Esta semana, tuve el privilegio de participar como ponente en un encuentro de directivos, organizado por SAP en Barcelona. Entre las diversas ponencias, se incluyó la participación de expertos en inteligencia artificial del MIT (Massachussets Institute of Technology). Mostraron cómo se está utilizando la tecnología para abordar cuestiones fundamentales para las sociedades, tales como el cumplimiento de los objetivos para 2050 de la huella de carbono por habitante, los sistemas de autenticación y verificación de identidades, y finalmente, los wearables con funciones de monitorización de constantes vitales para cuestiones relacionadas con la salud.

Más allá de lo curioso de algunas de estas invenciones y posibles aplicaciones, lo sorprendente fue darse cuenta de que todos tenemos en mente a la inteligencia artificial como el gran enemigo del empleo, de las personas, de nuestras tareas, de todo lo que va a sustituir en cuanto a trabajo humano se refiere. Sin embargo, los principales centros de investigación del mundo están poniendo el foco en cómo utilizar la inteligencia artificial para solucionar muchos de los grandes problemas de la humanidad: seguridad, salud y sostenibilidad.

Siempre he sostenido que inteligencia artificial no es inteligencia ni es artificial. Es, simplemente, capacidad computacional. La computación, sin embargo, ha dado un paso de gigante en la historia de la humanidad. En sus primeros pasos, la computación avanzaba en la realización de cálculos. En esta era, no se trata de calcular, sino de cómo combinamos los datos disponibles de diferentes fuentes de información.

Creímos en su día que blockchain será la base de un futuro de criptomonedas, y resulta que se convierte en la esencia de la seguridad en la red y de las futuras formas de verificación de identidad, minimizando las posibilidades de los hackers o usurpadores de identidad. Creímos en su día que la conectividad revolucionaría el mundo a través de la desaparición de lo presencial y todo lo físico, y resulta que la conectividad va a ser la base que permita interrelacionar información con el cuerpo humano, las ciudades, las calles y las cosas. Creímos en su día que Internet sustituiría a los medios de comunicación y los ha reforzado, convirtiéndose no en un medio en sí mismo, sino en una forma de transmisión de información, como en su día las ondas de radio.

Dijo el profeta Isaías en la Biblia que “los caminos del Señor son inescrutables”. La conocida cita bíblica aplica también a la tecnología. Resulta paradójico que la logística, la distribución física de productos o la movilidad ciudadana no solo sigan siendo foco principal de muchas empresas, sino que son algunos de los sectores con mayor crecimiento. Casi todas las previsiones que se hacen sobre cómo la tecnología modificará la faz de la Tierra acaban resultando fallidas. ¿Por qué?

La explicación es bien sencilla. Confundimos el medio con el mensaje; tomamos el qué y lo convertimos en un cómo. Así, directamente. La tecnología, desde el principio de los tiempos, ha sido un medio, no un fin. Una de las primeras tecnologías en la Edad de Hierro, jamás se pensó que, además de armas y herramientas para la agricultura, el hierro se utilizaría para utensilios domésticos, tales como vasos, jarras y cuencos, los cuales permitieron, entre otras cosas, cocinar y hervir a grandes temperaturas, produciendo unos cambios trascendentales en los hábitos alimenticios y la nutrición, así como en hacer digeribles alimentos que, hasta la fecha, no lo eran.

La tecnología, y la inteligencia artificial lo es, es una pieza más de un Lego, de un gran puzzle. Nunca es un hecho aislado. No es un visitante nuevo que llega a una isla desierta. Todo lo contrario. Es un foráneo que se añade a una gran comunidad de indígenas. Sus vidas y culturas se van a entrelazar para dar transformar la etnia.

Por eso, nunca acertamos con la tecnología. Seguimos olvidando que es un medio. Todas las nuevas aplicaciones, deslumbrantes muchas ellas, para producir música, imágenes o textos, ¿pensamos que son un fin en sí mismas? ¡No! Serán un medio para muchas otras cosas que aún no podemos ni siquiera imaginar.

Ya les pasó a nuestros ancestros con el hierro. Y no ha dejado de suceder una sola vez desde entonces.