Europa - África - Mediterráneo, una alianza competitiva
- Anwar Zibaoui
- Barcelona. Viernes, 5 de diciembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 4 minutos
A finales de noviembre se impulsaron dos iniciativas que marcan un giro estratégico de la UE hacia el Sur. Por una parte, el 28 de noviembre se presentó en Barcelona el nuevo Pacto por el Mediterráneo, coincidiendo con la celebración del 30 aniversario del Proceso de Barcelona. Por otra parte, en Luanda (Angola), el 24 y 25 de noviembre, la Unión Africana y la Unión Europea (UE) celebraron su séptima cumbre, conmemorando 25 años de avances y renovando sus compromisos con la paz, el desarrollo y los objetivos compartidos bajo la Visión Conjunta para 2030, que incluye la puesta en marcha de la iniciativa Global Compact – Gateway África.
En 2021, la Unión Europea lanzó la iniciativa Global Compact, destinada a invertir 300.000 millones de euros hasta 2027 en proyectos de conectividad en África, América Latina, Europa Oriental y el Cáucaso, Asia y el Pacífico, así como en el Mediterráneo. Esta iniciativa buscaba no solo fortalecer las infraestructuras globales, sino también avanzar en la autonomía estratégica de la UE, en línea con su agenda de reducción de riesgos.
Dentro de este marco, el Paquete de Inversión Regional Global Gateway África-Europa, que moviliza hasta 150.000 millones de euros, se considera la acción más significativa emprendida hasta la fecha. Su objetivo es impulsar la inversión pública y privada para acompañar a África en una transformación verde y digital inclusiva. El paquete se centra en áreas clave como la energía limpia, la biodiversidad, la agricultura, la resiliencia climática, la reducción del riesgo de desastres, el transporte, los sistemas de salud, la ciencia y la tecnología, la educación y la formación, el apoyo a las empresas y el desarrollo de cadenas de valor sostenibles, incluyendo minerales y materias primas estratégicas.
A pesar de los avances logrados en la implementación del Paquete África-Europa, que ya ha contribuido al crecimiento inclusivo, así como al desarrollo de infraestructuras y a la inversión en ambos continentes, los resultados aún no alcanzan plenamente las expectativas iniciales.
En el actual contexto de competencia por el liderazgo mundial entre China y Estados Unidos, África se ha convertido en un escenario clave de oportunidades. Washington busca reforzar su presencia en el continente, mientras que Pekín avanza con su iniciativa “Un cinturón, una ruta” (OBOR), que conecta África a través del puerto de Nairobi en el océano Índico. Paralelamente, Rusia también ha entrado en esta dinámica, promoviendo su influencia en diversos países africanos. Estos movimientos han despertado en Europa la conciencia del riesgo de un cerco geoeconómico.
En 2010, la UE y China representaban conjuntamente alrededor del 40 % de la construcción y de la inversión en África. Sin embargo, en 2021 la participación de China se elevó al 60%, mientras que la de Europa se redujo al 20%. Ante esta evolución, la iniciativa Global Gateway se perfila como un instrumento esencial para estrechar los lazos entre la UE y África, reforzar la cooperación y aumentar la competitividad europea frente a China, tanto en África como en otras regiones en desarrollo.
En el actual contexto de competencia por el liderazgo mundial entre China y Estados Unidos, África se ha convertido en un escenario clave
El comercio exterior africano alcanza un valor de 1,016 billones de dólares, con la UE como principal socio comercial y destino de sus exportaciones. Más del 90% de las exportaciones africanas acceden al mercado europeo libres de derechos de importación, gracias a acuerdos preferenciales que abarcan a 19 países del continente. China sigue de cerca a la UE en este ámbito comercial.
La Unión Europea es también la principal fuente de inversión extranjera directa en África, con un total de 238.900 millones de euros en 2023. Sin embargo, las empresas europeas destinan apenas el 3% de sus inversiones al continente, mientras que China ha incrementado sus esfuerzos en un 20%.
