Esta semana un cohete de Space X, la empresa de Elon Musk, explotó durante el despegue.

No era una nave cualquiera. Era una nave perteneciente al proyecto de Space X para ofrecer viajes a la Luna y a Marte. No pasa nada. También los hermanos Wright tuvieron unos cuantos trompazos y todos volamos hoy en día en avión. Ya se irá perfeccionando la cosa.

El caso es que los medios de comunicación y analistas afirman que el lanzamiento salió mal, mientras que Space X sostiene que lo que querían testear salió bien. Se están haciendo pruebas por partes. Primero, comprobar que puede impulsarse la nave espacial más grande de la historia hasta una cierta altitud. Esto, según la empresa aeronáutica, era lo importante, y se logró. A partir de cierta altitud, la idea era que, distinto a otros mecanismos habituales de desacoplamiento, el cohete girará sobre sí mismo para liberar las bridas de sujeción del cohete impulsor. Eso es lo que no funcionó, así que, para anular el riesgo de daños de que una nave cayera enterita al suelo, se optó por hacerla explotar en pedacitos. Era parte del plan, parece ser.

Esta sección que ON ECONOMIA me brinda desde su lanzamiento, el del diario, quiero decir, se llama Sin vuelta atrás. Pues eso, hay momentos en la vida de las personas, las empresas, los países y las naves espaciales en que no hay vuelta atrás. A las pocas horas del evento, Elon Musk escribió en su cuenta de Twitter que habían aprendido mucho durante el lanzamiento.

Ese mismo día, a la par que caía el cohete, caían las acciones de Tesla en bolsa. El mundo se ha vuelto un sitio muy curioso, donde las conexiones entre sucesos, países, empresas y eventos se producen de una forma que ni siquiera George Orwell, Aldous Huxley o el mejor de los novelistas sobre mundos distópicos hubiese podido imaginar.

Lo que me interesa de esta noticia es la relación personal que los seres humanos, principalmente como directivos, establecemos entre fallo, aprendizaje, reintento y éxito. A mí Elon Musk no me cae bien. Pero reconozcamos que su capacidad para asimilar un fallo, un aprendizaje y un error como pasos necesarios para alcanzar el éxito son inalcanzables para el resto de los mortales. O pasa de todo o es una bestia. En serio. Pónganse en su piel. Se te cae un cohete (millones de dólares); pierdes a renglón seguido unos cuantos millones más en pocos minutos en bolsa al ver tus acciones perder cotización y, a las pocas horas, concluyes: “Hoy he aprendido mucho”.

A mi me pasa algo así y me lleva un par de meses remontarme y otro mes adicional decidir qué hago con el proyecto. Supongo que por ese motivo Elon Musk está donde está. Y más allá de que nos caiga bien o mal, hay que reconocerle esa cualidad directiva.

Hay quien le llama resiliencia. Yo creo que es otra cosa. Creo de veras que es la interiorización total del fracaso como parte intrínseca de cualquier objetivo ambicioso. Y cuanto mayor es la ambición, más estrepitosas son las caídas interinas del asunto. Cuando hablo de innovación a equipos directivos les recuerdo que la innovación es un deporte de riesgo. Me hace mucha gracia cuando escucho a directores generales en la convención anual de empresa decir a sus equipos y a la gente de su organización que quieren más innovación para mejorar los resultados de la empresa. En literatura se llama oxímoron. Si quieres innovación, tienes que estar dispuesto a que, durante un tiempo, la cuenta de pérdidas y ganancias sufra por el camino. Solo logrará que un cohete transporte turistas a Marte quien, por el camino, haya de detonar unos cuantos cohetes.

Otra cosa distinta es cuántos cohetes puedes permitirte hacer saltar por los aires antes de empezar a vender billetes a Marte al público. Bueno, ese es otro arte, y se llama business plan. Y el plan de negocio tiene dos componentes: el económico y el financiero.

Hace tiempo que, en el mundo actual, hay tanto dinero disponible en los mercados financieros, que puede uno permitirse pérdidas económicas durante una década mientras haya inversores dispuestos a mantener vivo tu sueño. En el mundo de las start-ups parece ser que esto empieza a ir desapareciendo. Pero en muchos otros proyectos todavía hay inversores dispuestos a sostener sueños inalcanzables porque, si se alcanzan, los réditos son también estelares. Recuerdo que en cierta ocasión le preguntaron a Jeff Bezos, tras diez años de dar pérdidas, que cuando pensaba repartir algo de dividendos. Parece ser que echó al periodista fuera de la sala. Hoy es una de las empresas más imbatibles del mundo.

Yo no sé si Space X lo será. Y tampoco sé si llegaremos a hacer turismo en Marte. Lo que sí sé es que el camino al éxito es el arte de superar grandes caídas. Les aseguro que Elon Musk no está pensando en el cohete que explotó, sino en el próximo que va a lanzar al espacio.