La economía mundial sigue creciendo, aunque más despacio. La energía de la fotosíntesis del pasado lejano, los combustibles fósiles, se quema y se disipa. Hay quienes pretenden que es posible caminar a una "economía circular". Los recursos materiales podrían obtenerse cada vez más desde dentro de la economía, reduciendo el impacto ambiental al aumentar la reutilización y el reciclaje de materiales. Sin embargo, el análisis biofísico y metabólico cuantitativo (Fischer-Kowalski y Haberl, 2015) revela que hay una enorme "brecha de circularidad". La economía industrial no es circular, es entrópica.  Hay un “hueco entrópico” gigantesco donde va la energía disipada y todos los materiales que no se reciclan.  

Es cierto que el pico de emisiones de CO2 y también el pico de extracción de materiales podría alcanzarse pronto, incluidos el carbón y el petróleo, pero aún no el gas natural ni tampoco, desde luego, el cobre, el níquel y los demás materiales de la transición eléctrica. El descenso desde esos altos picos del carbón y el petróleo será lento.  

En un momento en el que, a pesar de todas las pruebas en contra, hay mucho entusiasmo sobre las posibilidades de una economía circular industrial, es necesario explicar los dos sentidos principales en los que los autores escriben sobre la "economía circular". Pueden ser profesores de introducción a la microeconomía o, más recientemente, ingenieros químicos.

La microeconomía introductoria suele enseñarse en términos de lo que Georgescu-Rogen llamó irónicamente "el carrusel" o “tiovivo” entre consumidores y productores (Georgescu-Roegen, 1975), un esquema circular en el que los productores ponen bienes y servicios en el mercado a precios que pagan los consumidores; mientras tanto, los consumidores (como proveedores de mano de obra, tierra u otros insumos o "factores de producción") obtienen dinero de los productores en forma de salarios, rentas, etc. y compran, como consumidores, los productos o servicios que se han producido. El "tiovivo" necesita energía para funcionar (energía que se disipa) y produce residuos materiales que no se reciclan. Así, ni el carbón ni el gas ni el petróleo se producen realmente (en contra de lo que dicen los libros de texto de economía), simplemente se extraen, y su energía se disipa al quemarse.

Como economistas ecológicos críticos con la corriente económica dominante desde los años 1970 y 1980 pensábamos que estábamos convenciendo poco a poco al público, aunque no a los economistas profesionales, de que la representación del “tiovivo” de la economía era errónea. La economía está inmersa en realidades físicas. Sin embargo, para nuestra sorpresa, la novedad reciente es que, desde la ecología industrial y no sólo desde la economía, también se predica una visión circular de la economía. Aquí se tiene en cuenta la energía producida biogeológicamente. Y también se tiene en cuenta los materiales que entran en la economía. Los residuos están también muy presentes, pero se supone que el cambio técnico puede cerrar el círculo. Los residuos se convierten en insumos. La energía (disipada, por supuesto, a causa de la segunda ley de la termodinámica) no es un problema porque procederá de la energía solar actual (no de los combustibles fósiles, que son existencias agotables de la fotosíntesis del pasado). Se supone que la cadena de suministro circular regirá físicamente en la economía.

Sin embargo, sabemos que el grado real de circularidad de la economía industrial es muy bajo, y probablemente esté disminuyendo a medida que las economías anteriormente basadas en la biomasa completan su transición a una economía industrial basada en los combustibles fósiles en India y África (Roy y Schaffartzik, 2021).

Existe una gran "brecha de circularidad" entre la entrada de material "fresco" y la entrada de material reciclado en la economía. A nivel mundial, y sin contar el agua, la entrada de materiales (incluidos los combustibles fósiles) es de unas 92 Gt al año y la segunda de unas 8 Gt. (Una Gt son mil millones de toneladas). Tras la pandemia, vuelve a aumentar el metabolismo social. Si menos del 10% de los materiales se reciclan, ¿de dónde procede el 90% restante? Mi respuesta es: de las nuevas fronteras de extracción de materias primas y también, en cierta medida, de las fuentes habituales. Así, el aluminio puede proceder en cierta medida del reciclaje, puede proceder de la bauxita de las antiguas minas que se utilizan de forma más intensiva, o es muy probable que proceda de nuevas minas de bauxita. Lo mismo se aplica al mineral de hierro y al cobre.  Incluso sin crecimiento económico, la economía industrial necesita nuevos suministros de energía y materiales produciendo también más residuos (uno de los cuales, muy voluminoso, es el exceso de gases de efecto invernadero).

Esta es la lección número uno de un curso de economía ecológica y ecología política. El bajo grado de circularidad tiene dos razones principales (Haas et al. 2015). En primer lugar, una gran parte de los materiales procesados se utilizan para proporcionar energía y, por tanto, no están disponibles para el reciclaje. En segundo lugar, los stocks construidos (viviendas, infraestructuras, vías de comunicación) crecen a un ritmo elevado. La expansión de esos stocks construídos (en gran parte de cemento y de metales) requiere en primer lugar una aportación creciente de materiales y energía; y una vez instalados, se necesita una aportación persistente de materiales y energía para su mantenimiento y funcionamiento.  El metabolismo social sigue creciendo. De ahí los sensatos llamamientos a un  “decrecimiento” de las economías ricas.

Incluso una economía industrial que no crezca necesita grandes suministros nuevos de energía y materiales procedentes de las fronteras de extracción de materias primas, ya que la energía no se recicla y los materiales solo se reciclan en pequeña medida.  La economía industrial marcha todo el tiempo a las fronteras de extracción en busca de materiales y también viaja a las fronteras de evacuación de residuos. Los residuos se depositan a veces en cualquier lugar (residuos sólidos o líquidos, o gaseosos) y a veces una pequeña parte de ellos vuelve a ser valorada económicamente por los recicladores.

Y esas  fronteras de extracción de materias primas como también las fronteras de la evacuación de residuos suelen estar habitadas por seres humanos y, desde luego, por otras especies. De ahí los conflictos ambientales y la creciente fuerza del movimiento de justicia ambiental. Muchos de esos conflictos se registran en el Atlas de Justicia Ambiental (ejatlas.org) y en las numerosas investigaciones de ecología política. Esos trabajos de investigación en ecología política global están siendo ya reconocidos en la ciencia internacional; en mi caso particular, por un premio Balzan en 2020  y por el premio Holberg el 2023. Lástima que no les dieran premios semejantes a Georgescu-Roegen ni a Herman Daly, pioneros de la economía ecológica.