Finalmente, se ha producido el pacto entre Aena y el Govern de la Generalitat. Gustará más o menos, pero hacía tiempo que el debate sobre las ventajas e inconvenientes de las distintas opciones estaba agotado y tocaba dar el paso. No se podía esperar más. Ahora llega el momento de ponerse en marcha y superar los obstáculos que surgirán: proyectos, negociación ambiental con la UE, contenciosos de algún ayuntamiento y organizaciones no conformes, eventuales cambios de mayorías políticas, etc. Empieza la maratón.

El pacto consumado es el que más gusta a Aena, ya que es casi el mismo que proponía hace cuatro años. Al final, quien pone el dinero, acaba mandando. Aena, en todo este debate, tiene sus propios intereses que, principalmente, son los de sus accionistas: su gran accionista público (el Estado con el 51%) y los accionistas privados (principalmente fondos de inversión internacionales). Y el primero de estos intereses, entre otros, básicamente es el de aumentar el tráfico de pasajeros y los ingresos de la explotación de la instalación para seguir engordando sus cuentas de resultados. Por cierto, principalmente nutridas precisamente gracias a nuestro aeropuerto. También deberíamos saber qué intereses extra-aeroportuarios (quizás inmobiliarios) puede tener más o menos ocultos. Y no por ser el último, no menos importante, otro gran interés: no hacer sombra a Barajas, que en el esquema del Estado profundo es el único gran “hub” que puede haber.

Hacía tiempo que el debate sobre las ventajas e inconvenientes de las distintas opciones estaba agotado y tocaba dar el paso. No se podía esperar más

Lo que nos debe importar, por tanto, son los intereses que mayoritariamente compartimos los catalanes. El primero, y más relevante, es que Catalunya esté cuanto más abierta al resto del mundo mejor y, especialmente, a las partes del mundo hacia donde se ha trasladado el eje económico y se está trasladando el eje geopolítico: el Pacífico. Pero sin olvidar tampoco a EE. UU., que con Trump o sin él, seguirá jugando un papel determinante durante mucho tiempo, o a países como los BRICS y sus añadidos posteriores, que solo por su dimensión tendrán un lugar económico y político. Nos interesa atraer y divulgar conocimiento (congresos, ferias, etc.), potenciando nuestros centros de innovación y favoreciendo el intercambio con el exterior; nos interesa la actividad económica en forma de inversiones, que a la hora de tomar sus decisiones contarán con esta mayor conectividad –si se concreta.

También nos interesa seguir siendo exportadores de bienes y de servicios cualificados. Y también, por qué no, que vengan algunos turistas de mayor valor añadido que sustituyan a otros que tenemos en exceso. Por todo ello, bienvenida la ampliación si ha de servir a estos objetivos y, al mismo tiempo, conseguimos preservar y mejorar nuestro particular pacto con la naturaleza. Como también bienvenidas las mejoras –que deben exigirse– en la interconexión de calidad y alta velocidad con los demás aeropuertos catalanes.

Lo más relevante es que Catalunya esté cuanto más abierta al mundo mejor y, especialmente, allá donde se ha trasladado el eje económico: el Pacífico

Ahora bien, la infraestructura, por sí sola, no decidirá nada. Más allá de la ampliación del aeropuerto, lo relevante es cómo se va a utilizar. Es decir, cómo puede la sociedad catalana incidir en la utilidad de la nueva instalación. Qué capacidad de influencia tendrá para decidir nuevas rutas, cómo atraer a otras compañías aéreas y salir del cuasimonopolio que ostenta Vueling y que nos condiciona, y en relación con esto, cómo se definirá la política de slots (un "slot" o franja horaria es una reserva de tiempo asignada a las aerolíneas para que puedan despegar o aterrizar en un aeropuerto determinado), así como cómo se diseñarán las tarifas aéreas y qué poder de negociación tendremos en futuras inversiones, especialmente cuando cambien los vientos políticos.

De todo esto, del acuerdo Aena-Generalitat no ha trascendido que diga nada. Bien mirado, la Generalitat tampoco dice casi nada al respecto. Y esto es lo que debería preocuparnos. Deben encontrarse las formas y los espacios para que la sociedad civil y las institucions catalanes tengan voz y voto en estas decisiones. Haciendo un poco de historia, que nunca conviene olvidar, no es casual que la privatización de Aena fuera decidida por el PP, nada más llegar al poder, cuando el último gobierno Zapatero hacía tiempo que mantenía conversaciones para dar entrada a la Generalitat en la gestión del aeropuerto.

La infraestructura, por sí sola, no decidirá nada. Más allá de la ampliación del aeropuerto, lo relevante es cómo se va a utilizar

Es legítima la preocupación de algunos de que esta decisión sea un elemento más de profundización en un modelo productivo extensivo que nos aporta mucha actividad, pero de poco valor añadido, y pueda agravar muchos problemas que ya sufrimos como sociedad. Pero, siendo así, pediría a estos sectores que piensen si el aeropuerto es el principal instrumento que tenemos para influir en ese modelo. Hay muchas decisiones en manos de nuestras institucions (ajuntaments y Generalitat) con las que podemos incidir: decisiones de tipo fiscal, urbanísticas o regulatorias. No podemos alegar falta de herramientas de poder, porque en eso, lo podemos ejercer. Lo que hace falta para ejercerlo es valentía y determinación social para enfrentarse a determinados grupos de presión. Ras y corto.

En definitiva, lo repito, la infraestructura no decidirá nada por sí sola.