En muchas reuniones con clientes o potenciales clientes, mi compañero Luca Lazzarini, responsable de comunicación comercial, suele proponer a los asistentes un juego para introducir el tema de la diversificación.

Pide a la sala que levante la mano todo aquel que tenga o haya tenido acciones de Telefónica. Como podéis imaginar, en una reunión que se está celebrando en territorio español, el número de manos levantadas es mayoría. Cuando pregunta de nuevo si alguien es o ha sido accionista de la empresa norteamericana Verizon, las manos se reducen a una o ninguna.

Recordemos que Verizon es el operador de telefonía móvil más grande del mundo.

Con el planteamiento de este sencillo juego se demuestra que el inversor más “lanzado”, por decirlo de alguna forma, invierte en aquello que conoce, como suele comentar mi compañero, llevado mucho más por su propio pasaporte que por haber aplicado criterios objetivos de valor.

Esto nos permite hablar de la importancia de la diversificación e intentamos llevar el tema un poco más allá de la conocida recomendación que se suele utilizar para hablar de inversiones de “no poner todos los huevos en la misma cesta”.

Cuando abordamos el terreno de la diversificación, también debemos tener en cuenta otro tipo de conceptos, como el equilibrio temporal (a corto, medio y largo plazo, en función de los objetivos y necesidades del cliente) y entre títulos, principalmente a través de fondos de inversión. También se recomienda distribuir las inversiones en diferentes áreas geográficas y sectores y en distintas divisas, porque las crisis no afectan de igual forma a todas las economías. Asimismo, se tiene en cuenta la diversificación según el potencial de crecimiento, en especial en inversiones a largo plazo, donde se buscan mayores oportunidades de rentabilidad. Y, finalmente, es importante diversificar por instrumentos de inversión, que permiten reducir el riesgo y ajustarse a las distintas circunstancias del ciclo financiero de cada ahorrador y de su familia. A esta estrategia nosotros la llamamos “diversificación 5D”.

Esta filosofía de diversificación quiere evitar la disyuntiva de intentar adivinar lo que va a pasar en el corto plazo, algo que nadie puede prever, y tiene como objetivo crear una especie de “amortiguador” para la volatilidad del mercado y anclar la rentabilidad de los clientes a un motor mucho más potente e inagotable, que es el crecimiento de la economía mundial en el largo plazo.

Una vez hemos definido los objetivos de cada cliente, su conocimiento financiero y propensión al riesgo, el punto de partida es una estrategia de diversificación geográfica que tenga en cuenta la contribución que cada zona del planeta aporta al producto interior bruto mundial, para matizar posteriormente cómo diversificamos por sectores o estilos de gestión.

Se trata de una base en la que un profesional de las finanzas, un asesor financiero preparado y bien formado, debe profundizar, porque no todos los inversores con un perfil parecido son iguales y no podemos aplicar la misma estrategia o ‘cartera modelo’ a todos ellos. 

Mi experiencia me ha enseñado la importancia de tener en cuenta las vicisitudes individuales. Hay personas con la misma propensión al riesgo que tienen necesidades y expectativas diferentes. Por este motivo es necesario realizar un “traje a medida” para cada uno de ellos que defina una determinada exposición financiera a un país, a un sector o a una divisa. Y, como “guinda”, debemos contemplar la aplicación de estrategias de entrada paulatina en las inversiones.

Está claro que una sofisticación a través de algoritmos que tengan en cuenta fronteras eficientes de rentabilidad, que minimicen la correlación de los componentes de la cartera y que presten atención a la evolución del orden mundial ayudan a aportar valor a la diversificación, del mismo modo que los accesorios completan un buen coche.

¿Cuál es seguramente la otra cara de la moneda? La posibilidad de que con esta filosofía no tengamos en todo momento la rentabilidad máxima porque es imposible asegurar que invertiremos siempre el dinero en el mercado que se comportará mejor, aunque seguramente tampoco lo haremos en el que más caiga.

Lo de adivinar el momento o el mercado correctos, el sector o la divisa más acertados es un terreno que dejamos en manos de los magos. Por cierto, si conocéis a alguno, no olvidéis presentármelo.