En pocos años, Pekín ha logrado un avance espectacular en África, región vecina de Europa, reforzando intereses mutuos y vínculos diplomáticos. Con ello asegura sus necesidades estratégicas y consolida su proyecto de crear un espacio económico que conecte China con África a través de la India y Oriente Medio.
La competencia entre China, EE. UU. y la UE por ampliar su presencia en África se expresa no solo en inversiones, sino también en narrativas que demandan un nuevo discurso y nuevos instrumentos de acción. La confianza, sin embargo, no puede imponerse: se construye de manera gradual y sostenida.
A pesar de la relevancia de la nueva iniciativa europea para África, la UE aún carece de un plan geoeconómico integral y coherente para el continente, mientras Estados Unidos busca recuperar influencia y China avanza con sus cuatro rutas de la seda: una a través de Asia Central, otra por el océano Índico, una tercera vía el Ártico y una cuarta que se extiende desde la Península Ibérica hacia África Atlántica y el Golfo de Guinea.
El debate europeo sobre África continúa demasiado centrado en cuestiones de seguridad y migración, dejando en segundo plano su enorme potencial y la oportunidad que representa el Tratado de Libre Comercio Continental Africano (ZLECAF). Ante este escenario, resulta imprescindible lanzar propuestas audaces: la UE debe definir una estrategia clara y una respuesta firme para evitar el cerco geoeconómico y el riesgo de que el Mediterráneo y sus conexiones queden bajo el control de empresas estatales chinas. De lo contrario, Europa corre el peligro de quedar atrapada en la red de las nuevas rutas de la seda.
La UE debe definir una estrategia para evitar el riesgo de que el Mediterráneo y sus conexiones queden bajo el control de empresas estatales chinas
La cooperación entre Europa y África debe trascender los imperativos de corto plazo y orientarse hacia los desafíos estructurales de medio y largo alcance. Medidas como el alivio de la deuda y la revisión de los enfoques de financiación para inversiones en infraestructura, en apoyo a la implementación del AfCFTA, tendrían un impacto más duradero y transformador.
La construcción de una asociación más sólida y estratégica con África exige que la Unión Europea supere su visión centrada en la “amenaza migratoria” y reconozca la importancia geopolítica y económica del continente. Esta relación debe ser repensada y reformada: ambas partes han de abandonar los enfoques desequilibrados y fragmentados del pasado y avanzar hacia la creación de un mecanismo eficaz de gobernanza conjunta.
Europa es consciente de que debe revisar sus vínculos con África. La respuesta pasa por una apuesta renovada, aceptando que probablemente necesita a sus vecinos del sur más de lo que ellos la necesitan. África, junto con el Mediterráneo sur y oriental, dispone hoy de múltiples opciones de asociación, mientras que Europa solo cuenta con una África: un continente que se perfila como motor de crecimiento global en el futuro.
El Mediterráneo no puede reducirse al relato, repetido hasta la saciedad, de un cementerio de migrantes africanos ni de un muro que separa sociedades y culturas irreconciliables. Es, ante todo, un puente milenario de intercambios y el crisol de una diversidad esencial. Hoy nos encontramos en una encrucijada, a veces incómoda, entre un viejo mundo que se resiste a transformarse y un nuevo orden, aún incierto, que pugna por emerger en ausencia de visiones claras y compartidas.
El auge económico de África ya está en marcha y se materializa en sus ciudades, granjas, fábricas y ecosistemas digitales. Para liberar todo su potencial, la reforma debe impulsar la inversión, y la inversión debe traducirse en un crecimiento compartido.
Europa y África, cuyo destino está profundamente interconectado, con el Mediterráneo como espacio natural de convergencia, disponen de una oportunidad única para catalizar este proceso y presentar una visión renovada de asociación estratégica para el siglo XXI. Entre Barcelona y Luanda, Europa aspira a llevar su relación con el Mediterráneo y África a un nuevo nivel, pero tiene que implicarse, ya que su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo del Sur.