El desarrollo front-end y back-end, que agrupa las herramientas digitales que diseñan y programan lo que se ve en una web y cómo llega la información a ese sitio, las competencias en la nube y el diseño e implementación de bases de datos, son las habilidades tecnológicas más demandadas en la actualidad. Y seguramente definen buena parte de las 10.500 posiciones tecnológicas nuevas que el año pasado quedaron sin cubrir en las empresas españolas por falta de profesionales idóneos; habilidades y cifras que recoge la última edición del estudio sobre “Empleabilidad y Talento Digital” elaborado por la Fundación Vass y la Fundación Universidad Autónoma de Madrid. Un dato que seguramente experimentará un crecimiento exponencial en los próximos meses cuando se incremente la demanda de conocimiento en el universo de la Inteligencia Artificial por parte de las empresas y no haya los necesarios profesionales cualificados para cubrirla.

El déficit de talento digital se está haciendo crónico en España. Más del 60% de las empresas que buscan especialistas en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) no encuentran profesionales adecuadamente formados y los centros universitarios para la formación de ingeniería informática registran ya más de 33.000 aspirantes acumulados desde el curso 2015-16 que no lograron plaza para cursar sus estudios. Son miles de aspirantes a formación tecnológica que se están buscando la vida como pueden y que exploran todo tipo de itinerarios alternativos para adquirir las habilidades y competencias tecnológicas que están demandando las empresas. Y lo cierto es que el mercado formativo está en plena ebullición para intentar satisfacer esta demanda de conocimientos tecnológicos y proliferan todo tipo de modelos y experiencias académicas con la oferta formativa más variopinta que pueda imaginarse. A modo de ejemplo, señalo que una búsqueda simple en Google del concepto “formación front-end” proporciona casi 5.000 referencias, de las que casi doscientas se refieren a propuestas académicas concretas en esta tecnología.

Y, a pesar de todo, el déficit de talento digital se mantiene en pleno auge. En el sector tecnológico hay coincidencia al señalar que las exigencias concretas de las empresas en cuestiones digitales van muy por delante de lo que se enseña en el mundo académico y que es un factor determinante a la hora de analizar a fondo ese déficit de talento digital. El sector privado se ajusta con bastante flexibilidad a esta situación, con unos modelos bootcamps de formación muy especializada y muy intensiva que están a la orden del día. Del mundo universitario no podemos esperar mucho; completamente arteriosclerótico e incapacitado para una respuesta mínimamente ajustada a la velocidad con la que cambian las tecnologías. El estudio citado anteriormente señala con total claridad que “se observa también una desconexión entre los conocimientos adquiridos en la universidad y las demandas del mercado laboral, especialmente en áreas como programación en Java, auditoría y gestión de seguridad, web 3.0, realidad virtual y aumentada, y gestión de ERPs”, y recomienda una reformulación urgente de los planes de estudio. Y eso que se refiere a herramientas tecnológicas básicas, casi elementales, por lo que no quiero ni imaginarme cómo es la situación de desconexión con la realidad del mercado si examinamos algo más sofisticado. Se trata, también, de una formación muy exigente, a la que hay que dedicar un enorme esfuerzo personal y con alto número de abandonos; con una lamentablemente reducida presencia femenina, apenas el 15%, lo que en conjunto reduce el número de profesionales disponibles. Pero, tiene que haber algo más para justificar la crudeza de ese déficit de talento tecnológico.

Y, parece que lo hay. Ese algo más no es otro que el embudo o cuello de botella generado por la equivocada actitud de una parte de estamento reclutador, los que seleccionan trabajadores, que está provocando que muchos candidatos a puestos tecnológicos se queden fuera. Esa equivocada actitud se concreta en la abusiva demanda y exigencia de títulos y acreditaciones para acceder a los puestos de trabajo frente al reconocimiento de las habilidades reales de cada candidato. Todo un factor distorsionador del mercado tecnológico que acaba de ser visualizado por Linkedin en un reciente estudio titulado "Las habilidades primero: reimaginar el mercado laboral y derribar barreras" (Skills-First: Reimagining the Labor Market and Breaking Down Barriers). Es un estudio a nivel mundial y multidisciplinar que analiza qué pasaría si en lugar de títulos se buscasen habilidades concretas. En resumen, y centrándolo en España y en el sector TIC, el estudio de Linkedin dice, ni más ni menos, que si los reclutadores persiguiesen las habilidades en lugar de los títulos, la cifra de contrataciones se multiplicaría por ocho. ¡¡Por ocho!! Lo que dada nuestra situación de déficit de talento digital y de desempleo es más que relevante.

El estudio de Linkedin dice con rotundidad que dada la velocidad a la que cambia y evoluciona el conocimiento tecnológico, las titulaciones y acreditaciones no pueden ser lo más relevante a la hora de identificar a los candidatos con el adecuado nivel de esos conocimientos. Cada puesto de trabajo, señala el estudio, se puede desglosar en una serie de habilidades y cada persona alberga un conjunto de habilidades propias y solo cuando las corporaciones sean capaces de establecer modelos que conecten las habilidades asociadas al puesto de trabajo con las del aspirante se podrán poner en marcha planes eficientes de reclutamiento. Sin importar títulos, añado.

El estudio de Linkedin mete no solo el dedo, sino todo el puño en la llaga del déficit de talento digital en nuestro país, y saca nuestras vergüenzas. Una buena parte del conocimiento tecnológico que se imparte actualmente se focaliza en un universo académico no regulado, privado, con buenos niveles de formación, pero sin las credenciales necesarias para emitir acreditaciones que certifiquen los conocimientos impartidos. Y, en gran medida, no puede ser de otro modo. La velocidad a la que evolucionan los conocimientos y a la que estos se demandan no permite mayores formalismos. El conocimiento está en modo vértigo y no hay título o certificado que lo pare. Hay centros de formación que otorgan certificaciones, pero basadas en su reputación y poco más. Por parte de los centros oficiales podemos esperar toda clase de certificaciones y títulos, pero con la ya conocida desconexión con la realidad. Los recientes intentos de impulsar las microacreditaciones se centran en el sector público, y pueden ser una solución, pero solo cuando supere su estado arteriosclerótico e inoperante. Obsesionarse en títulos, certificados y acreditaciones en el sector TIC, que parece que es lo que predomina, es completamente absurdo y propio de reclutadores pasados de rosca que se convierten en tapones para la óptima circulación del talento digital.

Los reclutadores en el sector TIC tienen que espabilar. No hay otra. Tienen que reinventarse o reimaginarse hacia modelos de identificación y visualización de las habilidades reales de los aspirantes a los puestos de trabajo. No es fácil. Supone desarrollar herramientas sofisticadas y una ardua metodología y unas cualidades profesionales muy específicas para que cada reclutador sea capaz de sacar a la luz lo que cada candidato lleva dentro. Supone horas y horas de escrutinio de cada caso. Supone olvidarse de revisar papeles y ponerse a escarbar hasta identificar habilidades y cualidades que pueden estar muy ocultas. Se aproxima un verdadero tsunami tecnológico con la expansión de las herramientas de la Inteligencia Artificial, que va a exigir profesionales con unas capacidades que ahora no podemos ni imaginar. Todos se están formando actualmente como pueden. Pero, seguro que cuando opten a un puesto de trabajo específico en IA se quedarán totalmente estupefactos cuando alguien tenga la osadía de exigirles un título o un certificado. La titulitis está muy incrustada en el ADN de la mayoría de los reclutadores, pero es completamente incompatible con el desarrollo de la sociedad digital en la que estamos y avanzamos. Así que ya es hora de que se la extirpen.