A pesar de los grandes esfuerzos en reducir las diferencias de género en el ámbito laboral, social y económico, las estadísticas revelan que todavía estamos lejos de una equidad entre hombres y mujeres. Continúa existiendo una discriminación salarial y diferencias de género importantes en el ámbito financiero, que sitúan a la mujer siempre en peores condiciones y con más probabilidades de exclusión social y fragilidad económica.

Según datos de la Agencia Tributaria, las mujeres cobran alrededor de un 20% menos que sus compañeros masculinos, valor que dista mucha del 8% del promedio de la Unión Europea. Y cuando nos fijamos en mujeres empresarias, el Informe Especial GEM sobre Emprendimiento Femenino destaca que, del total de emprendedores, el 60% son hombres y el 40%, mujeres. Además, según un estudio llevado a cabo por la Harvard Business School, las mujeres emprendedoras tienen un 60% menos de probabilidades que un hombre de que les concedan préstamos.

Mejores son los resultados de la Encuesta de Competencias Financieras en cuanto a ser titular de cuenta bancaria, donde no hay prácticamente diferencias de género. Sin embargo, sí existe una brecha de género muy significativa por lo que respecta a conocimientos financieros, que acaba repercutiendo en índices más bajos de inversión en productos financieros, una mayor vulnerabilidad económica y una mayor exposición al crédito informal.

Pero la brecha de género financiera no tiene solo un componente intelectual, sino que va más allá. Las mujeres tienen preferencia por activos financieros con menor riesgo, y es por eso que participan menos en el mercado bursátil, en el mercado de derivados e incluso en criptodivisas. Y es que el apetito para asumir riesgos es distinto entre hombres y mujeres, aunque en este caso, debe apuntarse en parte a un factor biológico. Según un estudio elaborado por la Booth School de Chicago y la Kellog School of Management, la testosterona influye a la preferencia por el riesgo, de modo que esto podría afirmar, en parte, porque los hombres asumen más riesgos financieros que las mujeres e invierten más en activos con elevada volatilidad.

Una mezcla de diferencias en conocimientos, preferencias y tradición cultural podrían estar detrás de la brecha financiera y de la relación que tienen los hombres y las mujeres con el dinero. Y es que, en términos de cultura y tradición, cuesta asociar el concepto de mujer con el de dinero. Curiosamente, la palabra patrimonio proviene de la unión de dos palabras latinas: pater ('padre') y munus ('deber'), que significa 'deber del padre'. Aunque este tiempo empieza a quedar ya un poco lejano, muchos han sido los años que el hombre ha sido el responsable de crear el patrimonio y aportar dinero en el hogar, mientras que la mujer quedaba relegada al cuidado de la familia y fuera del mercado laboral.

No muy lejos queda la ley con la que en 1978 nuestro país aprobó el acceso de la mujer a una cuenta corriente y a operar con ella sin el consentimiento de su marido. Si solo han pasado 45 años desde que la mujer puede operar libremente con su cuenta bancaria, es difícil pensar que patrones del rol masculino como responsable de crear el patrimonio se haya desvanecido por completo de la mente de nuestras mujeres españolas.

Los años han pasado y mucho hemos avanzado, pero la sociedad actual arrastra a que ambos miembros de la familia trabajen. No obstante, compaginar familia y trabajo continúa siendo un equilibrio complicado que lleva a que un porcentaje elevado de mujeres continúen renunciando a su carrera profesional en aras del cuidado de la familia.

Y aunque a uno le venga a la cabeza que la causa de la brecha de género en conocimientos financieros puede tener su origen en la repartición de tareas en el hogar, los distintos estudios científicos que se han llevado a cabo concluyen que este no es el motivo principal. Lo que sí parece claro es que hombres y mujeres deciden de forma distinta como instruirse en estos temas. En un estudio llevado a cabo por la Universitat Oberta de Catalunya (2018) se observó que, mientras que los hombres están dispuestos a invertir dinero en su formación, las mujeres prefieren educarse gratuitamente a través de la autoformación en internet.

Distintos factores psicológicos y sociales llevan, pues, a las mujeres a estar en peores condiciones que los hombres cuando de dinero se trata. Por lo tanto, es condición sine qua non fomentar la cultura financiera y una planificación económica entre las mujeres para mejorar su salud financiera, reducir la brecha de género, optimizar el bienestar financiero del hogar y, en última instancia, empoderar a la mujer financieramente a largo plazo. Porque una sociedad con mujeres empoderadas financieramente es una sociedad más igualitaria y más justa.