La inteligencia artificial se ha erigido en un recurso de consulta médica emergente en la sociedad, tejiendo una presencia creciente en el universo cotidiano de las personas que buscan orientación sobre su salud física y mental. Los datos contenidos en el estudio Los peligros del autodiagnóstico digital, elaborado por Línea Directa, iluminan con precisión este fenómeno. El trabajo traza un mapa exhaustivo de la relación de los ciudadanos con estas herramientas digitales, al tiempo que propone un marco de recomendaciones para una utilización responsable. La penetración de esta práctica es ya notable. En Catalunya, dos de cada tres personas reconocen emplear la inteligencia artificial para resolver cuestiones relativas a su salud, una cifra que se acerca a la media nacional y que refleja una adopción masiva. Sin embargo, esta realidad no se distribuye de manera uniforme entre la población, sino que revela una profunda brecha generacional.

La práctica es casi universal entre la juventud, donde nueve de cada diez individuos de entre 16 y 19 años admiten recurrir a ella, y la mitad de ellos lo hace de manera habitual o sistemática. En cambio, entre las personas mayores de 65 años, el porcentaje se reduce a poco más del 40%, un contraste que subraya la diferencia de hábitos y confianza hacia la tecnología. Lo que comienza como consulta se convierte, para una parte significativa de la ciudadanía, en una alternativa a la visita médica.

El fenómeno del autodiagnóstico digital se ha consolidado como primera opción para una cuarta parte de los españoles cuando se enfrentan a un problema de salud, una tendencia que se muestra ligeramente más acentuada en el caso de los catalanes. Esta preferencia se dispara hasta niveles críticos entre el colectivo más joven, donde un 42% prefiere consultar con buscadores, influenciadores o plataformas de inteligencia artificial antes que con un profesional sanitario. Las razones que explican esta deriva son múltiples e iluminadoras. Los usuarios valoran especialmente la disponibilidad absoluta de la herramienta, su inmediatez a la hora de proporcionar respuestas y la agilidad de todo el proceso, factores que contrastan con las demoras y las limitaciones horarias que a menudo encuentran en los sistemas de salud convencionales.

Más allá de la simple conveniencia, emergen motivaciones de carácter profundamente humano. La intimidad que ofrece una pantalla, la sensación de ser escuchado sin sentirse juzgado, se convierten en argumentos decisivos para aquellas personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad emocional. Estos usuarios no buscan solo información, sino también una especie de empatía digital para sus cuestiones emocionales. En este punto, el estudio detecta una clara diferencia de género, con las mujeres mostrándose significativamente más propensas que los hombres a recurrir a la IA por esta necesidad de comprensión. La brecha generacional también se hace patente, con los jóvenes liderando este uso emocional de la tecnología.

Esta dinámica consigue su máxima expresión en el ámbito de la salud mental. Para muchos individuos, la inteligencia artificial asume el papel de un “terapeuta digital”, una entidad a la que se recurre para aliviar la incertidumbre y encontrar cierto alivio ante síntomas o preocupaciones. Sin embargo, los expertos alertan de que esta sensación de control es, en realidad, efímera y engañosa. Se configura así un ciclo peligroso: más malestar emocional impulsa más búsquedas digitales, y estas búsquedas, lejos de solucionar el problema, acaban por intensificar la angustia inicial. La dependencia de la herramienta es tal que la mitad de las personas que sufren ansiedad o depresión en España recurre a ella casi a diario, una cifra que supera con creces el uso que hacen pacientes con patologías físicas crónicas, evidenciando que la necesidad psicológica es el motor principal de este vínculo.

En vista de este escenario, los autores del estudio enfatizan la urgencia de promover un uso consciente y crítico de estas tecnologías. La recomendación fundamental es clara: la inteligencia artificial no debe sustituir nunca el criterio de un profesional de la salud. Se aconseja a los usuarios que rechacen de manera sistemática los autodiagnósticos y los tratamientos sugeridos por máquinas sin un respaldo médico, que tomen distancia de los pensamientos catastrofistas y que prioricen la conexión humana por encima de la interacción con un algoritmo.