La inteligencia artificial se consolida, según el análisis de los expertos de Barclays, no solo como una tecnología disruptiva sino como la fuerza macroeconómica definitoria de la próxima década, llegando a su punto álgido de influencia en 2026. En un escenario global tradicionalmente dominado por las decisiones de los bancos centrales y las políticas fiscales, el banco británico sitúa ahora la IA como el factor "más importante", un cambio de paradigma que refleja cómo su onda expansiva está remodelando desde las bases la inversión, el mercado laboral y la propia psicología de los mercados.

Esta conclusión, presentada en su informe de perspectivas para 2026, se arraiga en el papel que la tecnología ha jugado ya como columna vertebral de la resistencia económica. Durante 2025, la magnitud del gasto en capital vinculado a la IA actuó como un contrapeso eficaz para compensar los efectos de la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China. Barclays cuantifica este impacto con precisión, estimando que aproximadamente un punto porcentual del crecimiento económico norteamericano aquel año procedió directamente de esta ola inversora.

El fenómeno, sin embargo, va más allá de las cifras agregadas, traduciéndose en una transformación tangible de sectores tradicionales. Se puede observar cómo trabajadores de la construcción se reconvierten para levantar centros de datos, cómo la industria eléctrica se acelera para instalar turbinas y transformadores para satisfacer una demanda insaciable, y cómo las compañías de telecomunicaciones despliegan equipo de red a un ritmo febril. Ajay Rajadhyaksha, jefe de análisis de Barclays, lo describió durante la presentación con una imagen histórica poderosa: es probable que Estados Unidos se encuentre en medio de su ciclo de inversión en capital más importante desde la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El poder de la inteligencia artificial 

Esta transformación material se ve amplificada por una dimensión psicológica igualmente crucial: la poderosa "narrativa" de la IA. Barclays argumenta que esta creencia colectiva en un futuro rediseñado por la inteligencia artificial está jugando un papel fundamental en el impulso alcista de las bolsas. Los datos lo corroboraban, mostrando que desde finales de 2022, las acciones vinculadas a esta temática habían impulsado entre el setenta y cinco y el ochenta por ciento de las ganancias del índice S&P 500.

Esta narrativa, sin embargo, genera efectos económicos muy reales y persistentes, configurando un ciclo virtuoso donde el gasto en IA impulsa la inversión industrial y, al mismo tiempo, la subida de sus acciones alimenta la confianza y el gasto de los consumidores a través del efecto riqueza. Gracias a este mecanismo, el consumidor norteamericano logró acumular riqueza en 2025 a pesar de un fondo de incertidumbre comercial, un crecimiento laboral mediocre y un mercado inmobiliario débil.

Esta dependencia, sin embargo, conlleva una vulnerabilidad inherente. Rajadhyaksha ha reconocido que si esta narrativa se rompiera, los Estados Unidos quedarían en una posición especialmente expuesta. A pesar de ello, la visión de Barclays es optimista y consideran exageradas las comparaciones con el colapso de la burbuja de las puntocom. Admiten que ha habido sustos, como la irrupción competitiva del agente chino DeepSeek o las dudas planteadas por ciertos estudios académicos sobre los casos de uso reales, que provocaron correcciones puntuales en los mercados.

Pero destacan que en cada ocasión, la recuperación fue rápida, impulsada por la continuada solidez de los resultados empresariales, una señal que interpretan como muestra de una base más sólida que la de las meras expectativas especulativas del pasado. Mirando hacia 2026, Barclays anticipa que el contribuyente directo del gasto en capital en IA al crecimiento de los Estados Unidos será menor, fruto de un efecto estadístico base después de unos años de gasto extraordinario. No obstante, la economía estadounidense encontrará apoyo en otros factores, como un menor impacto de los aranceles y la entrada en vigor de la gran reforma fiscal de la administración Trump. En conjunto, esperan un crecimiento sostenido del 2,1% para el próximo año.

La visión para Europa pone de relieve una paradoja. Por un lado, el informe subraya la "resiliencia inesperada" que el Viejo Continente ha demostrado, manteniendo un crecimiento cercano a su tendencia histórica a pesar de los choques consecutivos de una guerra cercana, una crisis energética y tensiones comerciales globales. Pero, por otro lado, alerta de manera clara de que la falta crónica de inversión tecnológica de la región supone un riesgo estratégico que puede dejarla permanentemente atrás en la carrera global, con una previsión de crecimiento más modesto del 1,4%.

Para China, el lastre continuado del colapso inmobiliario delimita su potencial, con una estimación de crecimiento que se estabiliza en el 4%. En el escenario global, Barclays prevé un crecimiento del 3% para 2026, en un entorno que gradualmente mejorará a medida que la incertidumbre comercial se disipe y las economías se hayan adaptado a los nuevos aranceles. En este contexto, el ciclo de flexibilización monetaria de los bancos centrales pierde protagonismo y se desvanece, con la Reserva Federal realizando aún algunos recortes de tipos y el BCE manteniéndose, según las previsiones, en un esperado compás de espera hasta finales de 2026.

La recomendación final de inversión para este nuevo año refleja este análisis integral: Barclays mantiene su preferencia por la renta variable frente a la renta fija. Reconocen los debates sobre las altas valoraciones, pero su núcleo argumental permanece inalterado: mientras el crecimiento de los beneficios corporativos, alimentado en gran parte por la productividad y las nuevas oportunidades de la IA, continúe al frente, las acciones estarán en condiciones de superar a los bonos una vez más, consolidando la tecnología no como un simple tema de inversión, sino como el nuevo orden macroeconómico global.