Hace unas semanas, Volkswagen y Mercedes anunciaron que abandonarán definitivamente la fabricación de vehículos con cambio de marcha manual. Únicamente se montarán coches con cambio automático. El auge del coche eléctrico ha tenido mucho que ver, pero también los avances de la inteligencia artificial, que, combinada con la electrónica, escoge cada vez con mayor acierto la marcha más adecuada.

Me gusta mucho utilizar el símil del cambio de marchas automático para ilustrar un concepto que me parece esencial en el mundo de los negocios, y que es la contradicción de la información.

Cuando un directivo ha de tomar una decisión y no sabe cuál tomar, suele pedir un informe o un estudio o nutrirse de datos. Lógico y sensato. Supongamos que los datos recibidos orientan la balanza hacia la decisión A. El directivo no lo ve claro, así que solicita un segundo informe o más datos que avalen lo anterior. Supongamos que los nuevos datos son contradictorios con los anteriores, y orientan la cosa hacia la decisión B.

¿Qué suele hacer aquí el decisor?

¡Pues pedir un tercer informe!

Y entramos en la parálisis por el análisis.

Verán, en el mundo real pocas veces la información es unívoca. ¡El propio software de un cambio de marchas automático recibe información contradictoria! Quizás en función de la aceleración convendría decidir A (subir marcha). Pero por la cinética que experimenta el vehículo, el sistema dice B (mantener la marcha). Los datos de inclinación del vehículo parecen indicar que estamos en una subida que va a pronunciarse (debería tal vez reducir marcha). Pero por el tiempo que lleva el automóvil con la misma marcha eso no parece ser la mejor decisión.

Sin embargo, al final, el cambio de marchas toma una decisión. Y lo hace con información… ¡contradictoria! Pero lo hace. Decide.

¿Y acierta? Pues quienes conducimos un coche con cambio automático sabemos que la mayoría de las veces lo hace bien. En alguna ocasión quizás uno habría reducido en lugar de aumentar marcha, pero son las menos veces. Por lo general, el sistema decide de forma correcta.

Esto tiene una traslación importantísima para el directivo.

Debemos aprender a movernos de forma cómoda entre la información contradictoria. Está bien solicitar más información, pero solo hasta cierto punto. Uno o dos informes a lo sumo. Si la información se contradice, hay que decidir con lo que se tiene.

Aún diría más, cuando hay información contradictoria hay probablemente un mayor número de oportunidades. ¿Por qué? Pues porque si la información es clara y unívoca, probablemente lo habríamos sabido de antemano. Y porque si los datos no ofrecen lugar a dudas, la competencia, el cliente, el proveedor o se trate de quien se trate, estará tomando la misma decisión o, cuando menos, llegando a la misma conclusión. Por tanto, estamos en un ámbito donde poco tenemos que ganar.

La información contradictoria nos está avisando de algo importantísimo. De que el terreno que pisamos es incierto. Incertidumbre. La decisión no está clara y, por lo tanto, el factor riesgo ha aparecido. ¿Es eso una buena noticia? Por supuesto que lo es. A un directivo se le paga para capear riesgos, afrontarlos con éxito, salir airoso de las situaciones donde el desenlace depende de los participantes del juego y la situación no es clara.

Y eso pone en el centro de la cuestión a la persona, al ser humano, a través de la intuición, que es una cualidad intrínsecamente humana. Los sistemas de Inteligencia Artificial no deciden mediante la intuición. Son algoritmos. Y saben moverse entre la información contradictoria, pero mediante probabilidades, no mediante intuiciones.

La intuición es una cualidad intrínsecamente humana que los sistemas de Inteligencia Artifical no utilizan para decidir. Ahí entra el papel del líder para arriesgarse en la incertidumbre

La dirección de empresas y de negocios, las decisiones económicas albergan esa doble componente. La racional (basada en los datos y en la información) y la componente intuitiva (basada en… ¡la razón!). 

Otro día les hablaré a fondo de la intuición y les demostraré empíricamente que la intuición es un tipo de inteligencia y que es capaz de seguir silogismos imperfectos, pero que la mente humana sabe resolver desde tal imperfección y que, contra todo pronóstico, sigue un sistema no exactamente lógico, pero sí analógico.

En el fondo, regresamos a la misma cuestión. El valor de la contradicción. Hace unos años, el mundo de la matemática nos sorprendió con la teoría de los números borrosos (fuzzy logic). Parte de la premisa de que un cinco, por ejemplo, tiene algo de un cuatro y algo de un seis. Poco de un tres y un siete, pero también algo. Y que los números no tenían por qué ser tan precisos. Podían ser referentes de un espacio borroso y no nítido. Eso ayudaría a tomar decisiones en espacios contradictorios, aceptando, de salida, que un número es, en sí mismo, también contradictorio.

Vivir en la incertidumbre, (y corren tiempos de grandes dosis) es vivir entre información contradictoria. Disfruten de ello en lugar de sufrir por ello. Ahí aparece el verdadero gestor y el auténtico decisor. Ahí está el líder.