La Bolsa Española se sitúa de nuevo en máximos. Empiezo a conocer bastantes amigos que se destapan con unas supuestas ganancias -de momento, elevadísimas. A pesar de respetar su ingenio, querría hacer explícita mi posición, contraria a esta idea de jugar en bolsa que resta tan alejada del conocimiento de los fundamentales de las empresas en las que invierten.

Se añade a la nota de actualidad la jubilación definitiva de Warren Buffett, multimillonario por sus ganancias sobre la base de anticipar supuestos desajustes entre el precio de las acciones y la capacidad de generar dividendos. Persona curiosa que confiesa en sus memorias que los ricos pagan pocos impuestos, que Wall Street es un casino y que no tiene lógica que quien pone menos en un negocio, el intermediario financiero, sea quien gane más. Aunque entre lo que dice y lo que hace se observan múltiples contradicciones

La economía asigna recursos. Se supone que a través de alternativas productivas, que crean valor y satisfacen necesidades, y que si se hacen es con propósito colectivo, se ayuda a mejorar el bienestar de la gente. Es normal que servir a este propósito requiera incentivos, como el lucro, el interés propio del que hablan los viejos economistas, que sería la motivación intrínseca de la ganancia. Pero, además, entra, como decía también Adam Smith, el sentimiento moral, una especie de obligación que mueve a unos cuantos emprendedores a hacer cosas por altruismo, o por motivación más bien trascendente, de ganarse el cielo o contar con reconocimiento social. Como queda patente en ¡Qué bello es vivir!, del gran Frank Capra, es más rico quien más amigos tiene, no quien más atesora a costa de otros -o bien, quien más reconocimiento alcanza de sus conciudadanos. El dinero no lo compra todo, ni siquiera la felicidad.

He aquí expuestas brevemente mis consideraciones para no admirar a los enriquecidos jugando en bolsa, si bien sí valorar a quienes arriesgan patrimonio para crear puestos de trabajo o simplemente dedican parte de su escaso recurso, su tiempo, a ayudar a resolver necesidades sociales; o si lo prefieren, a aquellos que se han enriquecido, sí, pero poniendo esfuerzo y horas de trabajo.

El dinero no es una mercancía en sí misma, sino un instrumento para hacer cosas, sirviendo un propósito. Debe crear valor

Y es que para mí el dinero no es una mercancía en sí misma, sino un instrumento para hacer cosas. Ya sé que alguien puede pensar que con las compras de acciones de entrada y salida de activos, alguien otro, indirectamente, ha podido hacer algunas de aquellas cosas: tantas como algunos las pueden perder a resultas de que estalle la burbuja.

El dinero sirve para transaccionar con fiducia para crear valor. Cosas que no estaban y ahora están, sirviendo un propósito. Son sumas con un excedente global positivo, multiplicándose vía crédito y empréstito de cara a actividades concretas e identificables respecto de lo que genera confianza entre las partes; no desde el anonimato de una acción volandera de un fondo innominado. En la bolsa encontramos más redistribución que distribución de sumas positivas. Hay quien pierde y hay quien gana.

Se basa en interpretar información de fundamentales, de la cual no todo el mundo dispone de conocimiento de manera simétrica. Tonto el último -quien más tarda en vender por qué tiene menos información o más fácil resulta de engañar. Y es que quien quiere ayudar a un proyecto por la vía de financiar las acciones y obligaciones que comporta debe reconocer su contenido sin someterse a una amalgama de fondos de cobertura y activos fuera de balance que muy pocos entienden. No para jugar, sino para ser un partner informado.

El dinero, para ser valorado, también por parte de quien lo tiene, debe venir del esfuerzo, no de la fortuna acumulada o de especulaciones más o menos informadas o resultado del azar. Suele ser un juego de ricos respecto a un ahorro que les sobra, sin ninguna función social alternativa.

Retirar admiración a los supuestos triunfadores, ignorando a tantos perdedores de aquel juego, no me admira y me parece que no merece reconocimiento social

La ética de ganar desde el riesgo asumido es perjudicial para la estabilidad emocional y para dar valor a las cosas de verdad. Además, crea una ilusión de ganancia en la cotización revalorada que no siempre se confirma con la liquidación de los valores.

Quien juega en bolsa con su dinero está mucho más dispuesto a hacer lo que sea necesario para defender el grueso del dinero, ya que el esfuerzo propio no es antídoto para defenderlos. Además, los factores geopolíticos, la motivación, los animal spirits fuera de todo control, afectan con más virulencia que aquellos que inciden en el trabajo propio.

Finalmente, la desigualdad de cómo se distribuye la información bursátil es generadora de desigualdades más elevadas que las que pueden resultar del esfuerzo y el trabajo. Y así causa una brecha ampliada en causación acumulativa.

Es injusto, por tanto, darle mejor tratamiento fiscal a esta ganancia de capital que a las rentas del trabajo, como ocurre en la actualidad.

No seré yo quien cuestione a quién juega en bolsa con su dinero, con chartismo o mirando los astros. Pero rendir admiración a los supuestos triunfadores, ignorando a tantos perdedores de aquel juego, no me admira y de hecho me parece que no merece reconocimiento social.