El futuro de la autonomía militar no depende de extender la inteligencia artificial (IA) actual, sino de construir un sistema distinto. Hoy los modelos funcionan como asistentes, ordenando información y detectando patrones, con sugerencias rápidas. El futuro exige otra cosa. El futuro exige máquinas que mantengan una imagen interna del mundo y desarrollen hipótesis comparando escenarios, al tiempo que identifican un cambio en la realidad. Ese tipo de inteligencia todavía no existe, y la construcción de esa máquina se hará por capas sucesivas y no por un único salto tecnológico. Es útil plantear cómo será ese camino y quiénes lo protagonizarán.
La primera capa será la fusión sensorial avanzada. Empresas como Raytheon, Lockheed Martin, Elbit, Thales y Northrop desarrollan sensores que ven en distintas bandas de luz, escuchan vibraciones y detectan emisiones electromagnéticas escondidas. El avance será lento, aunque constante, al tiempo que estos dispositivos se harán más chicos y consumirán menos energía.
Evolucionarán hacia señales más limpias, con rangos de operación ampliados. Por otra parte, la arquitectura futura necesita detectores que no se bloqueen con interferencias. Esa mejora vendrá de materiales nuevos, ópticas más estables y algoritmos que reconstruyan imágenes desde señales frágiles. El futuro tendrá sensores que no miran el entorno como fotos sino como eventos. Este tipo de detectores existen en etapa temprana en laboratorios de neuromorfismo y operan con velocidad extraordinaria.
La segunda capa será la creación de módulos explicativos. Hoy la IA clasifica objetos, la próxima generación interpretará qué ocurre en una escena. Una trampa térmica tiene un rastro distinto de un motor. Un dron que envía interferencias ofrece un patrón distinto al de un avión real. Al tiempo que una señal de radio falsa emite ruidos característicos. Empresas como Palantir y laboratorios como Stanford ya trabajan en modelos causales. La arquitectura futura tomará estas ideas y las integrará a sistemas que razonan en tiempo real. El proceso permitirá que la máquina no reciba solo datos, sino causas posibles para cada señal.
La tercera capa será la simulación interna. Lockheed Martin construye gemelos digitales de aeronaves que replican cada detalle aerodinámico. En el futuro, estas réplicas serán parte de la inteligencia a bordo. Un avión autónomo simulará cómo se moverá un objetivo en los próximos segundos, qué posibles maniobras ejecutaría y cómo cambiarán las condiciones si hay interferencias. La recreación interna permitirá la detección de inconsistencias entre lo esperado y lo observado. Cuando el entorno no encaja con la lógica interna de la máquina, llega un momento crucial porque la autonomía total necesita reconocer cuándo la situación se vuelve incierta. Sin esa percepción, el sistema actuará con confianza en escenarios donde no debería.
La cuarta capa será el planificador explícito. La máquina necesitará calcular rutas, maniobras y acciones con antelación, y estas decisiones no saldrán de un patrón aprendido. Emanarán de un árbol de posibilidades evaluando opciones con su modelo de mundo. Este planificador se parecerá a los viejos algoritmos de búsqueda en juegos, aunque integrará física, geografía, señales y comportamiento de otros actores. DeepMind trabaja en algoritmos de planificación guiada por modelos. DARPA financia programas similares para combate aire. Estos avances, todavía académicos, serán la base del planificador futuro.
La quinta capa será la capa simbólica. Esta contendrá reglas duras que no se pueden violar y será como un esqueleto lógico que define qué acciones son posibles. La capa simbólica no cambia con el entrenamiento, aunque se programa y se verifica. La industria aeroespacial ya tiene décadas de experiencia con este tipo de software y empresas como Honeywell, Collins Aerospace, AdaCore y Galois dominan esta área. La arquitectura futura integrará estas reglas con la simulación y con la percepción. El resultado será una máquina que no improvisa fuera del marco permitido.
La sexta capa será el autoaprendizaje sobre el adversario. La máquina generará amenazas ficticias, escenarios nuevos y trampas diseñadas para romper su propio razonamiento. Cada vez que encuentre un punto débil, modificará su estructura interna. Este proceso no se parecerá al entrenamiento masivo de modelos actuales, sino que será un ciclo continuo de prueba, simulación y ajuste. DeepMind demostró esta idea en juegos complejos y DARPA la lleva a simulaciones militares. El futuro la colocará en sistemas autónomos.
La séptima capa será el hardware especializado. El futuro no estará dominado por GPU generales, ya que llegarán los procesadores distintos para cada módulo. Chips neuromórficos para percepción de eventos, otros para grafos para relaciones causales y unidades de simulación física con paralelismo extremo como los diseños de Cerebras. FPGA para planificación rápida y microcontroladores verificados para reglas duras. Empresas como Hailo, SynSense, Intel Loihi, Graphcore, Cerebras y Xilinx ya avanzan en direcciones compatibles. Ninguna tiene el conjunto completo, sino que la futura arquitectura ensamblará estas piezas en un sistema único.
Los actores que lideran esta transición forman un triángulo. Primero, la industria militar estadounidense, que posee simulación profunda, capacidad financiera y acceso a escenarios reales. Segundo, empresas tecnológicas que entienden de hardware especializado, como Nvidia, Cerebras o Graphcore, junto con startups como Hailo. Tercero, los laboratorios de investigación que estudian modelos causales, grafos y razonamiento estructurado. Este triángulo combina sensores, simulación, lógica simbólica y aprendizaje. La arquitectura futura emergerá de la convergencia entre estos tres grupos.
El futuro de la autonomía militar no será un salto repentino, sino una construcción paciente hecha de módulos que hoy existen por separado. Ninguno de estos es suficiente por sí solo. Cuando se combinen, aparecerá un sistema capaz de percibir, explicar, simular, planificar y decidir con estabilidad en entornos cambiantes. Ese módulo será distinto de los actuales, ya que integrará una inteligencia diseñada para operar en incertidumbre. Será una máquina que mantiene una imagen interna del mundo y que usa esa representación para navegar situaciones nuevas. Ese es el camino que permite imaginar la autonomía total en guerra como una posibilidad técnica.
Las cosas como son
IA MILITAR (III)
El futuro real de la autonomía militar: quién la fabricará
No se trata de un proceso con un salto repentino
- Mookie Tenembaum
- Titusville (Estados Unidos). Domingo, 14 de diciembre de 2025. 05:30
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