor que mañana” en el que compartía (entre otras) unas reflexiones sobre la imposibilidad de un Plan Hidrológico nacional, por muy deseable que pudiera intelectualmente parecer. Planteando como alternativa soluciones paliativas que, revocatoriamente, había titulado ‘esparadrapo y mercurocromo”.

En LinkedIn, dos comentarios iban en la misma dirección: no ponían en duda el contenido del análisis, pero manifestaban su pesar ante la imposibilidad de una política activa de agua. Juan, un buen amigo, por mensaje directo de correo electrónico, se mostró más crítico con el contenido del artículo.

Venía a decir, en substancia, (espero haber sido fiel a su pensamiento): "la solución a la sequía y, de paso, a la producción de alimentos, es el regadío". Y proseguía, entre otros, afirmando que “se comenta con frecuencia actualmente que hace casi 50 años que no se construye un embalse en nuestro país. Seguramente conoces que el embalse de Itoiz, con 420 hm3, se construyó a partir de un proyecto de la década de los 90 muy cuestionado e incluso boicoteado con amenazas y atentados. Ese embalse finalmente se construyó, las obras terminaron en 2003 y ahora riega más de 20.000 Has en la primera fase del Canal de Navarra, acaba de empezar a regar otras 5.000 Has en Tierra Estella y a modernizar otras 6.000 Has de regadío en esa misma zona. Y está a punto de iniciarse la construcción de la Segunda fase de este Canal de Navarra, con 20.214 nuevas Has. de regadío en La Ribera de Navarra. Y de paso, el Canal proporciona agua de buena parte de las ciudades y pueblos por los que pasa, empezando por la capital, Pamplona (ver Diario de Navarra 13 de agosto, Itoiz proporciona el 60% del agua que consume la ciudad de Pamplona). Nuestro país necesita sin duda más embalses como Itoiz, más movimiento del agua mediante trasvases del agua excedentaria de unas regiones hacia otras, con almacenamiento en superficie, subterránea.

Es verdad que el pantano de Itoiz fue el último gran pantano que se hizo en España, y esto a pesar de la oposición de grupos ecologistas. Tuve el privilegio de vivir, desde dentro de la Comisión Europea, su proceso de autorización. La Dirección General de Medio Ambiente consiguió rebajar algo las ambiciones del proyecto, pero la decisión final fue política, no le podíamos dar esta victoria a ETA, y el tema se decidió al más alto nivel.

España tiene hoy un doble problema con el agua: de calidad y de cantidad. Sobre el primero, tenemos pendientes varios procedimientos de infracción europeos y sentencias condenatorias de la Corte de Justicia Europea; estamos todavía pagando multas diarias, pero el problema (con voluntad política) es técnicamente abordable.

España, y su agricultura y ganadería, está en la primera línea europea del impacto del cambio climático. Existe unanimidad en la comunidad científica en el diagnóstico: se van a multiplicar las lluvias torrenciales y los periodos de sequía y se van a batir sistemáticamente los registros anteriores de temperaturas. Por lo tanto, el primer debate no es tanto si se pueden hacer nuevos regadíos si no como consolidar el regadío existente.

El valor del gris

La tecnología nos va a venir en ayuda. Es posible hoy con energía solar, como señala Juan con razón, desalar agua de mar y recargar pantanos (como el de la Vinuela) próximos al litoral marítimo. Pero el objetivo primero no puede ser el aumentar la superficie regada en la comarca de Velez-Malaga sino consolidar, salvar, al regadío existente que está hoy en situación límite.

La ciencia agronómica nos permite desarrollar técnicas de cultivo ahorradoras de agua, desde el riego deficitario a la agricultura de conservación pasando por nuevas variedades, nuevos cultivos y nuevas fechas de siembra y recolección. La agricultura de precisión, las tecnologías 4.0, el Big Data, forman parte de las respuestas necesarias, como de nuevo acertadamente me señala Juan.

Pero no cabe engañarnos, hacernos trampas al solitario: el progreso tecnología no nos va a permitir seguir con el ritmo de crecimiento del regadío que hemos tenido estos últimos años. Los ahorros de agua que se consigan, los nuevos recursos de los que se puedan disponer deben prioritariamente ponerse al servicio de la recuperación cualitativa y cuantitativa de nuestros recursos hídricos. Esta prioridad no está reñida con la posibilidad de desarrollar puntual y localmente nuevos regadíos, en especial ligado a nuevas fuentes de suministro como el agua desalada, reciclada u reutilizada.

El enfrentamiento está hoy servido, entre ecologistas y negacionistas, entre productivistas y conservacionistas. Los debates en nuestras sociedades modernas y desarrolladas cada vez más se plantean entre blanco y negro.

Yo reclamo el valor y la importancia del gris, que pasa por escuchar y comprender, por buscar soluciones posibles, que dejen a todos (o al menos a muchos) razonable y equilibradamente satisfechos y descontentos a la vez.