¿Individualidades o equipos?

- Fernando Trias de Bes
- BARCELONA. Domingo, 13 de agosto de 2023. 05:30
- Actualizado: Domingo, 13 de agosto de 2023. 16:06
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Ahora que estamos en plena efervescencia de los fichajes previos a la temporada de fútbol, y que hemos estado viendo cómo los grandes clubes pujan por los mejores jugadores, pienso que es momento de reflexionar sobre qué personas necesitamos en nuestras empresas.
En el pasado, Eric Schmidt, exdirector ejecutivo de Google, aseguró que necesitaba fichar “divos” para la empresa. Se refería a perfiles como el de Steve Jobs, que quizás no saben trabajar en equipo, pero que son apasionados, líderes, saben motivar y fijan objetivos y retos que otros no se proponen. Tal interés, similar al de los grandes nombres de futbolistas, choca con la tendencia general de tener personas con la capacidad de trabajar en equipo.
Pero, ¿qué es concretamente trabajar en equipo en el ámbito laboral?
La mejor definición que conozco es aquella que dice que el trabajo en equipo consiste en subordinar los intereses y preferencias personales a las del grupo, con tal de que éste puede alcanzar sus objetivos y metas en el tiempo fijado y con los recursos disponibles.
Pienso que es una definición magnífica y con un gran trasfondo. Porque define al equipo en función de los objetivos y, lo más importante, pone en segundo plano a cada uno de los integrantes del mismo. El grupo trasciende al individuo.
Los mejores equipos de fútbol son aquellos en que cada jugador piensa en el grupo antes que en su carrera, su éxito, su reconocimiento o su salario. Y, paradójicamente, cuando hay grandes equipos, los individuos destacan más.
El trabajo en equipo no es hoy importante, es condición absolutamente necesaria. La razón es bien simple. El mundo es cada vez más complejo y los retos de las empresas precisan de especialistas en diversos ámbitos y campos de especialidad. No se puede llevar adelante una empresa ni liderar un sector sin trabajar en equipo. Es imposible. Es necesario que los diferentes especialistas o responsables de distintas áreas colaboren y tomen decisiones más allá de sus intereses profesionales particulares o departamentales.
¿Es siempre posible? ¿El trabajo en equipo es una cuestión de experiencia? Pues sí y no. Evidentemente, se aprende a trabajar en equipo, pero hay personas con las que es imposible conseguirlo. Me preguntaban recientemente en una entrevista cuál era el motivo por el cual había personas así. La respuesta es tan simple como demoledora. Porque son personas sin autoestima.
Sí, sé que parece una respuesta absurda, pero no lo es. Las personas sin autoestima padecen un síndrome del que no logran desembarazarse, además de que muchos ni siquiera saben que lo padecen: el síndrome de sentirse permanentemente desvalorizados, atacados, menospreciados, menoscabados o desautorizados. La falta de autoestima produce una enorme necesidad de aceptación, de aplauso, de elogio. De asegurarse el reconocimiento ajeno. Y en el trabajo en equipo, precisamente hay que tener la libertad y la capacidad de objetar los argumentos de cualquiera de los integrantes del grupo, de cuestionar lo que alguien propone, aunque tenga más autoridad funcional o esté por encima en la jerarquía. Se necesita mente abierta, mucha flexibilidad y humildad para trabajar en grupo y ceder a las opiniones ajenas. Las personas sin autoestima sufren cuando no se les da la razón, y llevan la situación al terreno emocional, con lo que los razonamientos lógicos y los argumentos no tienen cabida. Es entonces cuando el conflicto se adueña del equipo.
En el otro lado, están los grandes jugadores de equipo. De todos los modelos que conozco, mi favorito es el que agrupa sus capacidades en cuatro áreas: ser, hacer, saber y convivir. En el ser está la autoestima; en el hacer, está la acción, la motivación, la iniciativa. En el saber están los conocimientos que otorgan las capacidades técnicas. Y en el convivir está la empatía, la capacidad de escuchar y de comunicarse con los demás.
Personalmente, prefiero grandes equipos que grandes individualidades. Mi experiencia es que los grandes divos, como los que Eric Schmidt buscaba reclutar, solo acaban por dar problemas y las alegrías que brindan son efímeras e insustanciales.