Se veía venir. De hecho, me pasé buena parte del año pasado explicándolo tanto en foros económicos como en artículos y radio. El consumo aguantaba gracias al ahorro. Durante la segunda parte del año pasado el consumo estuvo por encima de la renta. Los más de 100.000 millones de euros ahorrados durante la pandemia han servido para sostener el PIB y pagar el aumento de los precios. Y lo que no se ha gastado, se ha invertido, especialmente, en vivienda.

Cuando el año pasado íbamos dejando atrás la crisis del Covid, se auguraba un 2022 y 2023 de crecimientos espectaculares de la economía. Pero nadie preveía lo que iba a suceder con los precios. Es inaudito, pero tomó a casi todo el mundo por sorpresa. Es cierto que parte de la inflación fue debida a la crisis energética a tenor de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Pero el brutal aumento de precios de componentes, materias primas, transporte, semiconductores, microchips y materiales de construcción fue una mayúscula sorpresa. Así es la economía. Es imposible prever a ciencia cierta el futuro y los cisnes negros son cada vez más numerosos. Empezamos a echar de menos cisnes blancos. ¿¡Dónde está la normalidad?!

Así que esos felices años veinte 2.0 nunca llegaron. En su lugar, nos encontramos con la inflación más elevada de los últimos cincuenta años. A las empresas los costes les han subido de una forma alarmante. Los directores de compras, responsables financieros y de la fijación precios están desbordados. Les sale humo de la cabeza. La mayoría de fabricantes ven sus ventas ascender, pero su margen sufrir. Y recordemos que las ventas esclavizan y el beneficio te hace feliz.

Estamos en un entorno propicio y favorable a las grandes operaciones de fusiones y adquisiciones. Los fondos de capital riesgo, empresas de M&A, private equity y similares se van a poner las botas en 2023 y 2024. ¿Por qué? Pues porque la ciudadanía ya se ha gastado el ahorro Covid. Yo hice mis cálculos y predije que llegaría hasta la primavera. Nos lo hemos gastado un poco antes de lo que calculé. Pero nos lo hemos gastado, como era de prever. Así que, si el consumo decae, la guerra por los precios va a ser feroz. Y como los costes han aumentado mucho (aunque este 2023 va a empezar la desaceleración), la partida se va a jugar en el campo del volumen. Economías de escala y reducción de costes de estructura. En otras palabras, fusiones de empresas. Es muy sencillo. Si te fusionas con el competidor, accedes a más volumen y puedes reducir gastos fijos. Esa es la vía más rápida para bajar precios y hacerte con el pastel de la cuota de mercado. Expulsas a los competidores, algunos quiebran o abandonan los océanos rojos y todavía ganas más ventas. No es dumping, pero se le parece. Yo lo llamo dumping financiero.

Por otro lado, el sector inmobiliario no va a tirar tan fuerte ya. Así que la banca, que ha hecho un año record de beneficios, va a necesitar otras fuentes de negocio. El crédito al consumo será una parte de este negocio. La gente que se ha gastado los ahorros en inflación para a tirar ahora de tarjetas de crédito y de préstamos para consumir. Pero la otra parte del negocio va a estar en operaciones de deuda corporativa, financiar operaciones de compraventa de empresas y ser vehículo financiero para fusiones y adquisiciones. El negocio este año va a estar en empresas y no tanto en particulares. El dinero se irá ahí.

A lo largo de 2023, deberemos estar muy atentos a cómo evoluciona la inflación y los costes de las materias primas. Todos los organismos internacionales aventuran una, por fin, desescalada de precios. Lo importante será que no solo la inflación aminore, sino que incluso los precios bajen. ¿Es posible? Lo es.

Varios economistas insisten en que los precios han dado tantos bandazos estos meses que el cálculo de la misma conduce a falsas interpretaciones. No sé si han oído hablar de la inflación espontánea. Es la que se produce con carácter diario en los precios. Cuando se analiza la misma, se pueden observar inflaciones negativas en muchos productos. ¿Qué está pasando realmente? Lo que está pasando es que los precios están absolutamente locos. Porque mientras la gente tenía dinero para gastárselo en inflación, aquí parecía que los españolitos podíamos absorber subidas de la cesta del supermercado de doble dígito. Pero no es el caso. Los aumentos salariales van a estar muy por debajo de la inflación, por mucho SMI que haya aumentado un 8%. Y ahorros ya quedan pocos. Así que la película, en pocos meses, va a ser otra.

Vienen dos escenarios: retorno a la normalidad (será lento) o un baile de fusiones que no podemos imaginar (será rápido). Entre tanto, la gente irá buscándose la vida y cambiará muchos de sus patrones de consumo, gasto, enseña donde hacen la compra y su predisposición ante las marcas blancas.

Porque la gente ya se ha gastado la inflación.

O bajan los precios o empezará la fiesta.