Cuando la política pierde los referentes más básicos del sentido común, aumenta su distancia con la ciudadanía, aumenta el rechazo. No todo vale en el comportamiento de sus señorías. Tomo aquí como ejemplo de mala práctica lo sucedido con el proyecto del Plan estadístico de Catalunya, ahora ya desde una cierta perspectiva. No es el único caso, ni significo con esto a Catalunya de peor manera que España. La cuestión es que después de todos los trámites preceptivos, el Anteproyecto de ley del Plan estadístico de Catalunya 2023-2028 y de modificación de la Ley 23/1998, de 30 de diciembre, de estadística de Catalunya se había ya aprobado por el Govern de la Generalitat de Catalunya el 29 de marzo de 2022. Se iniciaba así el trámite legislativo de una propuesta que, a pesar de tener un contenido poco conocido, es muy relevante para el buen funcionamiento del país. El anteproyecto fue admitido a trámite por el Parlament a principios de abril del curso pasado. El pleno de totalidad se llevó a cabo a mediados de mayo y la ley fue presentada y defendida por el conseller Giró. No hubo enmiendas a la totalidad y, por lo tanto, el proyecto de ley pudo continuar la tramitación parlamentaria. Esta resultó rutinaria, con cero comparecencias solicitadas por ninguno de los grupos parlamentarios y ninguna enmienda presentada.

El anteproyecto fue admitido a trámite por el Parlament a principios de abril del curso pasado y defendido por el conseller Giró. Y en el pleno, sin ninguna justificación, sin una sola intervención de contenido, incluso los que habían promovido y hecho suya la ley no le dieron apoyo

Después del verano, a principios de octubre, tuvo lugar la votación del informe de la ponencia del proyecto con todos los votos favorables excepto una abstención. Ningún voto en contra. Finalmente, el 19 de octubre de 2022 tiene lugar la votación en el pleno del Parlament con el resultado de solo 33 votos favorables (ERC), ¡59 en contra! (PSC, ECP, Vox, PP y Cs) y 39 abstenciones (¡¡¡CUP y JxCat!!!). Excepto Vox, que se había abstenido en comisión, ¡todo el resto había votado a favor! Y en el pleno, sin ninguna justificación, sin una sola intervención de contenido, incluso los que habían promovido y hecho suya la ley no le dieron apoyo. Era la primera ley que se votaba después de la ruptura de la coalición, con el abandono de Junts per Catalunya del Govern de la Generalitat. Era evidente que estos utilizaban la ley para "advertir" al nuevo Govern en minoría que su vida no sería fácil. Y el instrumento para hacer llegar el aviso no importaba: la parálisis de una ley. El resto de grupos se añadieron sin presentar ninguna enmienda de contenido, ninguna modificación del texto. Solo para señalar, hacer daño, sin ninguna preocupación por lo que se tiraba a la basura; ni la inversión hecha en forma de tiempo y dinero —los sueldos de los parlamentarios— ni las consecuencias de la parálisis de una ley que está pendiente y que tendrá que empezar nuevos trámites. Para todo aquel que me pida comprensión, porque "la política es así", no me queda otra que decir: "Así, os quedaréis sin apoyo ciudadano".

Actualmente, con el debate de los presupuestos que hemos vivido, muchos han empezado a valorar la posición de los partidos desde guías similares. Un gran desgaste de lo que significa en democracia negociar, ceder, responsabilizarse, criticar sin contribuir. Hay límites a lo que la ciudadanía puede entender de lo que observa. Y los eufemismos para esconder las realidades tarde o temprano se pagan. No se puede ir contra el sentido común siempre, al coste de que el votante se aleje de la política y que solo los populistas saquen rédito. Este comportamiento, además, hace que cada vez más sea únicamente la gente que digiere muy fácilmente los marrones la dispuesta a dedicarse a la política, o que quien quiera preservar una reputación y mantener la coherencia que le impone el sentido común, se resista a ir a las listas electorales. Lo vemos estos días cuando los partidos van a la búsqueda de candidatos municipales. La media móvil del prestigio de la política, a la vista de los que aceptan la actual manera de funcionar de los partidos, no deja de cotizar a la baja.