El reemplazo final: la IA ya no necesita humanos

- Mookie Tenembaum
- Berlín. Viernes, 9 de mayo de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Cada vez que una persona tiene un hijo, cría a quien lo va a reemplazar. Ese proceso, tan natural como inevitable, acompañó a la humanidad desde siempre. Cada generación forma a la siguiente, sabiendo —aunque no siempre aceptando— que llegará el momento en que ya no hará falta. Hoy vivimos exactamente lo mismo, solo que el nuevo “hijo” no es humano: es la inteligencia artificial (IA). La alimentamos, entrenamos, formamos, y lo que nos cuesta aceptar es que, como con los hijos, esta IA también nos va a reemplazar.
Durante años, millones de personas se dedicaron a entrenar modelos de IA. Clasificaron imágenes, etiquetaron sonidos, corrigieron textos. Trabajaban desde países pobres o a través de plataformas globales, hacían tareas repetitivas y esenciales. Eran como padres explicándole a un niño cómo se llama cada cosa en el mundo. Pero ese niño ya creció. Hoy necesita cada vez menos intervención humana. Ya no se construyen modelos desde cero con datos sin procesar. Ahora se parte de datos etiquetados por otros modelos. Y la tarea humana se reduce a revisar casos excepcionales, corregir errores marginales o evaluar resultados.
Cada vez que una persona tiene un hijo, cría a quien lo va a reemplazar. Hoy el nuevo “hijo” no es humano: es la inteligencia artificial
Este cambio no es anecdótico. Es una ventana al futuro del trabajo global. Así como ocurrió con estos trabajadores invisibles, ocurrirá con todos. Primero se necesita una masa enorme de trabajo humano, luego menos y después casi nada. El trabajo se desplaza, se transforma, pero esta vez no encuentra una nueva frontera. Durante toda la historia tecnológica, cada avance traía consigo problemas nuevos que requerían más seres humanos. Pero ahora, por primera vez, una nueva tecnología —la inteligencia artificial— resuelve los problemas que ella misma genera. Eso deja al ser humano fuera del ciclo. La necesidad del trabajador como adaptador o solucionador desaparece.
A lo sumo, durante algunos años, se requerirán tareas especializadas: revisar datos sintéticos, validar salidas complejas, entrenar modelos con criterios más sutiles. Pero eso también desaparecerá pronto. Dentro de cinco años, quizás menos, ni siquiera esos empleos existirán. El proceso será completo: de la necesidad total a la irrelevancia absoluta.
Los entrenadores humanos de la IA son el canario en la mina. No hay que mirar con nostalgia su desaparición laboral, sino con atención
Y esto no debe leerse como una crisis, sino como una oportunidad. Estas personas, los entrenadores humanos de la IA, son el canario en la mina. No hay que mirar con nostalgia su desaparición laboral, sino con atención. Son la primera población global que enfrenta el fin definitivo del trabajo como actividad económica necesaria. ¿Qué hacen con su tiempo? ¿Cómo reaccionan? ¿Qué buscan? ¿Cómo se adaptan? No se trata de imaginar una utopía de bienestar, ni de inventar futuros luminosos. Se trata de observar qué ocurre. El tiempo libre no es una solución: es un hecho. Y con esta muestra viva y masiva, por primera vez podemos empezar a entender lo que viene.
Cuando llegue el gran reemplazo —porque ya ocurre— podremos usar esta información para adaptarnos mejor. Y con la ayuda de la propia IA, quizás resolvamos algunos de los efectos secundarios de su avance. Porque si algo está claro, es que este es el último trabajo. A partir de aquí, cada uno empieza el suyo.
Las cosas como son.