La cadena hotelera Riu lleva un par de meses impartiendo un curso de formación profesional en especialidades básicas de su actividad, como cocina, comedor o bar, con la idea de capacitar profesionales que puedan trabajar en su red de establecimientos. Puede parecer algo normal, pero no lo es. No lo es en absoluto. Esa formación la está impartiendo de forma reglada, con capacidad para expedir titulaciones oficiales a los que superen los cursos, lo que la convierte en la primera empresa del sector hotelero en hacerlo y, presumo, en la única de toda España. La decisión de la empresa, para la que ha obtenido la necesaria autorización del Gobierno Balear, pues allí es donde imparte el curso, viene a decir con rotunda claridad que el sistema de formación profesional, al menos en el ramo de la hostelería, no es capaz de formar profesionales que cubran las necesidades reales de una gran empresa del sector y que por ello se ha visto obligada a resolver el problema por su cuenta, a tomar el toro por los cuernos y a formar directamente a los profesionales de acuerdo con lo que ellos consideran que exige la realidad del negocio. Una decisión valiente, solidaria con el sector, pues al expedir títulos oficiales los profesionales formados pueden trabajar en cualquier empresa, que creo que marca un antes y un después en todo el entramado de la FP en España y que va a ser decisiva para impulsar un cambio que acabe con su principal cáncer, que no es otro que vivir de espaldas a las empresas.

Un vistazo a la web del Ministerio de Educación y Formación Profesional, que tiene ese segundo apellido, muestra que en España están autorizados 219 centros para impartir las especialidades en las que está formando la cadena hotelera. Ninguno de ellos, al parecer, es capaz de que de sus aulas salgan profesionales que puedan cubrir las necesidades reales de esta empresa. Increíble, por no decir espeluznante, y más es un sector vital para nuestra economía como el turismo.

¿Qué está pasando en la formación profesional? Qué mar de fondo perverso hay para que una empresa haya decidido ir por su cuenta pues está harta de sufrir las ineficiencias del sistema. Ciertamente no se puede extrapolar esta situación concreta a todo el modelo formativo, pero lo que parece cierto es que se ha creado una burbuja en la FP que se ha inflado de forma anómala hasta engendrar un ente ajeno por completo a la realidad a la que debería servir. Ha habido un imprescindible impulso para dar valor a la formación profesional y acabar con esa estupidez de o eres universitario o eres tonto; en las empresas se ha generado una demanda de profesionales de grado medio y especialistas y como setas han aparecido centenares de centros de formación que ante la escasez de centros públicos están cubriendo una demanda creciente y generando una actividad con precios disparados que ha atraído a inversores de todo tipo, incluidos grandes fondos internacionales. Una burbuja en toda regla, Y todo ello con el apoyo y respaldo de todas las administraciones y de un marketing muy efectivo que no cesa de hablar de la empleabilidad óptima de los graduados en FP.

Pero, al parecer, todo eso no funciona. Muchos centros, mucha demanda, mucha matriculación, mucho empleo a la vista, mucho continente, pero, al parecer también, poco contenido formativo eficiente. Lo que en esos centros se enseña no sirve a las empresas, como constatan los propios empresarios y directivos cada vez que tienen ocasión. La brecha entre lo que unos ofrecen y lo que los otros necesitan se agranda sin cesar. Y parece que nadie toma cartas en el asunto, que la rueda sigue girando, que el sector de la formación va a lo suyo, matrículas, matrículas, y que las empresas apechugan y solucionan el problema como pueden. Y todo según la legislación vigente, por su puesto. Cómo, me pregunto, no han saltado todas las alarmas, nadie se ha dado por aludido, cuando se ha sabido lo que está haciendo esa cadena hotelera.

Algo debían sospechar, o saber, en el ministerio de Educación y Formación Profesional cuando en marzo pasado lanzaron la ley orgánica de ordenación e integración de la Formación Profesional. Una de sus claves era el impulso de la formación dual, la que se imparte a la vez entre las aulas de los centros educativos y en las empresas, con toda una regulación del sistema de prácticas. Había que implicar a las empresas en la FP, parecía claro. Esa era una de las prioridades que había que abordar; que era el problema de fondo que había que solucionar de alguna manera. Pero el ordenamiento diseñado parece que no convence a las empresas o que los resultados se verán dentro de demasiado tiempo. Y las empresas no tienen tiempo. A esta empresa que cito la decisión de implantar formación reglada por su cuenta le va a costar dinero; pero no tiene otra salida si quiere contar con profesionales adecuados.

¿Va a ser necesario que las empresas se impliquen directamente en la formación reglada de sus profesionales, al margen del sistema? Creo que sí. La actual ficción de una parte significativa de la FP en posición de espaldas a la realidad del mercado está demasiado incrustada. Hay que dar la vuelta a ese sistema y las empresas van a tener que decir hasta aquí hemos llegado y empezar a marcar el camino de lo que hay que hacer. O todo el sistema de centros de formación de FP establece un diálogo auténtico con el mundo empresarial para fijar contenidos reales de enseñanza y normalizar el modelo o las empresas se los quitarán de en medio.

La experiencia de Riu culminará en la primavera próxima y hay un buen número de empresas hoteleras que van a evaluar detalladamente los resultados obtenidos, pues están dispuestas a seguir ese camino de actuar por su cuenta en este asunto y hacer que, por fin, la FP se dé la vuelta y mire de frente.